Diario de León

Diez años de la ‘semana horribilis’ que sacudió a la Corona española

Botsuana, Corinna, los mails de Torres y la crisis económica acabaron con el reinado de Juan Carlos I

Juan Carlos I el día que pronunció su frase «lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». PACO CAMPOS

Juan Carlos I el día que pronunció su frase «lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». PACO CAMPOS

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Lo de aquella semana fue una tormenta perfecta que se desató, no obstante, sobre terreno ya abonado por la polémica y los escándalos. Lo que ocurrió hace ahora diez años en la Casa Real —entre el 13 y el 18 de abril de 2012— cambió para siempre el rumbo de la Corona española.

El accidente de Botsuana, la foto del elefante, las sospechas cada vez más fundadas de que el jefe del Estado tenía una amante, los mails de Urdangarin y el tiro en el pie de Froilán se mezclaron en un cóctel explosivo que desembocó dos años después, en junio de 2014, en la abdicación de Juan Carlos I.

Nadie podía imaginar que aquel sábado 14 de abril, aniversario de la II República, los españoles iban a olvidarse por un rato de la preocupante situación económica de un país que había vuelto de Semana Santa con la amenaza de un rescate europeo, con caídas históricas en las bolsas, con la primera de riesgo por encima de los 400 puntos y con el paro superando el 23%. Ese sábado por la mañana se conocía la noticia de que Juan Carlos I había tenido que ser operado de urgencia en Madrid esa madrugada después de que la noche anterior se rompiera por tres lados la cadera en un campamento de lujo para cacerías en el delta del Okavango, en Botsuana.

El emérito se había caído festejando la caza el miércoles 11 de un elefante cuya muerte (valorada en 100.000 dólares) le había regalado su amigo y ‘mecenas’ del viaje, el empresario saudí Mohamed Eyad Kayali. La frivolidad del jefe del Estado de marcharse a África en los días más complicados económicamente de la historia reciente de España se extendieron como la pólvora. Para más inri, aquella escapada en momentos tan críticos para su país —según ya se adelantaba en algunas redes sociales y mentideros— había sido con su amante, una supuesta princesa de nombre impronunciable: Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Juan Carlos I, además, se había llevado a Botsuana al hijo de ésta, un menor de 10 años, a presenciar la cacería de paquidermos como rito iniciático masculino.

El malestar popular fue ‘in crescendo’ con las horas porque llovía sobre mojado, como ya venía alertando por aquellos días el CIS, donde la monarquía había suspendido por primera vez en los 35 años de reinado.

El 7 de noviembre del año anterior había estallado el ‘caso Nóos’ y desde entonces la investigación de la Audiencia de Palma había afianzado las pruebas de que Iñaki Urdangarin, con la aquiescencia y ayuda de su suegro, estaba involucrado en varios pelotazos.

Poco antes de esa semana aciaga para Zarzuela, el 25 de febrero, el marido de la infanta Cristina había declarado como imputado en Palma. Aunque desde diciembre de 2011 estaba ‘apartado’ de la Casa Real, su larguísima declaración había supuesto un desgaste para la Corona de la que todavía no se había repuesto.

La foto de elefante y el viaje de lujo con cacerías de animales salvajes y amante rechinaba con las promesas de «ejemplaridad» hechas por don Juan Carlos en su discurso de Nochebuena tres meses y medio antes de Botsuana. Tampoco daba imagen de «ejemplaridad» otra de las patas de la familia, la de los Marichalar, envuelta en una investigación después de que el 8 de abril el nieto mayor de don Juan Carlos, Floilán, se hubiera disparado en el pie mientras jugaba con una escopeta en la finca de familia de su padre en Soria.

Pero la tormenta de esos días sólo había comenzado. Un invitado inesperado iba aprovechar los momentos más delicados de la Corona para comenzar su ofensiva. Diego Torres, el socio de Urdangarin en Nóos, el martes 17 de abril decidió comenzar su campaña de filtrar mails comprometedores para la jefatura del Estado.

Aquellos tres primeros correos ya apuntaban a que Juan Carlos I, con el conocimiento de la infanta Cristina, había movido durante años sus hilos e influencias para buscar a Urdangarin negocios, puestos y patrocinios para enriquecerse por la vía directa y sin demasiados escrúpulos.

Once palabras

Un día después de aquellos primeros mails, Juan Carlos I abandonó el Hospital San José de Madrid. El 18 de abril a media tarde, en una comparecencia de coreografía muy medida, el jefe del Estado, con cara compungida, pronunció once palabras: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir».

Ese inédito ‘mea culpa’ puso fin a aquella semana de hace diez años que marcó para siempre a la Corona española y que supuso el principio del fin del reinado de Juan Carlos I, quien finalmente abandonó el trono el 18 de junio de 2014, 26 meses después del accidente de Botsuana.

Esa semana también fue el principio del fin de su idilio con Corinna y de sus días felices. A partir de esas jornadas de abril de 2012 las juergas y la cacerías poco a poco darían paso a los problemas judiciales por los regalos millonarios en Arabia, las fundaciones opacas en paraísos fiscales, el supuesto acoso a su examante y el ‘exilio’ voluntario a Abu Dabi, donde don Juan Carlos ha decidido mantener su residencia y donde esta Semana Santa ha recibido la visita de sus dos hijas, Elena y Cristina, así como algunos de sus nietos, en concreto Victoria Federica Marichalar y Juan, Pablo, Miguel e Irene Urdangarin.

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