Diario de León

El tesoro de León aflora en El Prado

El museo crea una página ‘inteligente’ que permite localizar las joyas leonesas.

Urraca, obra de Carlos Múgica.

Urraca, obra de Carlos Múgica.

León

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Localizar una obra de arte originaria de León en el Museo del Prado era, hasta ahora, una labor casi detectivesca. La gran pinacoteca acaba de estrenar una web inteligente que en segundos encuentra obras y artistas leoneses entre 10.000 piezas perfectamente documentadas.

El museo madrileño atesora desde retablos espectaculares a tablas de Nicolás Francés y del Maestro de Astorga, retratos de todos los reyes leoneses, así como la ingente colección Madrazo.

De hecho, cuatro de las obras maestras medievales que forman parte de los fondos del Prado son leonesas: un artesonado procedente de Valencia de Don Juan del siglo XIV; la Crucifixión, del Maestro de Astorga; el Retablo de San Juan Bautista, de origen leonés aunque los expertos no han podido certificar su enclave exacto; y el Retablo de la vida de la Virgen y San Francisco, de Nicolás Francés. El Prado posee cinco tablas del Maestro de Astorga, que debieron formar parte de un mismo retablo dedicado a la vida de Cristo.

En enero de este año Christie’s subastaba en Nueva York La misa de San Gregorio, de Nicolás Francés, con un precio de salida de medio millón de dólares. Aunque la obra fue retirada minutos antes de salir a puja, da idea de la cotización que alcanza en el mercado del arte el pintor de la Catedral de León.

Tan interesante como las propias obras es averiguar cómo llegaron al Prado muchas joyas leonesas. El nombre de algunos célebres ‘expoliadores’ está detrás de transacciones absolutamente legales. El anticuario zamorano Ignacio Martínez —el mismo que intervino en la venta del célebre claustro de Palamós—, entregó al Prado en 1932, previo pago, el citado retablo de Nicolás Francés, realizado originalmente para un monasterio franciscano desconocido y trasladado después a la capilla de la granja del marquesado de Esteva de las Delicias (La Bañeza).

Hace dos años El Prado inauguraba un ‘santuario’ para albergar la colección donada por José Luis Várez Fisa y su esposa María Milagros Benegas. Doce piezas excepcionales y, entre ellas, dos ‘tesoros’ leoneses, el mencionado retablo de San Juan Bautista, del siglo XIII; y el artesonado decorado con espectaculares dragones, arpías y glifos de rotundos colores, procedente de la desaparecida iglesia coyantina de Santa Marina, considerada la mejor de estilo mudéjar de León. Obras que durante décadas estuvieron perdidas.

El arte viaja en carro

La rocambolesca historia del retablo coyantino se remonta a finales del XIX. En 1876 los vecinos de Valencia de Don Juan alertan del mal estado de la iglesia. Abandonada desde entonces, el 2 de abril de 1926 una parte se desploma, aunque ‘milagrosamente’ la cubierta del coro queda a salvo y, con ella, el artesonado.

El arquitecto de la Catedral de León, Juan Crisóstomo Torbado, certificó entonces que la iglesia sólo precisaba «unas mejoras», aunque se optó por dejar caer el edificio. El historiador José María Luengo da cuenta de que el artesonado se lo llevó de noche un chamarilero en un carro de bueyes. Primero quedó en depósito en 5.000 pesetas y luego pasó a manos de un particular. En 1927 el párroco de Valencia de Don Juan pidió permiso a la Academia de Bellas Artes de San Fernando para enajenar un artesonado de la iglesia en ruinas. La Academia envía a un ‘ojeador’, Elías Tormo, quien explica que la solicitud del párroco era una ironía, porque «hacía ya muchos meses que lo mejor de lo vendible de los artesonados se había vendido».

No se sabe con certeza cuándo llegó a manos de José Várez Fisa, pero es seguro que fue antes de 1970. Tampoco se ha desvelado cuánto pagó y quién se lo vendió. El empresario se lo llevó a Madrid y lo colocó en un salón hecho con las medidas adecuadas para ‘colgar’ la espléndida techumbre de madera del siglo XIV.

La otra joya de Várez Fisa es el retablo de San Juan Bautista, de 250 por 198 centímetros, de madera tallada y policromada y absolutamente innovador para su época, el siglo XIII, en los inicios del gótico.

Formado por dos piezas separadas —el frontal estaría originalmente colocado delante del altar y el retablo se situaría encima del mismo—, los expertos del Prado consideran que constituye el paso previo al concepto de retablo como obra única e independiente.

La pieza, que es un relato de la vida y obras de San Juan Bautista, tiene la peculiaridad de retratar al santo con los cabellos cubiertos por un gorro y sin el traje de piel de cordero con el que se le identifica en las fases posteriores del gótico.

La renovada web del Museo del Prado permite crear y guardar itinerarios personalizados, así como obras favoritas y otros resultados de búsquedas gracias al desarrollo de un apartado denominado ‘Mi Prado’. Es decir, uno puede hacerse una valiosa pinacoteca con los tesoros leoneses, aunque sólo sea de manera virtual. Mención especial merece también la colección Madrazo, compuesta por 796 obras, entre las que se incluyen fotografías espectaculares de los monumentos leoneses.

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