Diario de León

Miles de ucranianos quedan atrapados entre el fuego en los corredores humanitarios

Los bombardeos en Mariupol y Volnovaja impiden salir a los civiles Kiev se desangra en una fuga de ciudadanos antes del asalto final

Miles de personas esperan a ser evacuadas en la estación central de Kyiv (Kiev) para escapar de la guerra. ZURAB KURTSIKIDZE

Miles de personas esperan a ser evacuadas en la estación central de Kyiv (Kiev) para escapar de la guerra. ZURAB KURTSIKIDZE

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EFE

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La prevista apertura de dos corredores humanitarios en Mariúpol y Volnovaja, en el sureste de Ucrania, para evacuar a la población civil, anunciada por Rusia, quedó suspendida por operaciones militares.

Las autoridades ucranianas afirmaron que las operaciones militares rusas impiden la salida de miles de civiles ucranianos para ponerse a salvo.

«Debido a que la parte rusa no respeta la tregua y continúa el bombardeo tanto de la propia Mariúpol como de sus alrededores, por motivos de seguridad, se aplaza la evacuación de la población», escribió el Ayuntamiento en su cuenta de Telegram.

«Pedimos a todos los ciudadanos de Mariúpol que se marchen (de los puntos de concentración y recogida) y vayan a los refugios», añadió.

La ciudad de Irpen, considerada la puerta hacia Kiev, ha sido víctima del ensañamiento de la artillería rusa en los últimos días. Es una de las localidades designadas por ambos bandos en conflicto para ser evacuada tras el acuerdo de ceses del fuego alcanzado en Bielorrusia.

«Nos hemos librado por los pelos. Los rusos no han dejado de disparar ni un solo minuto», comenta una mujer mayor al descender de un camión al descubierto.

Una de las imágenes del día son los cientos de personas escondidos bajo el puente volado en esa localidad por el Ejército ucraniano para impedir el avance ruso.

«En las ciudades pequeñas en torno a Kiev la situación es dramática. La gente vive en los sótanos. Los mujeres dan a luz bajo tierra. Las ambulancias no pueden llegar a tiempo», explica Alina.

Rusia sin embargo acusó a los batallones nacionalistas ucranianos de impedir la evacuación de la población civil de estas dos ciudades y aseguró que de las 215.000 personas a las que se iba a permitir la salida de estas ciudades «nadie llegó a los corredores humanitarios abiertos». Según el Ministerio de Defensa ruso, los nacionalistas y las Fuerzas Armadas de Ucrania aprovecharon la tregua humanitaria para «reagrupar unidades» en las posiciones defensivas y en todo Mariúpol, estratégica ciudad portuaria, que tiene casi 450.000 habitantes, algo que también habría observado en Volnovaja.

LA CAPITAL SE VACÍA

Kiev se está desangrando incluso antes de que comience el esperado asedio ruso. Decenas de miles de habitantes de la capital ucraniana han decidido coger sus bártulos e iniciar un largo éxodo con destino al oeste del país y, si es posible, al extranjero.

«La ciudad se está vaciando. Nosotras nos vamos, pero mi marido y mi padre se quedan a combatir», comenta Nastia al borde del andén de la Estación Central de Kiev.

Leópolis, la capital del oeste de Ucrania y que está cerca de la frontera polaca, es el destino de casi todos los desplazados que huyen de la guerra y del inminente bombardeo ruso de la ciudad, que ven como algo inevitable.

UN VIAJE A NINGUNA PARTE

Coches, autobuses y camiones dejan a familias enteras frente a la estación. En sus miradas perdidas se puede leer el sufrimiento de diez días de invasión rusa.

Muchos dejan atrás sus vidas, sus casas y todas sus pertenencias. La grúa no da abasto para retirar tantos automóviles abandonados en la plazoleta.

La estación es un hervidero. En sus pasillos miles de personas esperan que la megafonía anuncie su tren para abalanzarse al andén. El problema es que ni hay horario ni billete, por lo que hay que correr para no viajar de pie.

«¿A dónde voy? No lo sé. Adonde sea», comenta Bogdana, una mujer residente en la capital.

Los chillidos de algunos niños al subir al vagón es ensordecedor. Otros lloran desconsoladamente por las ventanillas. No quieren viajar sin sus padres, pero estos se quedan a defender la ciudad del enemigo ruso.

«Tenemos que enviar a la familia a un lugar seguro. De lo contrario, no podría estar tranquilo», comentó Yaroslav, un corpulento soldado que sostiene en su regazo a su hijo pequeño, que está abrazado a su cuello.

Está convencido de que la capital resistirá la embestida rusa, ya que todos sus amigos están decididos a «hacer pagar muy cara» a los rusos su osadía.

«Un proyectil cayó el otro día cerca de casa. Yo creo que los rusos nos van a bombardear de un momento a otro», señal Alexander. Su destino es Valenci», donde vive desde hace una año una de sus hijas. «Sólo será provisional», añade, antes de proclamar en castellano: «¡Gloria a Ucrania! y ¡Viva España!».

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