Presencialidad

La vuelta a la presencialidad en el trabajo, adoptada ya por algunas administraciones, era inaplazable porque la prestación de servicios públicos se había resentido gravemente En asuntos muy burocratizados como las relaciones con la Seguridad Social, la DGT, etcétera, los sistemas informáticos de las administraciones públicas son anticuados, poco intuitivos y frágiles (gran parte del tiempo no funcionan correctamente). Los servicios telefónicos son insoportablemente lentos por insuficientemente atendidos, y en general resultan sencillamente inútiles. Y, además, estamos ignorando la gran brecha digital que todavía existe en nuestro país, lo que ha producido una desatención de un sector muy notable de la población, que ha estado a merced de la buena voluntad de vecinos, parientes y conocidos para resolver sus trámites, cosa no siempre fácil por lo complicado del sistema. Con las honrosas excepciones que se quiera, las relaciones de la gente con sus administraciones nunca han sido buenas en España. Y la pandemia ha dado pruebas descarnadas de ello. Lo que no está claro es que hayamos aprendido la lección y esté próximo el remedio.