Diario de León

PATRIMONIO

San Isidoro se somete a los rayos X

El tesoro ‘hablará’. Therese Martin lleva 25 años intentando desentrañar el tesoro de San Isidoro. Saber por qué y cómo la colegiata llegó a reunir tantas y tan valiosas piezas. Ahora se propone analizar los objetos metálicos mediante la fluorescencia de rayos X, para averiguar su composición y el proceso de orfebrería.

Therese Martin analizando el cáliz del abad Suger, que forma parte de la colección del National Gallery of Art en Washington. CORTESÍA DE THERESE MARTIN

Therese Martin analizando el cáliz del abad Suger, que forma parte de la colección del National Gallery of Art en Washington. CORTESÍA DE THERESE MARTIN

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El tesoro de San Isidoro es tan valioso como enigmático. Sin embargo, «los objetos hablan» y, en ocasiones, aportan más información que los documentos. Sobre todo, porque no hay tanta falsificación como en los textos escritos.

Desde hace más de 25 años la investigadora norteamericana Therese Martin trata de desentrañar los misterios que rodean al tesoro de San Isidoro, llamativo tanto por la cantidad como por la calidad de los objetos que lo conforman. Y, como ella misma ha sugerido, estas joyas no llegaron por accidente, sino conforme a un plan meticulosamente preconcebido, en el que jugaron un papel decisivo las reinas e infantas de León.

«La creación de un tesoro medieval ofrece un testigo material para desvelar los intereses, las posibilidades y las aspiraciones de quienes lo establecieron», según Martin. Para los monarcas y su familia, los tesoros eran una demostración de poder y servían tanto para obsequiar a los aliados como reservas financieras que se podían despiezar en tiempos de necesidad, guerras o hambrunas.

Algunas crónicas describen los vaivenes de los metales preciosos y los textiles bordados o tejidos con hilo de oro, dejando clara no solo la suma importancia que tenían para la representatividad regia y la eclesial, sino también para la economía de los poderosos. Para Martin, «pocos tesoros de la Península Ibérica pertenecientes a la Plena Edad Media han llegado a nuestros días en un estado casi intacto, como en este caso».

Martin, nacida en el estado de Indiana, criada en Florida, formada académicamente en Boston y Pittsburgh, afincada en Madrid y «después de veinticinco años de investigación sobre San Isidoro, también un poco leonesa», tiene en marcha una nueva investigación sobre las joyas de la colegiata.

«Estamos muy agradecidos al Cabildo y al Museo de San Isidoro, sobre todo a Luis García y Raquel Jaén, por la colaboración con mi grupo a lo largo de los años y por habernos autorizado el futuro análisis de los elementos metálicos de los objetos medievales antes del traslado al nuevo museo», afirma.

El maletín de la verdad

Actualmente, es frecuente el uso de microfluorescencia de rayos X y otras técnicas nucleares no destructivas para el estudio de joyas y metales arqueológicos.

El equipo de Martin trabajará ‘in situ’, sin necesidad de trasladar los objetos de San Isidoro, con un equipo portátil de fluorescencia de rayos-X, para determinar la composición química de los metales. Se trata del ‘maletín de la verdad’, que puede despejar muchas incógnitas. Este tipo de técnica no requiere de muestras, por lo tanto es totalmente seguro y sirve para mejorar tanto el conocimiento como la conservación de las diversas piezas. El objetivo es obtener información sobre el tipo de materia prima, los tratamientos térmicos y los métodos de unión utilizados por antiguos orfebres, en algunos casos, hace más de mil años.

En este proyecto la investigadora del CSIC cuenta con especialistas de varios países en arte, arqueología e historia de la Edad Media—cristiana, islámica y judía— para descifrar el ‘tráfico’ y circulación de estos tesoros y la intervención de las mujeres en su intercambio.

En la primera fase de la investigación se analizó la procedencia y cómo llegaron a San Isidoro más de 30 objetos y 15 telas extraordinarias. En estos momentos Martin se encuentra en Washington para estudiar una de las piezas procedentes del tesoro disperso de la abadía de Saint-Denis en París.

En concreto, el cáliz del abad Suger, fechado hacia 1140, forma parte de la colección del National Gallery of Art en Washington. «En 2022 llevamos a cabo una primera campaña fotográfica y en estos días estamos realizando la analítica radiográfica y de fluorescencia de rayos X», cuenta Martin. Luego, objetos como este cáliz se compararán con los de la colección isidoriana.

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