Diario de León
Humera Safir en José Aguado, centro en el que se especializará en Medicina de Familia después de rotar en el hospital.

Humera Safir en José Aguado, centro en el que se especializará en Medicina de Familia después de rotar en el hospital.

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ana gaitero

LEÓN

En los años 70 faltaban mineros para trabajar en las cuencas leonesas. Safir Muhammad emigró desde Pakistán hasta La Vid de Gordón para sacar carbón. Era un joven lleno de energía. Hace siete años falleció por las secuelas de la silicosis. Su hija mayor, Humera Safir, acaba de cumplir su sueño.

Con 24 años cumplidos acaba de iniciar su primer año de MIR en la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria después de licenciarse en Medicina en la Universidad de Oviedo. Humera Safir llegó a León con 12 años cumplidos y sin saber una palabra de español.

Su padre logró traerles, a ella, a su madre, Tahira Habeen, y a sus cuatro hermanos, después de una larga batalla burocrática en la que se involucraron los vecinos de La Vid, el sindicato UGT y el entonces senador del PP, Alfredo Prada. La trayectoria de esta familia pakistaní es un ejemplo de integración. Humera terminó los estudios primarios en el colegio público San Claudio y la secundaria y el bachillerato en el instituto Padre Isla. «Tuve suerte y entré en Medicina; hay que estudiar mucho, sí, pero cuenta el factor suerte», asegura esta joven que profesa la religión de Mahoma pero no necesita llevar velo y llora «como una Magdalena», según sus propias palabras, cuando se emociona o apena. Esta joven pakistaní —toda la familia espera con paciencia la nacionalidad española después de doce años de residencia en León— asegura que desde pequeña sintió la atracción por la medicina. «Tengo familia y me gusta ayudar a las personas. La forma más objetiva que veo de ayudar es a través de la medicina».

Después de mucho pensarlo eligió la especialidad de medicina de familia porque «veo al paciente como un todo» y concibe cree que en la Atención Primaria se forman para ser «especialistas en personas». Después de seis años de carrera y siete meses de preparación del MIR «no voy a decir que es fácil; es una carrera dura, pero hay que persistir».

Las dificultades han reforzado su vocación, pese a que hay algo que no llevaba muy bien: «Hay mucha competencia». El apoyo de la familia y la ayuda inestimable de una amiga que vive en Asturias, Teresa García Ferreiro, han sido sus puntales. Lo mismo que Raquel y su familia en La Vid. A la gente de este pueblo minero le debe, asegura, su fluidez con el castellano: «Cuando llegamos vivíamos en el pueblo y había muchas personas mayores: nos hablaban todo el tiempo y nos trataron con cariño. Eso nos ayudó». Se siente 50% española y 50% paquistaní. Prefiere, eso sí, ejercer en España. A su país sólo regresaría para una misión de cooperación.

Humera Safir ya ha hecho sus primeras guardias en el Hospital de León, donde realiza la fase rotatoria antes de incorporarse a la formación específica como médica de familia en el centro de salud José Aguado.

Miedos superados

Y ya ha superado el miedo a los comienzos. «Me vendrá una persona y lloraré como una magdalena porque no sabré lo que tiene», pensaba antes de enfrentarse a su primer paciente. Lejos aún de la seguridad implacable del doctor House —no sabe si en la vida real habrá médicos así— enfundada en su bata blanca se debatía en la incertidumbre: «No sabes si va a ser amable o borde, si te va a contestar o va a pasar de ti».

Como la actitud cuenta, ella opta por mostrarse «tranquila para transmitírselo al paciente» y además sabe que «los médicos y los residentes mayores te van a ayudar». Humera Safir ya pasó por la experiencia más dura antes de iniciar el MIR. Hacía prácticas en la unidad de cuidados paliativos de Oviedo y se se murió un paciente. «¿No se puede hacer nada?», preguntó. «Sentí una impotencia muy grande».

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