Diario de León

Víctor Moscoso tiñe el Musac de psicodelia

El museo dedica la mayor retrospectiva al icono del cartelismo underground de los 60 Espacio Vitrinas acoge el universo infantil de la artista japonesa Kaoru Katayama

En una simulación de un garito del San Francisco de los 60 pueden verse los carteles cinéticos de Víctor Moscoso. FERNANDO OTERO

En una simulación de un garito del San Francisco de los 60 pueden verse los carteles cinéticos de Víctor Moscoso. FERNANDO OTERO

León

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El chico de Yale que dibujó la psicodelia llega a León. Las obras que convirtieron al gallego Víctor Moscoso en una figura imprescindible del underground norteamericano de los sesenta llenan la sala 3 del Musac. En el Espacio Vitrinas la japonesa Kaoru Katayama muestra su universo infantil en tinta china. Las dos exposiciones han supuesto una inversión de 60.900 euros, incluyendo las actividades paralelas.

MoscosoCosmos —casi un palíndromo—, es el acertado título de esta ‘locura hippy’ que abre hoy sus puertas al público en un Musac aún sin director. El canario Álvaro Rodríguez Fominaya sigue sin tomar posesión.

La exposición ya ha podido verse en La Coruña y después de León viajará al Centro Niemeyer de Avilés. Se trata de la mayor retrospectiva dedicada al célebre diseñador gráfico, cuya obra está en museos como el Moma de Nueva York, el Louvre o la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, como corresponde a un icono.

Carteles y publicidad conforman el universo del creador gallego, autor de míticos posters para The Doors y la promotora de conciertos Family Dog. También los cómics que publicó en revistas como Yellow Dog, Jiz Comics, Snatch Comics o Zap Comix, en la que colaboró durante 46 años —hasta su cierre en 2014—.

La artista japonesa Kaoru Katayama ante sus dibujos. FERNANDO OTERO

Moscoso pertenece a esa generación que se movilizó contra la guerra de Vietnam y la ‘invasión’ musical británica, abandera por grupos como los Beatles o los Rolling, cuando San Francisco se convirtió en un hervidero creativo y los ‘viajes de ácido’ hacían estragos. Los efectos alucinantes de los carteles de Moscoso en los oscuros garitos musicales de la época están recreados en una sala dedicada a sus dibujos cinéticos. En el Musac también se proyectan algunas de las animaciones que hizo Moscoso, donde se aprecia la influencia de Disney. De hecho, fue una película de esta factoría la que inclinó al niño gallego hacia el mundo del arte. Moscoso, que a sus 85 años, vive retirado en el valle de San Gerónimo (California), ha diseñado el cartel promocional de la exposición del Musac, coproducida con la Fundación Seoane de La Coruña y el Niemeyer.

Hay que armarse de paciencia para leer los textos distorsionados, camuflados en las grafías imposibles de este artista, del que se muestran además sus portadas de álbumes para músicos como Bob Weir, Jerry García, Herbie Hancock y David Grisman.

La exposición arranca con el viaje de Moscoso a Brooklyn cuando tenía 3 años. La familia huyó a Estados Unidos tras la Guerra Civil. También están sus años de formación como discípulo del maestro de la Bauhaus Josef Albers y sus primeros fracasos como cartelista.

Moscoso sigue pintando y haciendo collages, pero, según el comisario de la exposición, David Carballal, es reacio exhibirlos.

Los mundos de Katayama

La artista Kaoru Katayama se ha apoderado del Espacio Vitrinas. En este gran escaparate del vestíbulo del Musac expone delicados dibujos a tinta china que evocan estampas de su infancia.

Katayama, afincada en Madrid, pasó su infancia en un pequeño pueblo de Japón. En su exposición ¿Por qué los monos trepan a los árboles? —en alusión al ensayo de John Berger ¿Por qué mirar a los animales? —, aparece una traviesa niña, que es la propia artista, en algunos de los momentos que marcaron sus primeros años. Katayama cuenta que de pequeña siempre anhelaba los juguetes de niños y, cuando se padre le regaló una escopeta de aire comprimido, mató un pájaro. Confiesa que no ha podido borrar aquella imagen del ave agonizante, aunque aprendió a no hacer daño a los animales. Otro de los dibujos evoca al elefante Himeko, que durante décadas estuvo atado en el zoo de su pueblo. Al final, hubo una campaña para liberarlo y el animal solo sobrevivió dos años. También está el retrato de dos alumnas diseccionando una rana en una clase de ciencias naturales; y la pequeña Katayama subida a la cabeza de una jirafa o viendo a través de unos prismáticos el avance de Godzilla por el campo. Además de los recuerdos infantiles la artista ha añadido sueños y temores.

Junto a estos dibujos con clara influencia de la cultura nipona, Katayama ha realizado un gran mural en el que una niña trepa a un árbol para contemplar a un gato. Hay en todas sus obras una doble mirada, un doble sentido y, en ocasiones, una contraposición entre las dos culturales, la oriental y la occidental.

La artista se hizo muy conocida con su obra Technocharro (2004), un vídeo de un grupo de danza tradicional de Salamanca bailando música techno.

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