Diario de León
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León

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Piden para el filandón votos y relumbreras que atrapen su declaración de « patrimonio inmaterial de la Unesco », mira tú qué honor... tan inmaterial en este caso, que es inexistente, difunto, ni resuella. ¿Dónde se celebra hoy un solo filandón con las características y función que tuvo en la tradición popular?... ¿y qué significará si se concede el tal título?, ¿habrá que desenterrarlo y refundarlo; podrá celebrarse algún filandón que no sepa a teatrillo falso y puta subvención?...

Los que llenan la boca con un filandón (es palabra campana), ¿asistieron alguna vez en su vida a una de estas veladas en las que se esporpollaba lana para hilar madejas y palabreo o chismes para hilar fino?... lo primero era cosa de mujeres con huso; y lo segundo, también... los paisanos hablaban lo suyo, que era poco o nada y el resto del tiempo lo gastaban jugando a las cartas, forgando, bebiendo lo que hubiere, atendiendo el fuego y picardeando el ambiente... los guajes de la casa enredaban lo suyo un rato y ¡a la cama! tras un vaso de leche, sopa o sopapo.

En todas las culturas y tiempos hubo reuniones familiares o vecinales para matar la noche, hacer laboreos menudos y compartir calor de lumbre, especialmente en los reinos del invierno. Así se transmitía oralmente la vida y la fiesta, la muerte y los mitos. Es este aspecto, el filandón no es nada nuevo ni particular. Todos los paises del frío recuerdan su tradición nocturna del «todos juntos» -pregunta en Suecia o en Yugoslavia-, saraos familiares entreteniéndose en artesanías, charlas, juegos, lecturas, bailes... idéntico incluso ese rito de estos filandones cuando la mocedad reburdiada de ganas apagaba el candil o aguzo cegando la estancia y poniendo ojos en los dedos para ensayar un tiento a las mozas de palpar... y venga a reírse todos, menos las viejas con venablo maldiciendo a las tarascas que pendoneaban el aire con rabillo de miradas con anzuelo...

Pero llegó un día la radio estoqueando de muerte a la tradición filandera. El descabello lo puso después la tele y el filandón acabaría en el desolladero de la plaza... patí la oreja, pamí el rabo.

Así las cosas, sólo cabe echarle un digno responso para honrar a un difunto que jamás resucitará. Su tiempo y su sentido también murieron de todo.

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