Diario de León

«El nacimiento es fruto del azar»

l Le Clézio presenta la novela ‘Canción de infancia’, sobre sus años como niño de guerra

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León

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pablo zorrilla

El lugar de nacimiento es fruto del azar», reflexiona el premio Nobel de Literatura francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, y por esa razón admite no haber tenido nunca la sensación de arraigo, aunque sí se identifica «con quienes marchan para huir». «No me cabe ninguna duda de que su contribución a las culturas de Europa será una de las aportaciones más fructíferas de estos tiempos», afirma Le Clézio en una entrevista con Efe sobre su última obra, Canción de infancia (Editorial Lumen), un canto al independentismo emocional y un relato sobrecogedor de los primeros años de su vida como niño de la guerra.

Originario de una familia de Bretaña emigrada a la isla Mauricio en el siglo XVII, Le Clézio (Niza, 1940), es uno de los novelistas más leído y considerado en Francia. Hasta 1970 vivió entre África del Norte, Asia y América, y en ese año se instaló en México, trasladándose a Albuquerque, en el estado de Nuevo México (Estados Unidos), posteriormente, donde hoy trabaja como profesor de literatura francesa.

El escritor lamenta que la mayoría de sus contemporáneos, y especialmente los gobernantes, no piensen como él sobre la inmigración, uno de los grandes temas de nuestro tiempo, y se pregunta si tendrán razón impidiendo el desplazamiento de los migrantes, pues para él, «superar obstáculos y cruzar fronteras» es «inherente a la naturaleza humana».

LA MIRADA DE UN NIÑO

En Canción de infancia, Le Clézio, a través de dos cuentos unidos entre sí, habla de la pertenencia, el amor a la tierra y el descubrimiento del mundo a través de la mirada de un niño. Tomando el testigo de familiares, no tiene la certeza de que lo que describe en el libro haya sucedido: «Algunas sensaciones fuertes como el hambre o el impacto de la bomba junto a nuestro edificio en Niza sí que fueron reales, pero entonces no sabía que se llamaba guerra», confiesa.

«He sido, en general, un migrante económico. Viajar, desplazarse, descubrir al otro, adaptarse, aprender otro idioma, me proporciona una gran satisfacción. Disfruto con algunas situaciones paradójicas como escribir sobre el océano en Albuquerque, o revivir mis emociones de África desde un cubículo sin ventanas de la Biblioteca Nacional de París», asegura. También es consciente de haber «tenido la suerte de compartir la vida de mi esposa, una mujer del Sahara que representa para mí la expresión más auténtica de la fuerza de los desplazados». «Se llevan consigo no la tierra, sino el espíritu de su país de origen, y consiguen conciliar mundos muy diferentes», afirma.

El autor asume los nacionalismos como «un sentimiento muy fuerte, que puede rechazar al otro o invitar a compartir», y que le atrae cuando experimenta emociones de su infancia en lugares que han sobrevivido al tiempo, pero que en realidad no comparte. En las sociedades modernas, explica, «las mujeres sufren una grave amenaza porque se aplica una doble vara de medir. Por un lado, se reivindica la libertad, convertida en una especie de tótem, y por otro, impera la violencia en todos los niveles, en los espectáculos, las palabras, los discursos…». Pese a haber vivido en unas cuantas, Le Clézio admite no ser experto en ciudades, aunque le parecen algunas como Estocolmo más equilibradas que otras como Londres o París, «difícil y áspera excepto por la noche». Ese equilibrio, dice, «es cuestión de calor humano»., de espacio, de suavidad en el colorido, de redondez en los ángulos. Cuestión de imaginación».

Y también reflexiona sobre el impacto de la pandemia del coronavirus en nuestras vidas: «parece evidente que deberíamos sacar consecuencias de esta desgracia y estrechar los vínculos que nos unen, aprender a ser prudentes, respetar la vida. Viajar menos, soñar más. Es un vasto programa…»

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