Diario de León

VUELCO A LA HISTORIA

La verdadera identidad del relojero Losada

Un vecino de Iruela descubre en los libros parroquiales que el constructor del reloj de la Puerta del Sol no era José ni nació en 1797

Foto del relojero Losada. CLAUDET

Foto del relojero Losada. CLAUDET

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verónica viñas | león

No se llamaba José ni nació en 1797. O sí, según se mire. Losada, uno de los relojeros más importantes de la historia, escribió la suya cuando apenas era un niño. Un vecino de Iruela, Francisco Cañueto, descubrió hace quince años la verdadera identidad del constructor del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, aunque no la había contado hasta ahora. Investigador aficionado y promotor del monumento que Iruela erigió en julio de 1993 al relojero Losada, Cañueto encontró en los libros parroquiales el secreto mejor guardado por Losada.

Miguel Rodríguez y María Conejero, casados en 1796, pusieron de nombre José al hijo que tuvieron el 7 de mayo de 1797; y, al siguiente, nacido en 1799, Manuel. El primogénito fallecería a los tres años. El 19 de marzo de 1801 consta en los libros parroquiales de Iruela el bautismo de José Manuel Rodríguez Conejero, tercer hijo del matrimonio.

Recibe el nombre del santo del día (José) y el de su padrino, Manuel Rodríguez, soltero, tal y como consta en los papeles de la iglesia que hoy preserva el Obispado.

La biografía del relojero, que en 1854 fue condecorado con la medalla de Caballero de la Orden de Carlos III, está llena de lagunas. En la Cabrera corren numerosas leyendas sobre uno de los personajes más célebres de la historia reciente de esta comarca. Casi todas le pintan como un pícaro.

Suplantación de identidad

Resulta difícil de creer que José Manuel ignorase su edad y parece más verosímil que utilizase la identidad del hermano muerto para adelantar su emancipación e ingresar en el ejército, donde habría logrado el grado de oficial siendo aún menor de edad.

Lo cierto es que la genealogía de Losada era relativamente conocida. El medievalista Eloy Benito Ruano, en la conferencia Losada, el relojero de la Puerta del Sol, pronunciada en 1993 dentro del ciclo El Madrid de Isabel II, da cuenta de los diez hijos de Miguel Rodríguez y María Conejero, aunque considera que el relojero es el primogénito —fallecido prematuramente—.

Benito Ruano fecha la muerte de Losada el 6 de marzo de 1870 en su casa de Regent Street.

Las causas de su fallecimiento aparecen diagnosticadas como «debilidad y dilatación de corazón, bronquitis crónica, edema pulmonar, cirrosis hepática e hidropesía». En su lápida mortuoria, en el cementerio de Kensal Green, consta que murió a los 72 años, cuando en realidad tenía 68.

Lo cierto es que pese a los nuevos datos sobre el nombre y la fecha de nacimiento, el polifacético relojero seguirá siendo un enigma. Losada, que habría cambiado el apellido materno por el de su localidad de origen, costeó, como figura en los libros parroquiales con fecha 6 de julio de 1856, el nuevo retablo y altar de Iruela.

Las casas de subastas más importantes se disputan alguno de los 6.000 relojes que llevan su firma, auténticas joyas por las que se pagan fortunas.

Piezas que exhiben desde el Museo Nacional de la Ciencia al de Artes Decorativas o el Palacio del Tiempo (en Jerez), ciudad que acogerá en octubre una exposición con algunos de los mejores relojes creados por Losada.

En la trastienda del 105 de Regent Street, donde tenía su negocio el emprendedor leonés, fue célebre una tertulia a la que acudían desde Zorrilla a Ramón Cabrera o el General Prim, lo que convirtió el establecimiento en punto de encuentro de destacados emigrantes españoles.

Zorrilla, que contó en Recuerdos del tiempo la conspiración en la que se vieron envueltos su padre y el joven Rodríguez Losada, dedicó también al relojero leonés el poema Una repetición de Losada. El autor del reloj de la catedral de Málaga también aparece, nada menos, que en los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós. Fue en 1865 cuando regaló a la ciudad de Madrid el reloj que marca las célebres campanadas en Nochevieja. Entre su clientela figuraba la más selecta élite de Europa, incluidos nobles y reyes. Sus piezas siguen siendo valoradas como auténticas joyas.

La partida de bautismo del relojero Losada. CLAUDET

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