Diario de León

Los casos de Borrás y Puigdemont amenazan la continuidad del Govern

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El independentismo catalán no pasa por un buen momento. Está dividido, en mínimos históricos de apoyo social en las encuestas y carece de una estrategia para reactivar el ‘procés’. No obstante, sigue manteniendo el Gobierno autonómico, la argamasa que permite que el matrimonio de conveniencia formado entre ERC y Junts no se rompa. De momento. El pacto de gobierno fue para dos años, no llevan ni uno y ya dan muestras de fin de ciclo. La antigua CiU y Esquerra empezaron a gobernar juntos en 2015. Desde entonces han ensayado diferentes fórmulas, en función del resultado electoral. ERC recuperó en 2021 la presidencia de la Generalitat 40 años después. «Los consejeros de uno y otro partido no se hablan y sus cuitas internas paralizan la administración», señalan fuentes del PSC, el primer partido de la oposición y ganador de los comicios autonómicos del año pasado. ERC no se atrevió a buscar aliados alternativos al independentismo para formar gobierno, pero ya no lo descarta para el futuro. Esquerra y Junts han enconado su crisis interna, tras la arremetida de Gabriel Rufián contra sus socios a cuenta de los contactos del entorno de Puigdemont con el Kremlin para buscar apoyos a la independencia. Se han llamado de todo. Eso no es novedad. Sí lo es que lo hayan hecho en público, sin disimular sus odios personales. Rufián recibió el encargo de su partido de desmarcarse de la vía ruso abierta por Puigdemont y se pasó de frenada. Fue un aperitivo de lo que viene: las causas judiciales que afectan a Laura Borràs y Carles Puigdemont, los primeros espadas de Junts, amenazan la estabilidad de la legislatura.

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