Diario de León

LOS PROBLEMAS DE LA ESPAÑA VACIADA

La lucha de Abel por vivir en un pueblo deshabitado: "No voy a dejar caer la casa que levantaron mis padres"

El hombre que ha llevado al Ayuntamiento de Igüeña ante los tribunales por negarse a darle de alta en el padrón de Los Montes de la Ermita da la cara en una conversación con Diario de León, asegura no tener más interés que conservar lo que es suyo y dice no entender la postura del alcalde, que está pendiente de otro envite judicial con la asociación del pueblo por el cambio del planeamiento urbanístico

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Ponferrada

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Cincuenta minutos se tarda en llegar a Los Montes de la Ermita (Igüeña) desde Ponferrada. Los últimos kilómetros por una pista sin asfaltar lo suficientemente amplia para el cruce de dos vehículos. Un cerramiento para evitar el paso del ganado obliga a bajar del coche para abrir la cancilla metálica que delimita la zona de pasto y seguir adelante mientras un rebaño de vacas limusinas observa impasible la escena. Una vez cerrada de nuevo la verja, apenas quedan unos minutos para llegar al pueblo. Hay un cartel que lo indica. Los Montes, dice el aviso. Y ya empiezan a verse las primeras casas. 

El verde cubre las calles sin asfaltar y el agua ha formado grandes charcos de barro. La niebla impide ver el Pico Catoute y hay varias construcciones derruidas, pero también muchas casas arregladas. Sale humo de una de ellas y desde el balcón, recibe Abel a Diario de León. Sin haberlo querido, este hombre de 64 años se ha convertido en noticia por su lucha para volver a ser un vecino legal de Los Montes de la Ermita . Se fue en 1979, cuando tenía 19 años, porque no le quedó más remedio que agarrarse al trabajo en la mina. Se fue pero sin irse, porque siempre ha vuelto y nunca ha dejado caer la casa de sus padres. Evitar esto es, precisamente, el motivo principal por el que ha emprendido una batalla judicial contra el Ayuntamiento de Igüeña, que se niega a darle de alta en el padrón alegando que el pueblo no cumple con las condiciones mínimas de habitabilidad.

Abel echa leña a la estufa para tener el salón caliente. ANA F. BARREDO

Abel echa leña a la estufa para tener el salón caliente. ANA F. BARREDO

Pero Abel no es el único que pasa sus días en Los Montes. Vendió la casa de su abuela para evitar que se viniera abajo y otros la han arreglado y hay otras viviendas en perfectas condiciones. También lo que fue la escuela -ahora Casa del Pueblo- ha sido rehabilitada y, para ello, puso dinero el propio Ayuntamiento de Igüeña en el año 2009, como así mismo colaboró en el arreglo del camino en 2006 y de un plaza, recuerda Abel. Por aquel entonces, él mismo era el presidente de la asociación de vecinos que después ha pasado a ser cultural; pero que aún con ese cambio sigue trabajando con los mismos objetivos, sostenida por unas 50 personas. El principal, ahora, es conseguir que se modifique el planeamiento urbanístico de Los Montes de la Ermita para que pase a ser urbano y se puedan arreglar las casas y hacer obras. De hecho, hay un procedimiento judicial abierto para ello. "El mes que viene, el Ayuntamiento tiene otro juicio porque se ha solicitado que cambie el planeamiento", apunta el vecino al que dos tribunales le han dado la razón en su propósito. Tanto el Contencioso-Administrativo número 2 de León como el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León han emitido sentencias que obligan al Ayuntamiento a darle de alta en el padrón. De momento, este se niega y presentará recurso de casación ante el Tribunal Supremo .

Yo no estoy en contra del alcalde, no tengo nada contra él. El problema que tengo es que me está negando mis derechos y con esa postura me ha obligado a recurrir a un juzgado

La vivienda de Abel está inscrita en el Registro de la Propiedad y él y los dueños del medio centenar de casas que hay en el pueblo pagan el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI). 68,24 euros es lo que figura en el último recibo. Además, cinco ganaderos tienen alquilados los montes comunales que gestiona el Ayuntamiento tras la disolución de la Entidad Local Menor de Los Montes de la Ermita y aunque, ahora mismo, "el coto de caza está parado, antiguamente estaba pagando cerca de 4.000 euros por el uso de los montes de Urdiales y Los Montes de la Ermita", relata Eusebio, el hijo de Abel. Es decir, que este pequeño pueblo de montaña que se vació oficialmente de vecinos en 1981 sí reporta beneficios del Ayuntamiento de Igüeña.

Los recuerdos más importantes de este hombre están ligados a Los Montes de la Ermita. ANA F. BARREDO

Los recuerdos más importantes de este hombre están ligados a Los Montes de la Ermita. ANA F. BARREDO

Quienes tienen propiedades, por su parte, han decidido arrendar las fincas particulares a un ganadero y ese dinero, administrado por la asociación, es lo que les ha permitido ir haciendo cosas. Son unos 4.000 euros, explica Eusebio. "Tenemos dinero ahorrado para algunas intervenciones, pero no podemos hacer nada porque no nos dan licencias", añade. De ahí el interés del colectivo que han creado antiguos vecinos y herederos para cambiar el planeamiento urbanístico. Emprender acciones legales para ello fue un asunto que se abordó en asamblea y que fue aprobado por mayoría absoluta, según subraya el hijo del berciano de Igüeña que es noticia en toda España por una lucha que ni él mismo entiende. Dice que se ha visto obligado a seguir un camino que no hubiera deseado y avisa que seguirá adelante si la intención del Ayuntamiento es continuar .

El alcalde me está haciendo daño porque está tratando de poner a la gente en contra de mí

"Yo no estoy en contra del alcalde, no tengo nada contra él. El problema que tengo es que me está negando mis derechos y con esa postura me ha obligado a recurrir a un juzgado. Y me han dado la razón. Si un juez me hubiera dicho que no tengo derechos, pues tiraría hasta que la casa cayera y se cayó; pero no ha sido así y yo no quiero dejar caer la casa de mis padres", defiende Abel.

No dejar caer la casa que sus padres levantaron con tanto esfuerzo es la idea que más repite y el motivo por el que ha llegado hasta aquí. Ante la imposibilidad de conseguir licencias para hacer las obras que la vivienda necesita, se decidió a empadronarse a ver si así consigue mantenerla en pie, dice. Y no pide nada, solo que le dejen darse de alta en el padrón. Por eso asegura sentirse "dolido" con los argumentos esgrimidos por el alcalde, que ha dejado entrever -se lamenta- que su lucha puede conllevar la ruina del Ayuntamiento por la gran inversión que habría que hacer para dotar de servicios mínimos a un pueblo como Los Montes. Abel recurre a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia para desmentir tal afirmación. "Ahí se recoge claramente que el empadronamiento no obliga a nada al Ayuntamiento", dice. "Me está haciendo daño, porque está poniendo a la gente en contra de mí. La sentencia dice claramente lo que dice, pero hay quien no lo va a entender y la gente te mira mal", relata.

Toda la casa está arreglada y en perfecto estado para vivir. ANA F. BARREDO

Toda la casa está arreglada y en perfecto estado para vivir. ANA F. BARREDO

Aunque fue a finales de 2020 cuando Abel recurrió a los tribunales por la imposibilidad de conseguir empadronarse en Los Montes de la Ermita, esta intención viene de lejos. Ya lo intentó en el año 2000. De aquella, su esposa ya fallecida era titular de una explotación ganadera asentada en el pueblo y la normativa establecía que para hacer uso de los pasos comunales era obligado estar censado en el municipio de Igüeña. Los dos se habían empadronado en Bembibre cuando nacieron sus hijos -vivían en San Román- y por eso Abel intentó volver a censarse en su pueblo. No hubo manera y, al final, su mujer tuvo que empadronarse en la casa de su suegra, en Igüeña. La familia mantuvo las vacas en Los Montes de la Ermita hasta 2017 y durante todo esos años, Abel acató la regla del Ayuntamiento de no empadronar a nadie para no tener problemas. Él y su mujer subían a diario y pasaron temporadas allí aislados por la nieve para poder atender al ganado.

Ya quise empadronarme en el 2000 y no me dejaron. De aquella teníamos vacas y por no meterme en bailes tuve que ceder, pero cuando vendí las vacas ya no tenía nada que perder, ya no me podían fastidiar por ningún lado y decidí volver a intentarlo

"De aquella, yo no podía hacer fuerza con esto porque el Ayuntamiento tenía que darme los comunales. Por no meterme en bailes y acabar teniendo problemas tuve que ceder, ceder, ceder y ceder; pero cuando vendí las vacas ya no tenía nada que perder, ya no me podían fastidiar por ningún lado y decidí volver a intentarlo. Lo intenté, me volvieron a decir que no y lo denuncié", explica Abel al tiempo que se levanta de la mesa para echar leña a la estufa que mantiene el salón caliente. La casa está registrada con 80 metros de trastero y otros 80 metros de vivienda con sus correspondientes divisiones. La zona de estar, con estufa y chimenea, comunica a través de una ventana con una cocina totalmente equipada y un pasillo conduce a tres habitaciones y un cuarto de baño. Todo está arreglado. Hay luz. Hay agua. Tiene televisión por satélite y no hay ningún problema para hablar por teléfono o conectarse a Internet. 

Abel, en la planta baja de la vivienda. ANA F. BARREDO

Abel, en la planta baja de la vivienda. ANA F. BARREDO

"A mí todo esto me entristece porque para el alcalde parece que este municipio tuviera vecinos de primera y vecinos de segunda", asegura Eusebio, que no retiene la emoción cuando recuerda el "calvario" que lleva pasado su padre. "Tenemos miedo a las represalias, por eso ha costado tanto tomar esta decisión, porque vivimos en Igüeña y no queremos estar en boca de la gente; pero tampoco quiero seguir viendo mal a mi padre", añade. "Yo no quiero nada, no tengo ningún interés. Solo que me dejan empadronarme, el dinero ya lo pongo yo. Aquí nadie viene por interés, aquí vienes por el interés que le tienes al pueblo y por el amor que le tienes al pueblo.

No queremos nada del Ayuntamiento, con lo que tenemos vamos haciendo cosas poco a poco", puntualiza Abel.

Yo no quiero nada, no tengo ningún interés. Solo que me dejen empadronarme, el dinero ya lo pongo yo

Abel compró a sus dos hermanos la casa de sus padres a finales de los 80 y en 1990 empezó a arreglar algunas cosas para frenar su deterioro. Poco más ha hecho desde entonces. "No puede hacer nada porque tengo miedo a meterme en problemas", dice. Arreglar el tejado es lo más inmediato que asegura que quiere hacer, pero sin licencia no se aventura. "Tuve que ir a la mina a trabajar porque en casa no había y yo tenía que traer dinero. Mis padres lo pasaron muy mal para comprar todo esto, de aquella pasaban hambre, y que ahora venga un señor y por capricho tenga que dejar todo esto caer. No. De eso nada. No lo voy a mandar todo a tomar por saco", se reivindica el vecino que, de momento, le ha ganado la batalla judicial al Ayuntamiento. "Lo que realmente nos duele es que el alcalde no quiere que este pueblo exista, quiere hacerlo desaparecer", se lamenta.

Abel junto a una de las fuentes del pueblo y la antigua escuela, restaurada, detrás. ANA F. BARREDO

Abel junto a una de las fuentes del pueblo y la antigua escuela, restaurada, detrás. ANA F. BARREDO

En los papeles, Los Montes de la Ermita es un pueblo abandonado desde 1981, pero Abel asegura que nunca ha estado vacío. Él lucha por empadronarse como otros lo intentaron antes, aunque no por la vía judicial. Relata como otro joven con un rebaño de cabras intentó hacerlo hace unos años y tampoco lo consiguió. Acabó censado en una casa en Igüeña. También otro vecino que arregló una casa quiso darse de alta en el padrón e igualmente "tuvo problemas", critica un hombre decidido a no dar un paso atrás. A la pregunta de qué espera que suceda ahora, responde sin titubeos. "Yo no le encuentro ningún sentido a todo este embrollo, pero todo depende de él (el alcalde). Ya que he seguido, seguiré hasta el final. Si quiere ir al Supremo, pues iremos", dice. "¿Acaso es un delito que yo intente conocer los derechos que tengo y los defienda?", se pregunta este vecino de Igüeña. "Dos jueces me respaldan y aún así el alcalde insiste en que no tengo derecho a estar aquí. Yo es que me vuelvo loco", concluye.

 

 

 

 

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