Diario de León

Mariúpol es el nombre de todos los infiernos

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Bombardeada desde hace dos semanas, el alcalde de Mariúpol asegura que el 90% de la ciudad ha sido defenestrada. La Cruz Roja Internacional exigió ayuda inmediata y la declaró en situación de catástrofe humanitaria antes de que su personal se viera obligado a salir de allí. Las carreteras están minadas. Los puentes rotos. Se calcula que hay 2.000 muertos. Como poco. Muchos, tirados en la calle. Otros en sótanos donde es necesario alumbrarse con un mechero.

La linterna de los móviles es demasiado preciosa cuando no hay electricidad para una recarga.

Los vecinos han aprendido a convivir con los cuerpos o a arrojarlos rápido a una fosa para no ser alcanzados por un obús o un francotirador. El olor es lo peor, junto al hambre y la sed. Apenas cabe beber del río. No hay suministros. Sólo las oraciones de 350.000 condenados.

Y todavía así, la guerra riza el rizo: sin salir de su asombro por el ataque del martes contra el edificio del Teatro Dramático, los vecinos ayudaban ayer a rescatar a quienes se refugiaban en su interior. Al menos, un centenar salió del edificio con vida, pero anoche no se descartaba que empezaran a surgir cadáveres entre los escombros.

Las fuerzas rusas se cebaron con especial saña con los objetivos civiles. Un misil cayó sobre un refugio para madres con niños en la localidad de Severodonetsk. «Afortunadamente, todos ellos están a salvo», informaron las autoridades locales. El mercado de Barabashovo, el más grande de Europa del Este, con miles de vendedores, también resultó bombardeado, así como un edificio en Novi Petrivtsi, en el que murió un niño de dos años.

Los ucranianos pueden distinguir cuando un misil cae en la ciudad o en el campo. Suena diferente según el impacto se produzca en tierra, contra el asfalto o en un edificio. También han aprendido a convivir con esa ceniza fina que nadie sabe de dónde procede pero que siempre llega cuando los tiros de artillería golpean a apenas unos kilómetros. Luego están los niños. Ellos saben que el fútbol callejero es jugar con la muerte porque los niños ahora pierden piernas en Europa por la explosión de un mortero.

Estados Unidos calcula que el Ejército ruso ha lanzado más de 980 proyectiles sobre la antigua república soviética desde el inicio de la guerra hace 23 días. De ese modo, el Kremlin impele a los civiles a huir. Más de tres millones de mujeres, niños y ancianos han salido ya de Ucrania. Los hombres de la nación, en cambio, siguen dentro, reclutados, lo que también hace más difícil una capitulación para el presidente Volodímir Zelenski ante el dramático esfuerzo humano causado por la separación de las familias de todo el país. Los bombardeos también son tácticos.

La artillería también es una manera de minar la moral resistente de los ucranianos y de alargar el tiempo de conflicto garantizando que prevalece el terror.

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