Diario de León

«Caminar 30 minutos al día tiene igual efecto que un ansiolítico en casos leves»

-María Inés López-Ibor. Catedrática de Psiquiatría UCM

María Inés López-Ibor. BENITO ORDÓÑEZ

María Inés López-Ibor. BENITO ORDÓÑEZ

León

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La doctora María Inés López-Ibor, catedrática y directora del departamento de Psiquiatría en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) pronunció una conferencia magistral en León el jueves 26 de octubre invitada por el Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de la Asociación Salud Mental León en el salón de actos del Ayuntamiento de León. Este comité está integrado por personas usuarias de la asociación, conocida popularmente por su nombre antiguo de Alfaem,  que participan activamente en su gestión y diseño de actividafes.López-Ibor, descendiente de una saga de psiquiatras pioneros en España habló de salud mental y de  los avances de la psiquiatría, la cenicienta de las ciencias médicas, en los últimos treinta años. López-Ibor, que lleva la vocación en el ADN como  hija, nieta y sobrina de eminentes psiquiatras, es muy conocida y reconocida como divulgadora científica en salud mental y es autora del libro En busca de la alegría. El camino para alcanzar una vida (bien) vivida. Y es que la Psiquiatría, subraya, combina como ninguna otra especialidad, la ciencia médica con la filosofía y las humanidades. 

 —Dedicándose a la docencia en Medicina y Psiquiatría, ¿qué le llevó a escribir un libro sobre la alegría?

—Mi línea de investigación era sobre la tristeza y dónde está el límite entre la tristeza y la depresión. Pero me di cuenta que la alegría no es solo lo contrario a la tristeza y hay más cosas. Muchas veces potenciando aquellos sentimientos o pensamientos positivos podemos ayudar a prevenir la aparición de enfermedades o potenciar nuestra sensación de bienestar. Por eso escribí un libro sobre la alegría.

—¿Se puede hablar de alegría en estos tiempos tristes de guerras y de crisis como la climática que ha llevado incluso a nuevos diagnósticos como la ecoansiedad?

—Es verdad que estamos en un momento de incertidumbre. El mundo está cambiando y las situaciones que estamos viviendo ni siquiera las habríamos imaginado. Pero a pesar de eso hay cosas que nos están sucediendo cada día, que pueden ser incluso buenas. Son pequeñas cosas, desde una conversación con un amigo a que nuestros hijos estén bien, a las que podemos prestar atención para no fracasar. Podemos tener muchos sentimientos en el mismo momento y eso también hay que verlo para no quedarnos solo con lo negativo.

—¿Hay que cultivar la alegría? ¿Qué recomendaciones va a dar a los leoneses que la escuchen en su charla?

—Hay que entrenarla. Aprender a ver las buenas cosas. Hay trabajos que demuestran que los sentimientos negativos ocupan mucho más lugar en el cerebro que los positivos. Pero otra tesis es que también podemos hacer que los positivos formen parte de nuestra biografía. Que los vivamos, los sintamos y los recordemos para que al final, a lo largo de nuestra vida, tengamos la sensación de que ha sido bien vivida. Pero vamos a tener sufrimiento. No es posible evitarlo.

«Si no entendemos una conducta pensamos que tiene que ser un trastorno, pero a veces es maldad»

—¿Se puede conseguir la felicidad con la alegría?

—La felicidad va asociada a un logro y es absoluta. Cuando consigues algo que te hace feliz, al día siguiente quieres otra cosa. Y para tener la felicidad tendría que estar todo bien siempre. Y eso no es posible. Siempre vas a tener una preocupación, un sufrimiento o un temor por algo. Lo que creo es que sí podemos potenciar la alegría, no tanto la felicidad.

—Como académica, ¿cree que la psiquiatría está al mismo nivel de consideración que otras disciplinas científicas? ¿Se investiga lo suficiente?

—El avance en la psiquiatría en los últimos treinta o cuarenta años es impresionante. Hemos conseguido, con técnicas de neuroimagen, por ejemplo, entender cómo funciona el cerebro en distintas áreas que ayuda a entender cómo funcionan distintas enfermedades. También ha avanzado mucho la genética y las bases neurobiológicas del conocimietno de la neurobiología de las enfermedades mentales y está haciendo que los tratamientos sean mucho más específicos, más concretos y estén dando unos resultados mucho mejores. Se sigue investigando muchísimo no solo para diagnosticar las enfermedades, sino también para darles el tratamiento adecuado y la dosis adecuada. 

—También se han establecido nuevos diagnósticos que antes iban englobados juntos.

—A medida que avanza el conocimiento y la sociedad, porque nuestra especialidad está relacionada con aspectos sociales, pueden ir apareciendo nuevos trastornos como las dependencias a las nuevas tecnologías. A medida que avanza el conocimiento vamos distinguiendo enfermedades que antes las podíamos agrupar, por ejemplo, en el ámbito de la psicosis y ahora sabemos que son diferentes. O el trastorno bipolar, que antes simplemente era un trastorno del ánimo y ahora sabemos que tiene una entidad y unas bases neurobiológicas distintas. O el trastorno obsesivo compulsivo... hace que las clasificaciones se vayan actualizando.

—Durante y después de la pandemia se empezado a hablar más de salud mental. ¿Cómo cataloga la situación?

—La pandemia era algo para lo que nadie estaba preparado y ha habido un montón de personas que han presentado síntomas  de ansiedades. Lo que no está claro es que hayan aumentado los trastornos. La gente lo ha podido soportar bien y hemos vuelto a la vida con bastante normalidad. Otra cosa es que haya personas que les haya afectado más porque han perdido a familiares, porque hayan trabajado en primera línea, porque tenían patologías de antes... Esas personas sí que han recuperado su salud mental. En general estamos recuperándonos bastante bien, salvo personas que a lo mejor no tenían todavía las estrategias para afrontar esto, como son los adolescentes. Porque son jóvenes y no tienen desarrollada ni evolucionada su capacidad de afrontar las tensiones de la vida.

«La salud mental se cultiva con las tres fortalezas platonianas: templanza, justicia y prudencia»

—¿Diría que también hace falta un cambio social —de una sociedad competitiva a una más centrada en el bienestar de las personas— que aminore las causas del deterioro de la salud mental?

—La salud mental se define como ese estado de bienestar físico, psicológico y social en el que uno es consciente de sus capacidades y limitaciones frente a las tensiones normales de la vida y es capaz de contribuir a la sociedad. Es verdad que todos tenemos que potenciar y lograr esa sensación de estar bien. Lo que no hay es que evitar el sufrimiento.  Es necesario. Si yo no sufro, o no estoy triste porque rompo con mi pareja es que mi pareja no me importaba. Si no estoy angustiada porque tengo un trabajo importante, es que no me importa. Lo que hay es que aprender a hacer esos duelos. Todo eso se trabaja a lo largo de la vida.

—¿La alegría está a expensas de factores externos como la climatología?

—Claro que influye. Cuando hay sol aumenta la liberación de neurotransmisores relacionados con el ánimo. Por ejemplo, aumenta la liberación del triptófano que se transforma en serotonina. Por eso nos encontramos mucho mejor en épocas donde hay sol y los días que no hay más tristes.

—¿Hay que poner más color a la vida en esos días nublados?

—Hay que poner más color a la vida. Inconscienteme, el día que estamos más tristes nos ponemos colores más oscuros y el día que hace más sol, más claros.

—Los médicos de familia alertan del alto de consumo de psicofármacos en España. ¿Cómo habría que reducirlo?

—Es cierto que el consumo de psicofármacos ha aumentado. Una parte es porque hay más síntomas de ansiedad y otra es quizá porque la sociedad demanda tratamientos muy rápidos

Lo más importante sería no automedicarse y buscar siempre el tratamiento recomendado por un médico y además cuidarnos (ejercicio, dieta, hábitos saludables) que hacen que podamos disminuir la dosis

Hay estudios que demuestran q caminar 30 minutos a diario tiene el mismo efecto que un ansiolítico en casos leves.

—El suicidio es uno de los problemas que se está visibilizando en la sociedad actual. ¿Su aumento tiene que ver con un empeoramiento de la salud mental?

—Las causas por las que está aumentando son complejas y unas tienen que ver con el aumento de síntomas ansioso depresivos, la incertidumbre y otras son todavía difíciles de ponderar

En los jóvenes hay muchos factores que también pueden estar influyendo.

—El sistema está desbordado para atender la salud mental en general y la infanto-juvenil en particular. ¿Qué propuestas de mejora existen?

—Yo creo que los sistemas están desbordados y es verdad que hay que hacer una nueva planificación a muchos años vista para prestar atención. Pero, como en todo, es importantísima la detección precoz: en casa, en los colegios, en los institutos... Si se va pronto al médico, con los primeros síntomas, el médico de cabecera puede ser capaz de tratarlos y cuando los trastornos son más graves acudir al psiquiatra. Hay que detectar los problemas a tiempo y promocionar hábitos que nos ayuden a mantenernos en bienestar. Eso es importantísimo, Igual que cuidamos la salud física hay que cuidar la salud mental. Hay que dedicarle tiempo y esfuerzos a aprender a gestionar nuestra impulsividad, nuestras emociones, darle importancia a lo que la tiene trabajando las fortalezas básicas que decía Platón —la prudencia, la templanza y la justicia— e integrarlo en nosotros mismos. Y luego cuidar el cuerpo porque todo lo que cuida el cuerpo, cuida la mente.

—¿Su genealogía fue definitiva para su vocación?

—Algo hay en los genes (risas). Primero fue mi abuelo, luego mi padre y tengo tres tíos psiquiatras. Siempre de pequeña me ha interesado mucho el mundo de la medicina, pero también me ha interesado el mundo de la filosofía, el conocimiento del ser humano. Y la psiquiatría combina esa parte de ciencia médica, pero también de humanidades, como ninguna otra especialidad. Entre los genes y que me gustaba descubrí mi vocación y tuve la suerte de tener esa vocación.

—¿Por qué cuando se trata de enfermedades mentales graves todavía ponemos etiquetas?

—La enfermedad mental es como todas. Hay enfermedades leves, moderadas, graves o muy graves. El problema es que cuando alguien es diagnosticado con una enfermedad mental grave todo el comportamiento se atribuye a la enfermedad. Si un día está irritable ya pensamos que no se ha tomado la medicación. Eso forma parte del estigma de estas enfermedades. Si empezamos a hablar de la salud mental no con una cierta normalidad, porque son enfermedades que dan sufrimiento, pero sí con la visión de que tiene tratamiento, más eficaz o no, tendremos menos miedo, porque todo lo que desconocemos nos produce miedo.

—¿Qué investigaciones realiza o dirige ahora que le apasionan especialmente?

—Hay dos. Una de ellas es tratar identificar factores de bienestar emocional en los colegios para poder enseñar a las familias y a los profesores para identificar aquellas cosas que pueden potenciar el bienestar emocional. Otro más sofisticado que tiene que ver con los trastornos del comportamiento alimentario. Muchas de estas personas, en especial las que padecen anorexia y bulimia, no son capaces de identificar sus señales corporales de hambre y saciedad, no es solo una distorsión de la imagen corporal. Hay una parte más emocional o más primaria y si identificamos esto podemos obtener tratamientos más específicos y eficaces.

—¿En qué lugar está quedando la Psiquiatría dentro de todas las profesiones que intervienen en la salud mental?

—Somos todos necesarios y complementarios. Muchas veces los psiquiatras tenemos que diagnosticar si esa ansiedad es un trastorno o se debe a un hipertiroidismo. El psicólogo hace la rehabilitación de esas rehabilitaciones con terapia conductual o cognitiva. El trabajo social porque una parte de la salud mental es tratar de incorporar a las personas a un trabajo o a una actividad porque nos ayuda a estar bien. 

—Cuando alguien comete un crimen brutal, de violencia machista o de otro tipo, se tiende a decir que esa persona ‘está trastornada’ o ‘loca’. ¿Se confunde la maldad con la enfermedad mental?

—Tendemos a pensar que todo el comportamiento que no entendemos tiene que ser un trastorno. No es así. Hay personas que hacen el mal sabiendo que hacen el mal, sabiendo las consecuencias que va a tener para la otra persona y no tienen ningún trastorno. Yo preferiría que no se tratase de medicalizar o psiquiatrizar todo aquello que no entendemos. 

—De lo que supuso Freud en el mundo de la salud mental, ¿Qué queda vigente?

—Freud nos hizo entender que había una parte inconsciente, que nuestra parte instintiva era importante. Esa capacidad de introspección, de mirar hacia dentro, fue uno de sus principales logros. Pero que los instintos condicionen toda nuestra vida es una parte en la que no estoy tan de acuerdo. El ser humano tiene una capacidad a la que Freud no prestó mucha atención, que es la intencionalidad. La capacidad de modificar esos aspectos de la vida que no tienen los animales. Con esa introspección se pueden identificar los traumas. En la  época de Freud fue importante porque no se contaban las cosas, pero hoy en día los identificamos. Nos ayudó mucho. Cambió la perspectiva de la Psiquiatría hace 100 años y ahora hemos ido evolucionando.

Su visión del mundo

María Inés López-Ibor es una de las tres únicas catedráticas de Psiquiatría que hay en España. Una cifra que es el resultado, en parte, de que en su época «éramos pocas mujeres», pero que cree se corregirá en poco tiempo con la feminización de la profesión y la mayor preferencia de las mujeres por la especialidad.

De su etapa estudiantil recuerda que también «teníamos mucho estrés y mucha competencia». Al MIR «nos presentábamos 22.000 personas para 1.800 plazas. Ahora terminan unos 8.000 alumnos y hay 7.000 plazas». Sin embargo, admite que ahora «la sociedad es más compleja» y los estudiantes «viven una incertidumbre, una pandemía, que nosotros no vivíamos. Nos centrábamos en nuestros estudios y teníamos más estabilidad como sociedad».

Prefiere la palabra compasión a la de empatía. «Es la capacidad de ponerte en el lugar de la otra persona, entender lo que está viviendo y además acompañarle en ese sufrimiento». Pero en cualquier caso, trabajar más estas actitudes mejoraría el mundo. Más allá de las religiones, «el ser humano es mucho más feliz cuando ayuda a los demás. Con nosotros mismos siempre somos unos eternos insatisfechos».

No ve signos de que este sea el camino en la política actual. «Hay mucha crispación, pero también sé que no es lo que queremos las personas. Queremos que todo sea más razonables y volvamos a ser capaces de convivir con ideas diferentes respetándonos todas». 

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