Diario de León

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Al repique de la tradición

La Trimuella resucita a los Campaneiros, la ancestral mascarada que llega a La Cuesta con la vieya y el toro para perseguir a los rapaces y a los mayores

Los Campaneiros vuelven a La Cuesta recuperando una mascarada ancestral que llevaba sin celebrarse varias décadas

Los Campaneiros vuelven a La Cuesta recuperando una mascarada ancestral que llevaba sin celebrarse varias décadas

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ANA G. VALENCIA | LA BAÑEZA
León

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Sigilosos. Para que el pueblo, en misa, no se percatara de su presencia. Tres campaneiros, el toro y la vieya acechando, escondidos, esperando el final del rito para perseguir a los rapaces y a quienes ya no lo son tanto.

En los alrededores de la iglesia de La Cuesta una calma tensa y muchas ganas de revivir una tradición que llevaba en letargo más de medio siglo. La recuperación de la ancestral mascarada de los Campaneiros se debe a la asociación La Trimuella, que en base a los testimonios de los más mayores del lugar han resucitado una tradición, que antaño tuvo una enorme popularidad.

El repique de las campanas de uno de los personajes protagonistas anunció que había llegado el momento. Los campaneiros se cargaron con cenizas para esparcirlas entre los parroquianos. El fin, la purificación, dice la costumbre. Mientras la vieya pidiendo el aguinaldo, y el toro con imponentes cuernos acechando a los paisanos.

Revuelo y mucha espectación. Algunos lo vivieron por última vez de niños, otros sorprendidos ante tal recibimiento miraban atónitos el panorama. Los campaneiros se presentaron como manda la tradición, cubriendo su cabeza con caretas que representan animales. Una máscara colorida con atuendos de papel. Antaño, los rapaces tallaban cuernos o varas que luego los personajes se colocaban.

El ancestral antruejo era una costumbre en toda La Cabrera, comarca rica en patrimonio, memoria y cultura. Ahora los campaneiros han vuelto, no saben si podrán quedarse, pero casi seis décadas después de su última aparición por el pueblo, ayer hicieron de las suyas. Los niños disfrutaron y los que ya no son chavales recuperaron una parte de su infancia.

La gaita puso los acordes a las idas y venidas. El sol comenzaba a deshacer la nieve mientras se repartía un almuerzo entre los parroquianos. Sólo queda recuperar a la señorita, que quizá también pueda volver a La Cuesta.

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