Diario de León

ETA nos costó 25.000 millones

Un libro recoge la historia económica de la banda y la violencia que ejerció sobre el mundo empresarial . ‘La bolsa y la vida’ revela que el número de extorsionados por la banda terrorista asciende a 9.000 personas .

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lorena gil | bilbao

Que la actividad terrorista de ETA tuvo un impacto económico en Euskadi y el resto de España es algo indudable. Lo difícil ha sido ponerle cifra. El libro La bolsa y la vida (Ed. La esfera de los libros), a la venta desde esta semana, aborda con todo tipo de «cautelas» este fenómeno. Secuestros, robos, chantajes y atentados. La banda terrorista causó miles de víctimas —el número de extorsionados podría superar los 9.000— y se estima, así recoge la publicación, que «el coste directo de la existencia de ETA» ascendió a 25.000 millones de euros. ¿Hasta qué punto se puede cuantificar el impacto que ha tenido ETA en la economía? La bolsa y la vida establece unos costes directos de la existencia de la banda —actualizados a diciembre de 2016— de entre 20.000 y 25.000 millones de euros. Dos proyectos que estuvieron en el punto de mira de los terroristas generaron un gasto especialmente elevado: el cierre de la central nuclear de Lemóniz supuso alrededor de 6.000 millones y la autovía de Leizarán, que se inauguró tras haber cambiado el trazado, casi diez millones. ETA asesinó, además, a ocho personas vinculadas a ambas obras.

El precio de la extorsión

Según se recoge en la publicación, en los años más duros de ETA —hasta mediados de los noventa—, el coste directo de secuestros, extorsiones y atracos rondó los 87 millones de euros. Los gastos policiales y penitenciarios superaron los 6.000 millones de euros. En materia de seguridad, solo entre 1994 y 2003, en plena campaña de ‘socialización del sufrimiento’, se destinaron más de 30 millones a los partidos políticos, mientras que se calcula que lo gastado entre 2000 y 2013 en proteger a los amenazados ascendió a 1.625 millones. Más de 400 millones se destinaron a indemnizaciones. «Evidentemente, este coste es muy inferior al que ETA ha podido causar por la vía de la reducción del potencial de crecimiento económico», sostienen los autores.

La estimación «más respetada» del porcentaje del PIB per cápita perdido por los vascos es del 10 por ciento. Otros estudios hablan de porcentajes superiores al 20%. «La cuantificación en estos términos resulta extremadamente difícil», asumen. ETA tardó años en conseguir el dinero que le permitiría emprender la vía de la violencia. Hasta que fue capaz de autofinanciarse por medio de los atracos a mano armada, la banda «se nutrió de las suscripciones de sus miembros». Según el primer informe policial que menciona a la organización, fechado en agosto de 1961, «las cotizaciones de los etarras eran de entre 3 y 5 pesetas semanales», revela el libro.

El impuesto revolucionario

La maquinaria de la extorsión empezaba, ahora bien, a asomar la cabeza. Se empezaron a preparar «listas de gente con posibilidades», «más o menos nacionalista». Presuntamente, los ‘donativos’ eran voluntarios, si bien los terroristas advertían ya entonces: «si entre los visitados alguno no es patriota vasco puede negarse a pagar. Pero no olvide que la delación se paga con la muerte». Una denuncia en 1964 de Ramón de la Sota Mac Mahon, influyente empresario y político vinculado al PNV frenó la extorsión. O más bien la postergó. En 1975 el mal llamado ‘impuesto revolucionario’ estaba ya en marcha. Según un informe de la Guardia Civil citado en el libro, se calcula que la banda logró en un año hacerse por esta vía con un presupuesto de unos 400 millones de pesetas (2,4 millones de euros). Vista la rentabilidad del chantaje, hubo quienes buscaron «enriquecerse a costa del creciente miedo». El 5 de julio de 1978 en Zarautz ETA-pm asesinó a Domingo Merino Arévalo, a quien acusó de hacerse pasar por el líder etarra Txomin Iturbe para extorsionar a algunos empresarios. El descontrol hizo que los terroristas suspendieran provisionalmente el ‘impuesto revolucionario’. Recurrieron entonces al secuestro de industriales y directivos. En total, 38. Otros trece fueron retenidos y puestos en libertad con tiros en las piernas. El primer secuestro que acabó con el asesinato de un rehén fue el de Angel Berazadi, un industrial guipuzcoano cercano al PNV. Fue en 1976.

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