Diario de León

ENTRE NEANDERTAL Y SAPIENS

Siempre nos hemos considerado únicos, pero en el tiempo evolutivo nuestra singularidad no existía hasta ayer y, aun así, ahora solo quedamos nosotros. ¿Qué ha pasado? Tom Higham, una de las eminencias mundiales en el campo de la paleoantropología, ofrece una apasionante sinopsis y plantea nuevas e interesantes posibilidades sobre los contactos entre el Homo Sapiens y el Neardenthal

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El mundo antes de nosotros». (GeoPlaneta Ediciones) o el quién, qué, dónde, cuándo y cómo de la evolución humana, explicado con rigor, pero amenamente por uno de uno de los máximos expertos mundiales en la datación de fósiles prehistóricos, Tom Higham, profesor de Arqueología en la Universidad de Viena que lleva media vida trabajado en la irrupción del Homo sapiens y en su conexión con los Neandertales y otros humanos.

Higham nos lleva hasta la frontera de los descubrimientos recientes con un libro que es al tiempo apasionante y divertido. El lector encontrará, en estas 352 páginas, una historia sobre los hallazgos de dos décadas de trabajo de Higham con algunos de los fósiles más importantes y extraordinarios contado con un detallismo que lo hace apasionante y divertido. Nacido en Nueva Zelanda y de padre también arqueólogo, especializado en Sudeste asiático, Tom Higham fue también profesor de Arqueología en Oxford donde dirigió la Unidad Aceleradora de Radiocarbono, pero es mundialmente conocido por sus investigaciones en la datación de la extinción de los Nearthentales y la llegada de los humanos modernos a Europa. Especializado en la datación por radiocarbono en yacimientos arqueológicos mediante espectrometría con aceleradores, Higham lleva muchos años explorando el Paleolítico (Edad de Piedra), una fase fundamental de la evolución humana que abarca aproximadamente entre 300.000 y 40.000 años atrás; un período en el que nosotros, Homo sapiens, nos convertimos en lo que somos ahora.

Pero en este campo de investigación, como en la arqueología en general, los conocimientos han cambiado mucho en las dos últimas décadas: «y lo que ahora sabemos sobre nuestro pasado remoto difiere mucho de lo que creíamos durante las dos décadas anteriores». Es importante averiguar nuestros orígenes más remotos, y por eso en este libro conoceremos a los primeros antepasados humanos que «surgieron en África hace unos 250.000-300.000 años y por qué se extendieron al resto del mundo». Este trabajo es también una historia sobre hallazgos fortuitos, con frecuencia descubiertos por personas no especializadas: coleccionistas, mineros, cazadores, pescadores, gente que reparó en algo poco habitual —un hueso, un trozo de mandíbula o un fragmento de cráneo—, siendo algunos de estos fósiles de los más importantes de la paleoantropología.

Higham lleva media carrera profesional trabajado en la irrupción del Homo sapiens y en su posterior conexión con los Neandertales y otros humanos. El propósito de este estudio es ensanchar la historia de la evolución humana e investigar quiénes formaban estos grupos, así como plantear la pregunta de por qué solo quedamos nosotros.

En Europa y Asia central vivían los Neandertales, nuestros parientes más conocidos. Después, conforme la historia humana se extiende al este de Eurasia y el sureste asiático sabremos de otros miembros de nuestra familia descubiertos más recientemente, entre ellos los denisovanos; el Homo foresiensis, que solo vivieron en la isla indonesia de Flores; así como un nuevo pariente humano en la isla de Luzón, en Filipinas, descubierto en 2019, resume el antropólogo. «Conoceremos también al Homo erectus, un linaje humano mucho más antiguo que se remonta a unos 1,6 millones de años atrás, y hay que plantearse si pudieron haber sobrevivido más de lo esperado e incluso coincidir con nuestros antepasados humanos modernos cuando llegaron por primera vez al archipiélago malayo».

Después siguen los pasos de nueestros antepasados cuando penetraron en tierras desconocidas: Australia y Nueva Guinea, los bosques del sur de Asia y Sumatra, las regiones templadas septentrionales de Siberia y otros lugares. Pero: ¿hubo contacto?, ¿hasta qué punto?, ¿Intercambiamos genes?, ¿Qué compartimos?, ¿O simplemente los erradicamos para convertirnos en los últimos humanos sobre la tierra? y ¿Qué fue de aquellos parientes?

Pues bien, había cinco, seis, o incluso más tipos de humanos presentes en distintas partes del mundo. En efecto. La idea del origen africano de la humanidad se remonta a Charles Darwin, quien vaticinó que para encontrar a los antepasados de los humanos deberíamos explorar aquellos lugares donde habitan nuestros parientes vivos más cercanos, los grandes simios. «Sin embargo, no fue hasta la década de 1920 cuando los paleoantropólogos empezaron a ser conscientes del registro homínido fósil de África».

«En 1921 unos mineros descubrieron un cráneo antiguo en un lugar llamado Broken Hill (hoy Kabwe) en Zambia. El cráneo fue donado al Museo Británico de Londres, donde lo identificaron como una especie nueva y antigua llamada Homo rhodesiensis. Poco después, en 1924, Raymond Dart encontró el minúsculo cráneo conservado de un Australopithecus africanusde dos millones de años —el famoso Niño Taung— en Sudáfrica aunque en aquel momento no reconocieron inicialmente su importancia». Desde entonces, —añade Higham—, el registro fósil de nuestro género, Homo, y de otros parientes homínidos se ha incrementado notablemente con más ejemplos. Ahora sabemos que nuestro género surgió hace unos 2,5 millones de años en África, y que miembros posteriores de Homo, entre ellos el Homo sapiens, evolucionaron después en el mismo continente.

Cuenta Higham que fue un día de agosto de 1856, en un valle próximo a la ciudad alemana de Düsseldorf, cuando la historia de los orígenes de la humanidad cambió para siempre. Y fue, como otras veces, por un descubrimiento fortuito. El valle, o Thal, había sido durante muchos años una cantera de extracción de cal y el equipo de mineros que allí trabajaba había agotado los depósitos. Todavía quedaba por barrenar una zona: la faz de una pared rocosa con dos pequeñas cuevas situadas a 20 metros por encima del río. El acceso a las cuevas era muy difícil desde abajo, y por eso se habían dejado para el final. Los mineros se descolgaron por la pared cortada a pico desde lo alto del valle y colocaron cargas dentro de las cuevas, con la intención de volarlas y empezar el proceso de extracción, pero antes entraron para sacar con las palas sedimentos y rocas fragmentadas.

Cuando la cavidad empezó a vaciarse fue cuando uno de los mineros reparó en algo que sobresalía de la tierra. Era un cráneo. De apariencia humana, salvo por el extraordinario grosor de los arcos superciliares, mucho mayores que los de cualquier humano moderno. Después aparecieron unos cuantos huesos largos, dos fémures y algunos huesos de un brazo, un trozo de pelvis y unas pocas costillas.

En 1961, en Marruecos unos mineros que extraían barita encontraron un cráneo humano muy bien conservado en Jebel Irhoud, un yacimiento particularmente importante para el rastreo de los orígenes humanos. Después, en 2004, nuevas excavaciones sacaron a la luz los restos de cinco individuos.

Tenían cabezas grandes y alargadas en vez de cajas craneales globulares, con caras cortas retraídas por debajo. Nuevas dataciones realizadas cerca de los restos humanos indicaron una edad aproximada de 300.000 años, mucho más antiguos de lo esperable: «Jebel Irhoud representa una de las evidencias más antiguas de que nuestra especie había tomado la senda que la llevaría a convertirse anatómicamente en nosotros».

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