Diario de León

arte

Dos formas de soñar un mismo sueño

Juan Carlos Mestre inaugura exposición junto a Alejandra Dominguez y publica su último libro en gallego, el idioma de la frontera con Galicia y seña de identidad del Bierzo.

Alexandra Domínguez y Juan Carlos Mestre comparten exposición en la galería Ármaga. FERNANDO OTERO

Alexandra Domínguez y Juan Carlos Mestre comparten exposición en la galería Ármaga. FERNANDO OTERO

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maría carnero | león
León

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«Ella es mucho más artista que yo», dice Juan Carlos Mestre mientras observa embelesado la obra de su mujer, la también poeta y pintora Alexandra Domínguez. «Yo soy un anexo crítico a las artes, no sé realmente lo que hago, no sé si soy un poeta que pinta o alguien que pinta poemas», afirma el artista que confiesa que «mientras ella se entrega durante horas al taller, yo me entrego durante horas a la distracción». Juntos, frente a frente, sin competencia pero con guiños diferentes, comparten espacio en la nueva exposición de la galería Ármaga (Alfonso V,6) que hasta el próximo 1 de julio expone Territorio de Ensoñaciones.

Desde que hace más de cuarenta años se conocieran en la facultad de Periodismo de Barcelona, Juan Carlos y Alexandra no han parado de compartir sueños, pasiones y el amor por la cultura, en todas sus manifestaciones. «Nuestra obra está completamente metamorfoseada, sale del mismo taller, utilizamos el mismo tórculo, las mismas pinturas, y los mismos sueños, aunque nuestras poéticas son paradójicamente diferentes, por lo que en todo caso la proximidad hay que buscarla en el distanciamiento, aunque siempre con lo onírico como nexo común», explica el Premio Nacional de Poesía 2009. A pesar de ese origen en común, Alexandra confiesa que ella tiene un mundo íntimo y secreto dentro de ese taller compartido donde desarrolla su propio imaginario y sus propios sueños. «Mis cuadros son una especie de transgresión, de rebelión y de desobediencia, frente a determinados lenguajes artísticos que de alguna manera han estado intentado normatizar una cierta estética», explica esta artista de origen chileno que se siente ante todo una «cosmopolita», que dialoga con la vida y con los artistas, que no pertenece a ningún lugar y que transita libremente por todas partes. A pesar de ello confiesa que en sus obras, está la «búsqueda de lo poético y la huella nostálgica de los paisajes de Chile, país con un elemento fascinante y a la vez perturbador en su inmensidad».

Ambos comparten además una manifiesta pasión por las vanguardias históricas, desde el arte abstracto al subrealismo, del que tienen visiones divergentes, y que expresan con lenguajes absolutamente autónomos.

El artista, natural de Villafranca pero afincado en Madrid, confiesa sentirse en un estado de «absoluta confusión y crisis instalado en el corazón mismo del error y la desobediencia». Pese a ello, esta semana sale a la luz su último libro Doscientos gramos de patacas tristes (Editorial Espiral Maior) escrito en gallego. «Es un libro que llevo escribiendo desde la infancia, desde la primera vez que se articuló el idioma de la frontera, del Bierzo y de Galicia, no sólo como una añadida y natural lengua materna sino como una cosmogonía y una identidad imprescindible de las gentes que vivimos en la frontera con Galicia», explica este artistas que lanza un grito contra la «cultura de la basura que ha inundado los referentes de consumo y del espectáculo», y contra la «colección de zoquetes administrativos de la que está rebosante la administración de la cultura de nuestra país».

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