Diario de León

Jesús ante el espejo del maligno

l El filósofo Miguel Aranguren ficciona la vida de Cristo en la obra ‘J. C. El sueño de Dios’. J. C. El sueño de dios Miguel Aranguren Homo Legens. 2019

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m. l.
León

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E norme desafío el que aceptó Miguel Aranguren (Madrid, 1970) al decidirse a novelar los primeros años de la vida de Cristo en J. C. El sueño de Dios (Homo Legens). «No es una novela religiosa», advierte su autor, que necesitó casi siete años para «cumplir el sueño» y abrochar casi 600 páginas en torno a uno de los «momentos más importantes de la Historia», la encarnación de Jesucristo. Ofrece «otra mirada a la existencia de Cristo» al recrear intimidades de una vida que se mira en el espejo de Satanás y narrar la lucha eterna entre el bien y el mal. «La literatura es ficción, y nada tiene que ver con el texto aprobado por la iglesia. Ficciono la experiencia personal de ese encuentro con Cristo, más allá del relato evangélico, para preguntarme qué pudo suceder en el antes y el después de la vida de Cristo», precisa el novelista. «Jesús es el único personaje de la historia que parece no envejecer. No hablamos de él como de Aníbal, Alejandro Magno o Julio César. Tiene esa cualidad de hablar directamente a cada ser humano de manera transversal y siempre nueva, sin importar el tiempo, la historia, la condición y la fe de cada cual», advierte un narrador que aspira «a llegar a todos». Insiste en que su novela «ni es pía ni se dirige necesariamente a un público católico, ni siquiera cristiano». «No tengo interés en defender o argumentar ningún aspecto relacionado con la fe cristiana. Mi esperanza es que disfruten del relato muchos lectores sin fe o que no sepan apenas nada de Cristo. Confío en que los personajes les conquisten, como me conquistaron a mí». «Los lectores que no tienen fe, además de vivir una experiencia narrativa, se encontraran con Juan, Herodes, Zacarías, María o José, que les tocarán el corazón», promete. Inicia su relato con Juan Bautista prisionero en la fortaleza de Maqueronte, debilitado y sufriendo momentos de duda sobre Jesús y su misión. «Los santos son de carne y hueso y deben enfrentarse a sus limitaciones. Por eso el Bautista y José van a sorprender al lector», anticipa.

Aranguren «curiosea» en lo más desconocido de las relaciones de los miembros de la Sagrada Familia, «sin pasar por alto que no se libraron del rechazo, el recelo y la incomprensión de los suyos». Alterna pasajes llenos de ternura con otros muy dolorosos y, con tensión creciente, conduce al lector a un final que sobrecoge «en una historia que mueve la Historia». Es llamativa la presencia constante del demonio en el relato. «Satanás es un personaje especialmente sugerente, un perdedor que a la vez va ganando. Tiene muchas aristas literarias, aunque los cristianos tengamos la seguridad de que el mal está derrotado», asegura Aranguren. Señala que la presencia demoniaca en la novela «no es casual ni un recurso». «El diablo es un personaje omnipresente en la Biblia, del Génesis a los Evangelios, y también la vida pública de Jesucristo», recuerda. «La lucha eterna del bien contra el mal es el eje de todas las religiones, pero tiene un protagonismo primordial en el relato evangélico. Hace que sea apasionante y responda a muchos interrogantes», dice Aranguren. Recuerda los cuarenta días qué Jesús pasó en el desierto «en los que al final, en un diálogo casi continuado con el diablo, vemos cómo se mide con él, entre otras cosas porque el diablo no estaba seguro o podía dar por hecho que aquel hombre corriente pudiera ser Dios vivo».

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