Diario de León

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El escritor que descubrió León

El Instituto de Estudios Bercianos prepara un libro con textos inéditos de Ramón Carnicer, el autor que rescató una provincia olvidada en libros como «Donde las Hurdes se llaman Cabrera»

José Antonio Iglesias y Ramón Carnicer en una imagen del 2001

José Antonio Iglesias y Ramón Carnicer en una imagen del 2001

León

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Dicen quienes le conocieron personalmente que Ramón Carnicer era un señor; un gran hombre humana y literariamente hablando. Y, como todos los grandes hombres, era un personaje humilde. Una de sus facetas más conocidas es la de escritor viajero, consecuencia de sus innumerables recorridos por la geografía española, principalmente la leonesa, a la que ha dedicado algunas de sus mejores páginas, con títulos como Donde las Hurdes se llaman Cabrera ( 1964) -un auténtico referente de los libros de viajes- Gracia y desgracias de Castilla la Vieja ( 1976) y León, un viaje con guías (1990). El Instituto de Estudios Bercianos, que tenía previsto rendirle un homenaje en abril del próximo año, publicará en esa fecha un libro con textos inéditos y desperdigados que el hijo del escritor villafranquino, Alonso Carnicer McDermott, ha recopilado. No es suficiente. León tiene una larga e injusta deuda con un escritor que siempre tuvo presente esta tierra en sus afectos y en sus escritos. La última afrenta la recibió hace unos meses. La Junta le ignoró injustamente de un Catálogo de escritores de Castilla y León. El desplante, sin embargo, fue muy contestado desde los círculos literarios. La Junta, sin embargo, no supo enmendar un «error» que -al parecer- dolió profundamente a Carnicer. Un hombre entrañable El crítico del Diario de León José Enrique Martínez, a propósito de la concesión en el año 2000 del título de doctor honoris causa por la Universidad de León a Ramón Carnicer, escribió: «Su actitud crítica abarca al mundo entero, porque por encima de patrioterías o de nacionalidades grandes o pequeñas, él se siente ciudadano del mundo, hombre de preocupaciones universales que se expresa en un estilo impecable, cuyas notas más relevantes pueden ser la corrección, la precisión y el rigor, con la razón vigilando siempre los desmanes de la emoción o la pasión. Seriedad, responsabilidad, actitud crítica y firmeza pueden dar la imagen de un hombre riguroso consigo mismo y con lo demás y de un autor exigente con el lector; por el contrario, Ramón Carnicer es hombre entrañable, cariñoso, conversador y amigo de sus amigos; y su literatura tiene la virtud de la amenidad, aderezada con un humor y una ironía inconfundibles». Es un retrato certero de uno de los escritores más injustamente olvidados por León, una tierra a la que siempre fue leal en su corazón. Su vinculación con León, biográfica, afectiva y literariamente, también se aprecia en las páginas de Friso menor ( 1983) y de Codicilo ( 1992), dos de sus libros de memorias. Aunque Carnicer quiso probar o probarse en distintos formatos o géneros, es quizá en el relato breve en el que encauzó su vocación literaria que abrió con Cuentos de ayer y de hoy, y al que ha recurrido en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria, donde también ha dado a la imprenta reflexiones sobre la ortografía y el correcto uso del lenguaje, fruto de su condición de filólogo. A la cultura y literatura leonesa también ha dedicado ensayos y recopilaciones de artículos como Del Bierzo y su gente ( 1986), El pintor leonés Primitivo Álvarez Armesto ( 1997) y Cronicón berciano ( 1988), además de El lago de Carucedo ( 1992) y Viaje por los enclaves españoles ( 1995). Carnicer, que prácticamente no se jubiló nunca de la literatura, cultivó igualmente con éxito la novela, con títulos como Los árboles de oro ( 1962), También murió Manceñido ( 1972), Todas las noches amanece (1979), Las jaulas » (1999) y P asaje Domingo. Una calle y 15 historias (1998). Ayer, al mediodía, se apagaba para siempre la voz de Carnicer. Pero queda su obra...

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