Diario de León

Los romanos hicieron en el Teleno más de 60 estanques para sacar oro

La Escuela de Minas de la ULE lidera una investigación sobre cómo se planificaron las explotaciones auríferas que podrían copiar en los Cárpatos

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Los romanos realizaban una minuciosa planificación de la explotación aurífera, teniendo en cuenta las características geológicas y climatológicas para maximizar la extracción de oro, según demuestra una investigación publicada por la revista científica Geomorphology que se centra en el análisis de los restos mineros de la Sierra del Teleno. . Este estudio multidisciplinar, en el que colaboran investigadores de la Universidad de León, Castilla-La Mancha y Complutense de Madrid, aporta un estudio inédito basado en la combinación de análisis geomorfológico, teledetección a partir de datos Lidar y estadística, que puede servir para identificar zonas arqueológicas menos estudiadas, tal y como ha dado a conocer la Agencia para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología (Dicyt).

El geólogo Javier Fernández Lozano, junto con otros expertos, lleva años estudiando la minería romana del oro de forma exhaustiva desde el punto de vista de la geología, la arqueología, la geomática y el uso de nuevas tecnologías. Sin embargo, esta vez los investigadores reúnen todos estos datos y combinan el estudio de elementos geomorfológicos del paisaje y el análisis estadístico para extraer nuevas conclusiones, en un trabajo que se sitúa en la vanguardia del conocimiento sobre esta cuestión, y que refleja una cuidada planificación del territorio para organizar esta actividad económica en época romana.

Los romanos explotaban el oro gracias a que conseguían canalizar el agua hasta los depósitos que albergaban este metal de forma eficaz con la construcción de estanques y canales. «Antes de abrir las minas, ellos sabían localizar los yacimientos y planificaban cómo llevar el agua teniendo en cuenta el relieve y el clima», explica el experto en declaraciones a DiCYT.

Por ejemplo, «se decantaban por la construcción de estanques en las laderas sur de las montañas, sobre todo en zonas elevadas, para favorecer la rápida obtención de agua a través del deshielo». La nieve se acumula en las cotas más elevadas y se derrite antes en las laderas meridionales, lo que permitiría a los romanos dedicar más tiempo al trabajo en la explotación minera de los valles situados hacia el sur y, por tanto, optimizar el trabajo, ya que cuanto más pronto comenzase la labor de explotación, más oro podrían obtener.

El mayor número de estanques –más de 60 en la zona estudiada– se sitúa entre los 1.800 y los 2.000 metros de altura, lo que significa que con ellos se pretendía obtener el agua, precisamente, procedente de la fusión de la nieve. Otros, ubicados por debajo de 1.600 metros, se abastecen de arroyos, ríos o manantiales. Además, este tipo de obras hidráulicas rara vez se sitúan en pendientes superiores a 20 grados. Aunque muchas de estas conclusiones puedan parecer lógicas, es necesario aportar datos que demuestren que existía esa planificación y el análisis estadístico permite avanzar en este conocimiento. Así, al analizar el número de estanques, su localización y tamaño, se observan una serie de patrones comunes que evidencian la importancia de las características geológicas y climatológicas del terreno. «Al final todo tiene relación y fueron esos condicionantes los que marcaron la planificación que ayudó a explotar las minas», asegura Fernández Lozano.

Un modelo a seguir

La gran dificultad a la que se enfrentan los investigadores es que en muchos lugares apenas hay datos ni restos visibles de los antiguos trabajos de extracción de oro, bien por causas naturales, como el aumento de la vegetación, o bien por causas antrópicas, como las labores agrícolas o forestales que han borrado las huellas de la minería.

Los resultados extraídos en este trabajo centrado en la sierra del Teleno se pueden extrapolar a zonas aún más complejas de estudiar. «Uno de esos casos son las minas de los Cárpatos, en Rumanía, donde también hay antiguas minas de oro romanas que están menos estudiadas que las de España, porque se trata de zonas con mucha vegetación, muy húmedas y con una orografía complicada.

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