Diario de León

Literatura

La poesía nocturna de Martín Diez

Recepcionista en un hotel, se lanza a la poesía con ‘Los frutos del árbol seco’

León

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En realidad, Martín Diez Ponga es un poeta 24 horas al día. Porque si no escribe piensa en escribir. Trabaja de noche como recepcionista en un hotel, y en esos momentos encuentra inspiraciones que surgen como versos del silencio. Aún así, «el trabajo es el trabajo y no lo desatiendo», asegura. Pero también tiene que ser cierto que mientras los demás duermen el mundo no deja de girar y la poesía jamás se ha detenido. En su caso, Los frutos del árbol seco es su primer poemario, editado por Poesía eres tú, y resume su incesante labor que, esta sí, dormía en un cajón hasta que su hija dio la orden: «Hay que publicar esto».

Dice que su poesía se nutre de lo que lee, sobre todo de su ídolo y poeta de cabecera Antonio Gamoneda, pero también los Pepe Hierro, Ángel González... Es decir, que tino no le falta: «Todos estos poetas, efectivamente, forman parte del alimento de mi alma. Pero mi hambre, para calmarse necesita más alimento. Entonces pico de aquí y de allí. Un poco de ese pan tan tierno de Ida Vitale, un poco de ese pan rancio y triste de una niñez que frustra la Guerra Civil, de Joan Margarit, y de digestivo ese licor que se destila con el calor de las llamas del infierno, de Leopoldo María Panero», asegura, hablando así en clave más que poética. Y cómo se traduce luego todo en lo que escribe, para él es cuestión de creación: «Se puede decir que estas lecturas son como vivos espermatozoides, fecundado una especie de óvulo creativo. Apenas necesito una hoja en blanco, un bolígrafo y un espacio de silencio, donde solo oiga hablar a mi alma, y dejar que nazcan sobre esa hoja mis sentimientos, intentando que sea con precisas palabras», afirma.

Ante expresiones así lo que se constata es que su ejercicio lírico parte de lo más profundo, por lo que se suponen hasta efectos casi terapéuticos para este emisor de versos. Y, sin duda, en Martín Diez algo de eso ocurre, puesto que despiertan hasta su felicidad: «Sin lugar a dudas me libera. Siento una gran alegría cada vez que compongo un poema, en parte porque estoy seguro de que en ese papel he sido capaz de escribir lo que sé que no sería capaz de decir con palabras», cuenta.

Sobre si se sumará a la inabarcable nómina poética de León, sin considerarse especial, al menos de momento no aspira a formar parte de ningún grupo. «Sí, en León hay grandes escritores. No tengo ningún tipo de relación, pues puedo decir, con tono jocoso, que yo la poesía la he sufrido en silencio... Pero no creo ser un intruso, llevo más de media vida dando a luz poemas, que de vez en cuando releía; hasta que llegaron a manos de mi hija», relata al respecto.

Y como nombres leoneses destaca a Antonio Colinas, Julio Llamazares, Juan Carlos Mestre y el citado Gamoneda, al que le diría «gracias por esas gotas de destilada belleza que impregnan sus poemas». Versos que le tocan el alma como él quiere que los suyos toquen la de sus lectores.

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