Diario de León
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León

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alfonso garcía

Una historia sucedida en la China de «hace mil ciento once años», precisa el autor (Buenos Aires 1974), que, además de subrayar la importancia para todos de tener un nombre, sitúa el relato en cierta línea de los cuentos clásicos, aunque con toques nuevos no exentos de originalidad, sobre todo, a mi juicio, por la voluntad de implicar al lector en el desarrollo de la trama. La princesa Yuelán, que en chino significa «luna azul», llegó a la mayoría de edad. Su padre, el emperador Shinsún, creyó que era el momento para su matrimonio. Ella, sin embargo, no quería casarse o al menos que le dejaran elegir con quién hacerlo. Y sería aquel capaz de resolver los tres acertijos que ella proponga. Eso sí, el que falle deberá morir… Y murieron decenas de pretendientes.

Aparece en escena un muchacho extranjero, un «don nadie», hijo de Timur, un ciego mendigo, al que ayudaba la jovencita Liú. El muchacho –ya sabrás el nombre- se enamoró de Yuelán al verla y pidió someterse a la prueba de los tres acertijos. Cada uno es una historia. Pero lo logró. El emperador pretendía ya el matrimonio ese mismo día al anochecer. Pero aún quedaban muchas cosas por pasar, y las dejo para que el lector las descubra. Solo diré que al joven extranjero todos lo llamaban «príncipe» y quizás nadie, ni la princesa, conociese su verdadero nombre. Ahí está el desafío: «¿Será amor o será muerte?». Añado que no sé si comieron o no perdices, como en los cuentos clásicos, pero sí que hubo un «abracerío descontrolado». Prosa sencilla, de frase breve. Buena ambientación, creando la atmósfera propicia de misterio característica de muchas narraciones orientales y esos hermosos nombres descriptivos de las salas de sus palacios. En ese escenario, la novela infantil tiene la virtud de ‘alargar’ el suspense: la intensidad de las dificultades intensifica el interés del lector. Y además con personajes curiosos y atractivos, siempre el humor y la ironía. Añádase que la propuesta de las ilustraciones es original y delicadamente hermosa: llenas de color, esquemáticas y modernas de intensa expresividad, con ese aire oriental misteriosamente atractivo.

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