Diario de León

LITURGIA DOMINICAL | JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Los «quereres» de Jesús

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JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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NOS ENCONTRAMOS el domingo con otro milagro de Jesús: la curación del leproso es el resultado de la respuesta positiva de Jesús al problema. El «quiero» de Jesús lo saca del apuro, de la enfermedad y lo transforma en alguien nuevo y mejor. En nuestra sociedad los marginados ya no son, mayoritariamente, los enfermos de lepra, pero la lista de situación, enfermedades, costumbres, pertenencias..., que marginan es muy larga. Por decir algunos: drogadictos, enfermos de sida, gitanos y moros... Y aún, con frecuencia, hay una marginación menos clasificable, menos definida, pero no menos real, que afecta a los que son simplemente «diferentes». Todos creamos nuestros «marginados».

Hemos aprendido a amurallarnos detrás de las cifras y las estadísticas que nos hablan de la miseria en el mundo y podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que nuestro corazón se conmueva demasiado. La sociedad seguirá levantando fronteras de separación hacia los marginados. Son fronteras que a un creyente sólo le indican las barreras que ha de traspasar para acercarse al necesitado.

El camino queda abierto. Frente a un mundo que cierra cómodamente los ojos para no ver al que sufre, o ante aquellos que pueden crearnos problemas, no se ve más solución que meterlos en bolsas de basura y dejarlos que se vayan pudriendo en las afueras de nuestras ciudades. Jesús enseña a los que quieran seguirle, un camino diferente: acoger, integrar, salvar. Y por ese camino difícil, incomprendido, han ido entrando, a través de los siglos, los que han optado por seguir a Jesús. Es decir, quienes han ido descubriendo que lo importante no es salvarse ellos, sino salvar al mundo.

No es pequeña la lección de este domingo. La Iglesia está integrada por pecadores que buscan su curación y colaboran a la de los demás; la comunidad de los seguidores de Jesús no es un «ghetto» reservado a los que son puros. Las lecturas de este domingo deben guiarnos en nuestra búsqueda de salvación: con ellas adquirimos conciencia del aspecto social de nuestras culpas y de nuestra responsabilidad en el mundo actual. Se acepta que el cristiano sea pecador, pero el cristiano no debe resignarse a serlo. Sólo bajo esta condición se le puede llamar cristiano, a pesar de su pecado: creyendo profundamente que el Señor puede curarle. Si implora la misericordia de Dios sabe que se le perdona. El Señor, al perdonar, no promete una vida feliz en el sentido terreno de la palabra; creerlo así sería entender mal la salvación de Jesús. Pero al perdonar Cristo el pecado, da la curación interior y el acceso a la corriente de vida que incesantemente corre por su Iglesia.

Surge la pregunta y la decisión final: ¿nosotros cómo nos sentimos, qué es lo que queremos y buscamos? ¿Estamos en sintonía con Jesús, que se hizo uno de nosotros, para acercarnos a Él o estamos sólo a nuestro propio interés?

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