Diario de León

ESPERANZA ORTEGA. POETA

«La poesía siempre te sitúa al lado de una puerta que está a punto de abrirse, es anuncio, es promesa, siempre estás en el inicio»

Ha cultivado la poesía, el ensayo, la biografía, la narrativa y la crítica. La faceta poética, la más perdurable, sin duda, del conjunto de su obra, ha supuesto su presencia en numerosas antologías de poesía española e h

Esperanza Ortega. Nacida en Palencia, la escritora reside en Valladolid dedicada profesionalmente a

Esperanza Ortega. Nacida en Palencia, la escritora reside en Valladolid dedicada profesionalmente a

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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­­­-”Recientemente se ha publicado una antología de su poesía, La mano sobre el papel , con representación de todos sus libros de poesía. Desde 1988 en que apareció Algún día , su primer poemario, hasta los últimos poemas de 2010 son más de veinte años con «la mano sobre el papel». ¿Se puede hablar de algún tipo de continuidad o de evolución?

-”Todo evoluciona, todo cambia, aunque yo tenga la impresión de bañarme siempre en el mismo río. Uno de los poemas de «Algún día», mi primer libro, está dedicado a mi hijo, le escribo en el momento en que es un bebé y llora desconsoladamente. Hay otro poema entre los últimos de la antología dedicado también a mi hijo, se titula «En un árbol escrito». En este poema mi hijo ya es tan alto como un árbol, mucho más alto que yo. Así ha evolucionado mi poesía, en un crecimiento natural. Pero en el cerne de ese árbol ya estaban escritas algunas palabras: soledad, espera, incertidumbre y una gran dosis de deseo. Mi trayectoria es el esfuerzo por traducir las emociones en palabras, a lo largo del tiempo. La meta sigue estando lejos, aunque escuche la misma voz intermitente que me anuncia su proximidad, en cada uno de los versos que escribo. He recorrido ese camino de día y de noche, a veces a tientas, en esos poemas que nadie acaba de entender del todo, y a veces con los ojos abiertos, a la luz del día, en los poemas cuyo significado parece más inteligible. Pero la claridad también ciega los ojos, deslumbra igual que las tinieblas, y el misterio, el secreto del poema no llega a ser desvelado. Cuando oigo el aldabón de la poesía, sigo sintiendo la misma incertidumbre, como la muchacha que decía en la Jarcha: «¿Qué haré, madre? / el habibi está a la puerta». La poesía siempre te sitúa al lado de una puerta que está a punto de abrirse, es anuncio, es promesa, siempre estás en el inicio. Por eso es casi imposible que sea yo la que mire hacia atrás y explique mi propia evolución.

-”La poética que precede a La mano sobre el papel es muy clarificadora. No sé si cabe sintetizarla como un gesto de temor y de humildad y una actitud de entrega.

-”Sí, me identifico con todos estos conceptos menos con el de humildad. Es verdad que el poeta se pone en entredicho cuando escribe, se arriesga a hacer el ridículo. Allí donde hay riesgo, es normal que haya temor. Y una actitud que podría llamarse humildad, pero a la que yo prefiero llamar candor. Porque persisto en el intento de escribir el gran poema con una terquedad salvaje, que puede considerarse inocente, pero no es humilde, creo yo. Sigo buscando dentro, siempre escarbo en el mismo hoyo, allí es donde encuentro el significado, lo que entrego en los poemas que son una parte de mí misma. Entregar lo que eres, no lo que tienes, puede ser generoso, pero no es humilde.

-”En esa poética relata una hermosa historia de Genoveva de Bravante que ocultaba en su delantal desperdicios para los pobres y que, ante el temor de ser descubierta por el rey, al abrirlo se habían transformado en flores. ¿En qué sentido puede ser una buena imagen de la poesía?

-”Sí, la historia de Genoveva de Bravante me apasiona porque, tal como yo la leí cuando era niña, era una santa terca y desobediente. Le llevaba la contraria al rey, su marido, es decir, al poder. Ella seguía erre que erre atendiendo a los mendigos aunque el rey se lo tenía prohibido. Les llevaba los restos del banquete en su delantal, a escondidas. Y un día-¦, cuando está a punto de ser descubierta, se produce el milagro. Los mendrugos se transforman en flores y ella está salvada. Esta transformación de los desperdicios en flores es una metáfora de la transformación de las emociones en palabras que consigue el poeta cuando tiene un hallazgo. Dice Octavio Paz: «Palabras que son flores / que son frutos, que son actos-¦». Esta cita figura al frente de uno de mis libros, El baúl volador . ¿Por qué guardar los desperdicios como Santa Genoveva? Porque muchas veces escribimos en un estado de indignación o de reproche hacia la vida, o en un estado miserable, rotos, divididos. El poeta guarda esa basura, oculta dentro de sí mismo, ahonda en ella, en sus propias vísceras, en busca de la palabra acertada. Y hay un momento de incertidumbre absoluta en la que él mismo siente que todo se le parte por dentro, es en ese momento cuando la poesía se revela, cuando el delantal habla por sí solo y los desperdicios se convierten en palabras. No hay poesía si no se produce la transformación, por eso es tan difícil escribir poemas testimoniales, que obedezcan a la intención inicial, a un fin preciso. Cuando escribes, no sabes lo que va a suceder exactamente, no sabes si el gusano se va a convertir en mariposa o en otra cosa aún más rara. Sin embargo, pronto se aprende que los versos más hermosos aparecen en los momentos de mayor desesperación. Y los más verdaderos cuando menos los esperas. Por ejemplo, a mí me emociona la multitud que se manifiesta en El Cairo pidiendo libertad y justicia, me gustaría estar con ellos, confundirme entre ellos, pero no he escrito un poema en donde exprese estos sentimientos. Quizá lo haga algún día, el día menos esperado, el menos oportuno o conveniente. El poema tiene que llegar, es un suceso en sí mismo. El poeta tiene que esperarlo con su delantal abierto, como la terca Genoveva.

-”En el texto último de La mano sobre el papel alude a unas palabras de Rilke que hablan de una hendidura o fisura por donde el poeta sale del tiempo y encuentra lo perdido, en un reino sin mudanza, y que ese instante límite es el instante de la poesía. ¿Podría aclarar esta idea?

-”Está muy clara en Rilke. La poesía reside en un lugar y un tiempo imposibles. Hay que creer que lo imposible puede llegar a existir para internarse en lo desconocido, lo que no tiene medida ni presencia aparente en la vida cotidiana. La poesía está debajo, como esas ciudades que descubren los arqueólogos en el subsuelo. Hace tiempo, creían que Troya no había existido. Troya existía únicamente en los hexámetros de Homero. Hoy sabemos dónde estaba Troya, se pueden visitar sus ruinas. Pero la Troya viva, la de Héctor y Aquiles, sigue en su lugar, para llegar a ella hay que internarse por la rendija de la que hablaba Rilke. Escribí un poema que se titula «Poema de las cinco estaciones»: primavera, verano-¦ ¿Y la quinta? Sin duda ésa es la estación de la poesía. A ella se llega por los resquicios que hay en el tiempo, esos instantes son la hendidura de la que hablaba Rilke. Son los momentos poéticos. Juan Ramón Jiménez llamó a esa estación «La estación total». Me di cuenta de que Juan Ramón había utilizado ya ese término cuando ya había publicado el poema. Antes, no lo había entendido. Pasa esto, incluso tus propios poemas puedes tardar en entenderlos. Por eso es tan arduo tratar de explicar la poesía con las palabras de este mundo. Es difícil porque remiten a otro idioma, el del mundo al que se llega cuando te internas por la rendija de lo imposible. En el Mayo del 68 había un grafiti que decía: «¡Sed realistas: exigid lo imposible!». Seguro que lo había escrito un poeta. Por ejemplo, cuando alguien muere, nos llaman a los poetas para que leamos una elegía. Porque toda elegía es una afirmación de que la muerte no se adueña de todo, que existe una rendija que comunica la vida y las palabras. Lorca dice, en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías : «Te has muerto para siempre-¦ pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia». Ahí está el punto, en ese «luego» que está fuera del tiempo, en esa otra realidad que es inalcanzable, pero que sabemos que existe y que está aquí mismo. Dice César Vallejo: «Hay un lugar que yo me sé / en este mundo nada menos / adonde nunca llegaremos».

-”Yo he calificado en distintas ocasiones su poesía aplicándole términos como brevedad, densidad, intensidad, insinuación, fragmentarismo... No sé si se acomodan bien a su modo de ser.

-”Sí, yo creo que está bien lo que dices. Lo que no me gusta es que otros me llamen «minimalista». El minimalismo suele aburrirme mucho, por lo que tiene de repetición. Si se refieren al cuidado y respeto hacia lo minúsculo, entonces sí. Yo digo en broma que no puedo ser una poeta enormemente mala. Al menos eso sí lo creo, porque mis poemas suelen ser breves y publico pocos libros. Odio las palabras solemnes, eso es lo único que no me gusta de la última poesía de Juan Ramón Jiménez: palabras como «sustancia», «esencia», «eternidad». Y es cierto también que a la intensidad contribuye el fragmentarismo. La escritura fragmentaria supone la decisión de quedarse solo con lo fundamental, que suele estar en la ruina, hecho pedazos. Ves un templo griego ahora, cuando solo quedan dos o tres columnas, y es más hermoso que cuando fue construido. Sólo queda lo que sostenía el misterio. El resto te lo tienes que imaginar. Y ese vacío comunica, emociona. A la Venus del Milo le falta un trozo de brazo. En esa escultura hay más erotismo, más cuerpo, que en la figura completa, perfecta. Todo el arte moderno está fragmentado, deconstruido, quizá porque, desde los románticos, aspiramos más a lo sublime que a lo bello. Lo sublime tiene que integrar la tachadura, lo monstruoso, lo disonante.

-”¿De qué poéticas o de qué poetas se siente más cercana? La pregunta puede ser reformulada de otro modo: todo poeta es, además, un lector de poesía. En su caso ¿qué lecturas frecuenta o reitera?

-”No sé si te puedo decir de quién me encuentro más cercana o de quién deseo encontrarme más cercana. Yo quisiera estar muy cerca de San Juan de la Cruz, de César Vallejo, de Juan Ramón-¦ Pero cada uno tiene que seguir su camino. Lo mismo me pasa con Francisco Pino o José Miguel Ullán. Ahora, después de su muerte, los leo de otra forma, con más intensidad, con más deseo de que el texto me los acerque, me los devuelva vivos. A los contemporáneos, claro que los leo, pero de otra manera. Los veo como compañeros del camino. Incluso me pasa con Gamoneda, a quien tanto admiro y al que considero la voz actual de los poetas de España. Pero no doy su obra por terminada, completa, no he decidido todavía cuál es lo mío de su obra, qué es lo que yo elijo o me elige a mí. Lo que no suelo es leer mucha poesía traducida. Sólo leo en italiano, a los poetas que traduzco, sobre todo a Dante, que no me cansa nunca. En cuanto a lo que se dice sobre poesía, en español, en el Siglo XX, ha habido dos grandes sabios: Octavio Paz y José Ángel Valente. Lo digo de manera tajante porque lo creo de verdad.

-”Indudablemente, el poeta Francisco Pino ha sido una de esas lecturas; a su obra le ha dedicado muchos afanes, entre ellos la antología Siempre y nunca , publicada en «Clásicos Hispánicos» de Cátedra. Investigación y creación, crítica y poesía ¿se compaginan sin problemas, sin que una actividad se inmiscuya en la otra de alguna manera?

-”No, no ha habido problema con los clásicos o con Juan Ramón o los poetas del 27, sobre los que he escrito mucho. Con Pino fue otra cosa. Mi labor crítica existe porque fuimos muy amigos y yo veía que necesitaba que alguien le estudiara. Me indignaba que siempre le calificaran como el gran desconocido, pero nadie estudiara su obra en serio. A él le dediqué muchísimas horas de trabajo, y de placer también, porque me gustaba hacerlo. Él me enseñó muchas cosas que la gente no sabe, me enseñó sobre todo el entusiasmo y la alegría de la escritura. En eso era fantástico. Pero era un poeta absorbente. Yo fui su lectora, su copista, su entrevistadora, su crítica en los últimos años. No, no creo que la actitud del crítico sea la misma que la del poeta, excepto cuando en la crítica hay un acto poético, delicado, de atención amorosa.

-”He visto su nombre incluido en determinadas antologías, por ejemplo en Ellas tienen la palabra , publicada en 1997. Son varias las antologías de mujeres poetas; la última que conozco, Trato preferente , se terminó de imprimir, dice el colofón significativamente, «el 3 de junio de 2010, aniversario del nacimiento de la escritora Rosa Chacel en 1898 en Valladolid». ¿Son aún necesarias las antologías de género?

-”Yo he salido en muchas de estas antologías. Siempre que me lo han pedido. ¿Por qué no? Aunque he de confesar que me hace más ilusión que me seleccionen en antologías mixtas. La que más me gusta es Las ínsulas extrañas , porque aparecen poetas españoles e hispanoamericanos y por los antólogos, que son los que prestigian una selección. En cuanto a que sean antologías de mujeres, solo de mujeres, no me gusta mucho la idea. En cambio, los hombres, no parecen haber echado en falta a las mujeres en sus antologías, en absoluto. Siempre se han encontrado a gusto en su gheto. ¿No recuerdan los cuadros de la última cena? Los hombres solos, en la cena más importante. Así ha sido la Historia de la Literatura, a la que las mujeres no fuimos invitadas. Por eso me gusta colarme en sus actos y antologías, o ser invitada por los más corteses -”como en este caso, por cierto-”. Pero tampoco me gustaría que la última cena hubiera sido solo de mujeres. Me gusta lo mestizo, sin pedigrí, lo cruzado, lo vivo. Al menos yo prefiero eso, aunque entre otras poetas también me pueda sentir en buena compañía.

-”Nos hemos centrado principalmente en la creación lírica, pero ha cultivado otras formas de escritura, la crítica, como acabamos de ver, la biografía, el ensayo, la narrativa... En Las cosas como eran (2009) vuelve la cara hacia el pasado. ¿Por qué esa recreación de la infancia y la adolescencia?

-”Sí, he escrito y publicado algunos cuentos. Pero, si te fijas, mi narrativa está ligada siempre a la poesía. La biografía -”o más bien novela-” es de Garcilaso y la crítica siempre es de poesía. Los que conocen bien mis cosas dicen que Las cosas como eran es una Poética, que en ese libro están las claves de por qué escribo. Hay un momento en que todos debemos mirar atrás, hacer un alto, rescatar lo perdido. Por eso se escriben las memorias. Pero lo que más me interesa de la opinión de los lectores sobre Las cosas como eran no es que conozcan mi mundo, el mundo de mi infancia, sino que encuentren su infancia en mi libro. Me dicen: «me has hecho recordar lo que había olvidado de mis padres, del colegio, me has devuelto lo que yo era de niña». Esto me lo dijo una lectora y me encantó. Es la señal de que el libro no es una autohagiografía, como en el caso de algunas memorias de infancia. De la poesía no te dicen nada, parece que cae en un agujero negro. Y es normal, porque la respuesta del lector al poema ha de ser el silencio.

-”Se dedica profesionalmente a la enseñanza. En El baúl volado r (1986) creo que pretendía mostrar modos de insuflar el gozo de la lectura en los alumnos. Cuando se trata de poesía tal vez las dificultades aumenten.

-”No, a los adolescentes les gusta la poesía. Lo digo con seguridad. Me refiero a los que la escuchan, a los que la leen. Me refiero a la poesía que entienden y que es buena. A veces se les da a leer tonterías que entienden pero que no dejan de ser tonterías. Y a veces al mismo profesor le gusta mucho más la narrativa que la poesía. Entonces la reduce a la métrica, a las figuras retóricas-¦ Esto aburre muchísimo a cualquiera. El baúl volador es un libro de hace más de 25 años en el que traté de evitar precisamente eso, la manera convencional de acercar a los alumnos a la literatura. Lo mejor de este libro es el candor que conseva. Entonces yo era muy inocente. Los ejercicios que propongo los han fusilado descaradamente en multitud de libros de texto, pero el espíritu que los animaba, esa esperanza tan irreductible y quijotesca en el poder de la literatura, eso no se lo han quitado al libro. Lo he vuelto a leer hace poco porque esta primavera se va a reeditar y he decidido no cambiar ni una palabra. Sin embargo, la poesía para mí está unida a las vacaciones, a lo que no es productivo. La enseñanza es la forma que tengo de ganarme la vida. He aprendido a diferenciar esas dos facetas. La poesía es la devoción, la enseñanza es obligación. En El baúl volador , devoción y obligación no estaban separadas. Ahí residía su encanto.

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