Diario de León

MINORÍAS ABSOLUTAS

Senda del Celorio

Publicado por
rafael saravia
León

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Este domingo pasado se inauguró una senda que lleva sangre y estrellas en su recorrido. No hay más contundencia que la que se genera en zona de montaña con la verdad prendida hasta en el disparo más de frente que uno pueda recibir. Y ahora, con la Senda del Celorio paseada ya por botas, zapatos y sandalias de afines a la magia y su literatura duradera, todo el que quiera puede descubrir puñados de verdad en una comarca que a base de dureza ha sabido afincarse en la dignidad de lo bello y sus dificultades.

Justo cuando el sol más arriba vigilaba, y después de la reunión de vecinos, autoridades varias, cómplices de este proyecto y foráneos que sabemos apreciar lo indestructible de la palabra emoción, comenzó y quedó inaugurada la ruta que nace a los pies de la ermita de Geras de Gordón y llega hasta la visión del precipicio en lo alto de Paradilla, junto a su otra ermita, en paralelo al poema de Rosalía de Castro que nos recuerda la valentía de hombres como Orlando, que supieron mirar a la entraña de la tierra y alimentarnos con un calor que no todos han sabido valorar en su justa medida.

Subo precisamente acompañado de José Manuel González, presidente de la Junta Vecinal de Paradilla y vamos oliendo todo lo apretado de la montaña en esta senda apetecible, encontrándonos con grupos que se adelantaron para ir haciendo paradas en los robles y avellanos, en las hayas y los rosales salvajes que dan sombra a la ruta. Unas monjas asturianas, benedictinas que avivan el paso más que nadie a pesar de sus vestires, nos otorgan la alegría y la tranquilidad al saber que ya han depositado un medallón para bendecir la senda.

Nos vamos parando en cada una de las ocho placas que van desgranando la historia de Celorio. Un relato de José María Menéndez López que hace estremecer a quien guarde un poco de lealtad a la palabra amistad y a la dureza de la montaña y su posguerra. Sólo nos impide caminar más rápido para conocer la historia entera una parada muy especial, ya en lo alto, con tres cuartas partes de la ruta hecha, nos encontramos con una condensación de la pureza del texto de José María hecha piedra. Es la escultura de Amancio González. Tonelada y media de mármol negro representando una mano que sale de la tierra y se afana en tocar el cielo. Una comunión perfecta con la realidad de la comarca y el texto sublime de Chema.

El resto del día pasa como se ha de pasar el verano en la comarca. Bailando —con la tradición hecha futuro del grupo Tarna— comiendo las viandas de la zona (la morcilla, la cecina y el chorizo fluyó junto al vino) y disfrutando al pie de la casa de Juan Carlos Pajares, otro de los que se callan siempre para que se hable de los demás, pero que buena culpa tiene de que esta maravilla exista.

Cerramos el día contentos, así, con todo su significado. Brindando el día con la camaradería de Luis de Caso y Gelín el artillero en Geras. Teniendo la sensación de que la mentira jamás se encontró en este lugar. La senda ya es vuestra y la hospitalidad de sus paisanos también.

¡Disfrútenla!

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