Diario de León

El fin de la saga Azcárate

Una familia culta y cosmopolita que cambió León. Con el fallecimiento de Luis Azcárate, que tenía 100 años y residía en Pozuelo, se acaba una de las sagas más ilustres de esta provincia. Vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, ocuparon puestos relevantes en la política nacional e internacional.

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Luis Azcárate vivió dos guerras, conoció a los personajes más importantes de su época, como Stalin o Fidel Castro, y siempre añoró León. La casa familiar de Villimer fue siempre un referente para todos los miembros de esta saga de intelectuales, recordados por una Biblioteca y varias calles en León y Ponferrada. Sus primos, los Entrecanales, «se quedaron con las propiedades de los Azcárate. Me han dicho que hay que pedir permiso para visitar la casa. Yo no pido permiso a nadie», confesaba Luis, para quien León era un conjunto de olores que nunca pudo olvidar; «olores a hogaza, a los dulces de Camilo de Blas y a la maravillosa morcilla».

Luis era sobrino de Pablo Azcárate, embajador en Londres durante la Guerra Civil.

El escándalo Churchill

Su tío fue víctima de uno de los episodios más bochornosos del primer ministro Winston Churchill, quien rehusó estrechar la mano del político leonés en una recepción celebrada en 1936 en la capital británica, por considerar que la República tenía los días contados. Ciertamente, el leonés sería sustituido por Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba, a quien Franco ordenó espiar a Azcárate.

Luis Azcárate puso por escrito sus vivencias en Memorias de un republicano, prologado por Ignacio Martínez de Pisón. Nacido en 1921, se sabía de memoria el complejo árbol genealógico de la larga saga de los Azcárate. Era un digno hijo de la Institución Libre de Enseñanza, que le marcaría para siempre. Combatió al final de la Guerra Civil en las juventudes del PSU. Y el camino del exilio le llevó a México, junto con otros 30.000 compatriotas. Allí participará en multitud de actividades culturales y políticas que intentaban mantener vivo el espíritu de la República, a la espera de que España pudiera recuperar la democracia.

Luis Azcárate. JESÚS F. SALVADORES

En el país azteca estará hasta 1947. Después viaja a Francia, donde le expulsan por «actividades contra Franco». De allí se trasladará a Checoslovaquia y Hungría. En 1956 regresa a España y entra a trabajar en Portland. En varias ocasiones estuvo detenido en la DGS. Así que decide irse a Alemania y más tarde a Cuba, donde trabajará entre 1964 y 1974 como ingeniero en empleos relacionados con maquinaria agrícola.

Su recuerdo de León

«León huele a hogaza, a los dulces de Camilo de Blas y a la maravillosa morcilla»

Después se ‘exiliará’ a Argelia hasta su retorno a Madrid. Con la empresa Bengoa trabajará en México, Madrid, Sevilla y Marruecos. En los últimos años se quedó prácticamente ciego, tras sufrir un desprendimiento de retina. A Luis y a su primo Patricio —hijo del que fuera embajador en Londres, Pablo de Azcárate— y fallecido en 2018, les preocupaba rescatar la figura de aquel político que vivió tiempos convulsos en la Sociedad de Naciones. En 2013 estuvieron en León con motivo del 125 aniversario de la Fundación Sierra-Pambley, precisamente, para reivindicar la figura del dignatario leonés.

Encuentro con Stalin

Luis contó entoces que él y Patricio conocieron a Stalin. «Nos abrazó y nos dio un beso. Yo todavía no me he lavado la mejilla…». Con ellos, en aquel momento inolvidable, estaba Miguel, el hijo de Negrín. Fue en 1937. Luis y Patricio viajaron desde Londres a Moscú invitados por el primer embajador de la República en la Unión Soviética, Marcelino Pascua, «que era como un tío para nosotros».

Patricio conoció a Negrín en Londres: «Era un hombre extraordinario, muy simpático y sabía de todo. Un día fuimos a comer a su casa y me preguntó qué estudiaba. Cuando le dije que ingeniería eléctrica me llevó a su biblioteca. Tenía más libros de esa especialidad que yo. Era un hombre de una memoria increíble, sencillo y afable, con las ideas muy claras y políticamente muy duro».

Luis también hablaba maravillas de Negrín, aunque sus referentes eran Manuel Bartolomé Cossío y los profesores de la Institución Libre de Enseñanza. «Ahora se ha perdido el sentido del honor y del deber. A nosotros nos enseñaron a decir siempre la verdad». Luis conoció en una playa cercana a La Habana a Fidel Castro, con el que tuvo una conversación mientras acunaba a su hija Mari Cruz en brazos. Luego volvería a ver al comandante cubano en otras ocasiones.

Patricio conoció además a otros destacados líderes de la izquierda, como Dolores Ibárruri ‘La pasionaria’. «Estuve mucho con ella, lo que me permitió apreciar sus cualidades y defectos». Con Líster estuvo en la batalla del Ebro y en la emigración. «Era fascinante».

Jorge Semprún, el que fuera ministro de Cultura en la era de Felipe González y destacado escritor e intelectual, «fue uno de mi mejores amigos en Ginebra. Era muy guapo y encantador y traía a las mujeres de calle. Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando llegué a París, ocupé su cama, que había dejado libre porque se había enrollado con una actriz».

Luis y Patricio eran dos personajes poco corrientes. Manejaban internet, youtube, facebook y hasta tenían un blog. A Luis, que era un humilde sabio, Bartolomé Cossío le contó «algo que pocos leoneses saben: Hay una talla del siglo XI en la Catedral de una virgen embarazada. Sólo hay una obra parecida en la catedral de Toro».

El mérito de su familia era que apostaban, como la Fundación Sierra Pambley, por crear cultura, así como por el desarrollo industrial de León. Luis escribía no solo libros, sino que su firma era habitual en revistas y periódicos. También daba charlas, por ejemplo, en la Universidad Rey Juan Carlos, donde habló la Institución Libre de Enseñanza. Y León... siempre le supo a mantecadas y a los caramelos de café con leche de Camilo de Blas.

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