Diario de León

Gatos: mensajeros de lo sobrenatural

Los gatos han estado siempre envueltos en un halo de misterio, magia y esoterismo. Su presencia ha fascinado desde tiempos inmemoriales a distintas culturas. Son guardianes de secretos ancestrales. Desde lo sagrado hasta el más allá. Miles de leyendas para estos compañeros del hombre mágicos y protectores

Cristina Hernández-Unsplash

Publicado por
Daniel Galilea
Madrid

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El lado oculto y sobrenatural de los gatos está muy presente en la literatura, el arte y las antiguas tradiciones. Desde la antigua diosa egipcia Bastet, protectora de los felinos, hasta los gatos que acompañaban a las brujas en sus hechizos y rituales, estos pequeños felinos protagonizan muchas leyendas.

Animal mágico por excelencia, siempre ha estado rodeado de un halo de misterio», señala el investigador y escritor italiano Fabio Nocentini, que ha investigado y recopilado algunas de las facetas más ocultas y sagradas de los que considera como los «guardianes felinos de la espiritualidad y el misterio».

«Adorado como divinidad en el antiguo Egipto, considerado siglos más tarde una criatura diabólica al servicio de las brujas, rehabilitado a partir de la Ilustración, este pequeño felino sigue sorprendiéndonos por su carácter independiente y por la destreza, elegancia y sensibilidad que lo caracterizan», señala Nocentini.

A lo largo de sus investigaciones este experto ha comprobado como «épocas y culturas distintas han asociado muchos secretos al gato» convirtiéndolo en «un sujeto interesante para el estudio del pensamiento esotérico».

Se considera que el actual gato doméstico (Felis sylvestris catus) desciende del gato salvaje egipcio (Felis sylvestris lybica).

«En Egipto domesticaron los gatos salvajes que vivían a orillas del Nilo, con el fin de exterminar los ratones que infestaban los graneros. Y con el paso del tiempo, cada vez se veían más felinos domesticados en las viviendas, los templos y todos los edificios, donde los criaban con sumo cuidado», destaca.

«Los egipcios llamaban «myeu» al gato; y, cada vez que uno moría, el dueño y sus familiares se rasuraban las cejas en señal de duelo y respeto», comenta.

De hecho «ninguna cultura de la humanidad ha celebrado a «nuestro amigo de cuatro patas» con tanta intensidad como los antiguos egipcios, quienes erigieron grandes templos en su honor y les dedicaron a los gatos una ciudad entera».

Tal era la adoración que los egipcios sentían por estos animales que «sus artistas y artesanos creaban sin cesar estatuas, pinturas y bajorrelieves, colgantes y amuletos en forma de felino», mientras que «los rituales de adoración a divinidades vinculadas a los gatos eran habituales, formaban parte integrante de la vida cotidiana», enfatiza Nocentini.

«Podemos afirmar que, para la civilización del antiguo Egipto, el gato fue un animal sagrado al que criaban con sumo cuidado, honraban y mimaban como encarnación de las fuerzas superiores», recalca.

«Esta civilización consideraba al gato un animal mágico, con poderes ocultos y habilidades psíquicas: sus ojos, que reflejaban la luz y veían en la oscuridad, tenían el poder de alejar el mal y mantener el sol en su lugar en el cielo; además, le atribuían la facultad de ver el futuro y de propiciar la buena suerte».

En otras partes del mundo, también veneraban al gato como animal dotado de poderes especiales o como símbolo de energías superiores, a veces, con características negativas, por lo cual lo rechazaban y temían, pero, en la mayoría de los casos, otorgándole el rango de talismán, de espíritu protector o de auténtica divinidad, según Nocentini.

Explica que a lo largo de la historia ha habido importantes divinidades vinculadas a los felinos, como Bastet, «la principal diosa egipcia de los gatos, que simboliza la feminidad, la sensibilidad y la magia, y protege a los niños, el amor, la fertilidad, a la familia y la casa».

«Mihos, el hijo de Bastet, era un dios leonino que simboliza la valentía y la habilidad en la batalla, y protege todas las prácticas mágicas e incentiva el poder personal y la seguridad en uno mismo», añade.

En Asia, el gato es el animal simbólico de Shasti, la diosa india de los embarazos, la maternidad y los hijos, según Nocentini.

En Europa «el gato doméstico y el lince estaban consagrados a Freya, la diosa nórdica del amor y la belleza, que era invocada en prácticas de magia relacionadas con el amor, la pasión, la intuición y la adivinación», puntualiza.

Aunque «el concepto del gato como espíritu supervisor en los entornos domésticos se remonta al antiguo Egipto, hoy en día sigue vigente la opinión de que este animal está más unido a la casa que al dueño, lo cual potencia la función de protector del hogar que tradicionalmente se le ha atribuido», según apunta este autor.

De hecho, muchas personas consideran que «el gato puede ayudarles a armonizar el espacio donde viven gracias a su capacidad para dirigir y transformar todo tipo de energías», de acuerdo a Nocentini.

El autor de «Los gatos y el más allá» ha recopilado una serie de historias documentadas, que sugieren que «los gatos poseen y dominan una serie de dotes misteriosas, así como una amplia gama de percepciones extrasensoriales: telepatía, sensibilidad meteorológica, intuiciones sobre las necesidades de su dueño, comunicación con las plantas, capacidades terapéuticas y varios tipos de previsiones».

El gato Oscar (c. 2005-2022), que vivía en el Centro de Rehabilitación y Enfermería Steere House, un sanatorio para enfermos terminales de Provindence, Rhode Island, Estados Unidos, era capaz de prever con varias horas de antelación la muerte de los pacientes, según Nocentini.

«Este animal entraba y salía de las habitaciones de los enfermos, y, cuando uno estaba a punto de morir, se acurrucaba a su lado en la cama, en actitud afectuosa, le daba golpecitos con el hocico y se quedaba a su lado hasta el momento del fallecimiento», apunta.

«Esta capacidad del gato permitía a los sanitarios llamar a los familiares del paciente para que pudieran acudir a darle el último adiós. En 2015 se confirmó que, hasta ese momento, Oscar había realizado al menos cien predicciones, sin equivocarse», destaca.

Nocentini también ha investigado el caso de Andrea Metzger de Bempflingen, en Alemania, quien relató que en mayo de 1994 se estaba relajando en el balcón de su casa junto a su gata persa Klaerchen, mientras su hija de 11 años daba un paseo en bicicleta con una amiga. 

De repente, la gata Klaerchen se sobresaltó, chilló como nunca lo había hecho, corrió al salón y se detuvo junto al teléfono. Poco después, la familia recibió una llamada en la que se les informaba de que la niña había ingresado en el hospital tras un accidente grave, según este autor.

También ha sido notable el caso de «Hedwig Ritter, de Zúrich (Suiza), que tenía un gato cartujo, al que toda la familia quería mucho, pero que sin embargo mostraba una clara preferencia por el marido de la señora», según Nocentini. 

Relata que la pareja fue a Dinamarca durante las vacaciones de verano y dejó al gato en una pensión para animales. El marido de Hedwig murió inesperadamente de un infarto en Dinamarca, y ella tuvo que regresar a Zúrich. 

«Cuando fue a recoger a su gato cartuja, le contó la desgracia a la dueña de la pensión para animales, y esta le dijo que sabía con exactitud el día y la hora de la muerte del fallecido, sin que nadie de la familia la hubiera informado», señala el autor italiano. 

«Es que en el momento fatídico, el gato se había escondido detrás de un mueble y había emitido un extraño lamento mientras le temblaba todo el cuerpo y se notaba que estaba sufriendo muchísimo», según relató aquella mujer y ha documentado Fabio Nocentini.

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