Diario de León
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Francisco Alvarez Cascos declina toda responsabilidad en la polvareda que dejaron sus críticas a la dirección del partido, por la elaboración de encuestas para la confección de las listas electorales. Pero lo cierto es que, una vez más, su intervención crítica con el equipo de Javier Arenas fue interpretada por sus compañeros de partido como una toma de posición ante el próximo proceso sucesorio. Y, abierta la caja de los truenos, quedaron perfiladas dos claras familias en el seno del PP, representativas de los sectores que serán decisivos para la elección del nuevo candidato a La Moncloa. En una simplificación del debate, los dirigentes del PP se mueven ya a impulsos de los veteranos dirigentes de AP o bien de los militantes procedentes de la UCD. Si entre los primeros cabe una subdivisión entre la «vieja guardia» y los «pata negra», el reparto de los segundos es todavía más variado entre liberales, centristas o democristianos. Sin embargo la raya aparece claramente definida entre quienes pasaron la travesía del desierto con una larga trayectoria en la oposición y los que llegaron de refresco poco antes de empezar a ganar elecciones. «Entre Arenas y Cascos no tengo ninguna duda», comentó al hilo de la polémica un viejo militante de AP. «Con Cascos, estoy siempre en primera posición de saludo y no me baja la mano ni Aznar», añadió para demostrar que su fidelidad a la vieja AP está fuera de toda duda. Al mismo tiempo, los centristas pasan factura y recuerdan que sin ellos el PP nunca habría llegado al Gobierno. A la hora de la sucesión, a José María Aznar le corresponde demostrar a unos y otros que están condenados a convivir si quieren mantenerse en el poder.

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