Diario de León

El club de los excelentísimos borrachos

Carlos Janín publica un diccionario etílico por el que desfilan personajes leoneses como la familia Panero

Un hombre pasa junto a la obra ‘Los bebedores de ajenjo / Los venidos a menos’, de Henri Fantin-Latour.

Un hombre pasa junto a la obra ‘Los bebedores de ajenjo / Los venidos a menos’, de Henri Fantin-Latour.

León

Creado:

Actualizado:

El camino que conduce desde la Filología Románica a un diccionario de Excelentísimos borrachos se percibe con visión borrosa y lleno de tabernas. Sea como fuere, Carlos Janín ha creado un ‘Jardín de las delicias’ lleno de ilustres bebedores, empezando por la familia Panero al completo. Por las páginas de este etílico libro desfila una amplia parroquia de leoneses, desde Juan del Encina a Andrés Trapiello. La literatura está llena de notables borrachines, como Hemingway, a quien en La Habana le atribuyen haber creado uno de los cócteles más famosos: el daiquiri (en Cuba se pronuncia con tilde en la última i).

Las últimas palabras del poeta galés Dylan Thomas fueron: «Creo que he batido un récord». El autor de El doctor y los demonios fallecía acto seguido, tras ventilarse dieciocho whiskies seguidos en su local favorito, el White Horse Tavern, en Nueva York. Son algunas de las historias que relata Janín en su divertida enciclopedia, publicada, como es habitual en la editorial Reino de Cordelia, de forma impecable.

«Muy a menudo, los alcohólicos son hijos de padres alcohólicos», explica el autor, como es el caso de Leopoldo Panero y sus retoños. Janín dedica una amplia entrada a esta peculiar familia astorgana, bajo el título ¡Vaya panda!. Del patriarca de la saga dice que fue «un padre franquista y poeta oficial del régimen, ferviente admirador de José Antonio». La madre, Felicidad Blanc, «su esposa desgraciada», cuenta su vida «con los borrachos de su maridos e hijos en Espejo de sombras». Y los tres hijos de ambos, «a cuál peor, más o menos poetas, más o menos borrachos y drogados».

Este preludio tan prometedor no defrauda el relato que prosigue a continuación. No olvida al hermano de Leopoldo, Juan, que aunque alférez y muerto en plena guerra, «solo fue víctima de un accidente de tráfico». Recuerda Janín que esta saga «entre ridícula y trágica» fue revelada al público en El desencanto, la célebre película dirigida en 1978 por Jaime Chávarri. «Que muchos interpretaron como sesión de psicoanálisis de toda una generación, y, en todo caso, como unánime arreglo de cuentas edipiano».

Los hermanos Juan Luis, Michi y Leopoldo María Panero. J.J. GUILLÉN

Los hermanos Juan Luis, Michi y Leopoldo María Panero. J.J. GUILLÉN

De la pasión del padre por el alcohol, junto a un compañero de whiskies, el poeta Luis Rosales, escribe Juan Luis Panero: «El asunto de la bebida ha dado ya mucho que hablar. También se han comentado tus proezas en los burdeles... Sin embargo, para la Historia ya eres cristiano viejo, caballero de Astorga, esposo inolvidable, paladín para los justos».

Janín cita el pacto que suscribió Antonio Martínez Sarrión con el loco oficial de la familia, Leopoldo María, «de no beber nada de alcohol durante nuestros encuentros». El benjamín, Michi, no sale mejor parado. De él escribió Enrique Vila-Matas que «tenía aburrimiento (ennui, dicen los franceses). Lo tuvo casi toda su vida. Bebía para no aburrirse o tal vez para aburrirse más».

Una de las mejores definiciones sobre el alcoholismo la da Francisco Umbral, el periodista que en el Diario de León se dio cuenta de que podía vivir de escribir. «Alcohólico es todo aquel que bebe más que su médico», decía. También explicó que «se bebe para olvidar y cualquier bebida vale. Luego se olvida todo, efectivamente, menos lo que queríamos olvidar».

El milenarismo de Arrabal

El índice onomástico de personajes dignos de mención entre los Excelentísmos borrachos ocupa nada menos que 21 páginas —por solo cinco que ocupa el índice de bebidas alcohólicas citadas—, lo que significa que o bien el diccionario es completísimo o que las grandes obras de la literatura son fruto de la embriaguez. Llegados a este punto, una notable ausencia es la del gran Fernando Arrabal, que protagonizó la borrachera más famosa de la historia de la televisión. En 1989, en el programa El mundo por montera, presentado por Sánchez Dragó, el dramaturgo, visiblemente embriagado, empezó a hablar del «milenarismo» dando tumbos y tropezando con la mesa del plató. La culpa, dicen, la tuvo el chinchón.

Según la definición de Francisco Umbral, «alcohólico es todo aquel que bebe más que su médico»

EXCELENTÍSIMOS BORRACHOS Carlos Janín Reino de Cordelia. 512 páginas. 28,50 euros.

EXCELENTÍSIMOS BORRACHOS Carlos Janín Reino de Cordelia. 512 páginas. 28,50 euros.

El libro, en cambio, incluye amplia coctelería, tabernáculos y recetas como la de Juan Benet, el ingeniero que construyó el pantano que anegó el pueblo de Julio Llamazares y creador de un territorio imaginario llamado Región, ubicado en esta provincia. Benet relata en El aire de un crimen: «Echó un trago de la bota, que contenía una mezcla de vino y aguardiente». Aparte de Hemingway, maestro coctelero, el autor del diccionario no olvida a James Bond, el agente 007 de las novelas de Ian Fleming, encarnado en la pantalla por Sean Connery y luego por no pocos herederos, que hizo famoso su ‘vodkatini’, variación del dry martini, en el que se sustituye la ginebra por vodka en idénticas proporciones.

Hablando de mezclas, la del alcohol y tabaco es, según el autor del diccionario, «una suprema combinación, abominada con muchísima razón por los higienistas, médicos y gente sensata. Por eso mismo, tal vez, numerosos son los consumidores de ambos venenos, que, al igual que los místicos por otras vías, alcanzan así el éxtasis».

El fraile y el tequila

Fray Bernardino de Sahagún aparece en el diccionario vinculado a la planta de cuya destilación se extraen el mezcal y el tequila. «Los ancianos informadores que Fray Bernardino de Sahagún reunió para llevar a cabo su investigación y redactar su libro conservado en el Códice Florentino, y más adelante refundido en su Historia general de las cosas de la Nueva España, llamaban al pulque con una palabra náhuatl que significa ‘cuatrocientos conejos’. No menos eran los dioses o genios que pululaban en la bebida y que, como es de suponer, hacían estragos en la mente de su consumidor», relata Janín en el diccionario.

En la Movida, época de excesos y estragos, en aquellos años ochenta que coincidieron con la Transición, los jóvenes ansiosos de apurar la libertad se lanzaron al ‘matadero’ de las drogas y el alcohol. Fueron decenas los músicos, artistas y escritores que no salieron vivos de aquella experiencia letal, como Antonio Vega, de ascendencia leonesa.

De los nombres de las bebidas se han encargado a veces los poetas y escritores y de decorar sus etiquetas los pintores; entre ellos, el leonés Eduardo Arroyo, que aceptó un encargo de las bodegas Enate.

«A menudo, los alcohólicos son hijos de padres alcohólicos, como es el caso de Panero y sus retoños»

Aunque resulte ‘rebuscado’, hasta el mismísimo San Isidoro encuentra acomodo en el diccionario. El libro XX de sus famosas Etimologías, suma del saber de su tiempo y fuente de regocijados hallazgos, trata de las Provisiones y utensilios domésticos y rústicos, y en él el santo obispo cita todas las bebidas conocidas, empezando por el agua, que como buen moralista, recomienda. El vino aparece en todas sus variedades y formas de presentación: puro o ‘mero’, mosto, rosado, blanco, ambarino, limpio o turbio, aguado, con miel o ‘mulso’, aguachirle, que es agua con heces de vino, cocido, etc. También aparecen la sidra y la cerveza. A la sidra la describe como «toda bebida que, además del vino, puede causar embriaguez». San Isidoro explica cómo obtener cerveza a partir de los cereales.

La lista de escritores es infinita y también Carlos Janín cita a innumerables reyes y nobles. Pese a la ‘tiranía’ de los caldos franceses durante siglos, el monarca galo Luis XIV no quería otro alimento en su lecho de enfermo que bollos tiernos y vino fondillón de Alicante.

Recuerda que el apocalipsis, tal y como lo conciben los profetas hebreos, es la falta de vino. Así lo proclama Isaías: «Perdiose el vino, enfermó la vid, gimieron todos los que eran alegres de corazón. Cesó el regocijo de los panderos, acabóse el estruendo de los exultantes, calló la alegría del arpa. No beberán vino entre cantares, las bebidas serán amargas a los que las bebieron».

Entre las espléndidas pequeñas ilustraciones del libro figura el vendimiador del Panteón Real de San Isidoro. Y entre las célebres borracheras, el editor Jorge Herralde cita la primera presentación de un libro de su editorial, Anagrama, que tuvo lugar en 1970 en el pub Tuset y acabó en «una memorable borrachera».

De la Generación del 50, también llamada Grupo Poético de los 50, Juan Marsé sostuvo que «las características más gozosas que identifican a estos autores entre sí son la ginebra y las putas».

tracking