Diario de León

Historia de un agravio territorial

La reivindicación del desarrollo del noroeste suma 25 años sin cumplir sus objetivos

Se cumplen veinticinco años de la cumbre del Arco Atlántico en León, que exhibió la primera reivindicación de la periferia española frente al agravio y la influencia creciente del Mediterráneo

León

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Hay un punto de partida para este frente atlántico que sueña con enlazar el noroeste; hace un cuarto de siglo que León se posicionó sobre el mapa que, por una vez es el territorio, y levantó la mano frente al Mediterráneo, y frente al agravio, que aún persiste.

Hay un punto de inicio de esta carga de acción política y social reivindicativa, de las oportunidades logísticas y la inversión pública para igualar oportunidades y crear desarrollo; ese mismo debate sustentó aquella asamblea de las regiones atlánticas europeas que trajo a León la idea práctica de que Europa era boletín oficial, además de diario de sesiones parlamentaria. El concilio se llamaba Arco, y para su decimoquinta convocatoria reunió en la capital leonesa a 32 representantes de otras tantas regiones del flanco occidental. Acogió aquel evento el hostal de San Marcos, legado de otros tiempos en los que el Parador de León podía encajar estos retos multitudinarios.

La primera conclusión del encuentro fue la alianza de los gobiernos autonómicos de Galicia y Castilla y León para contrarrestar la creciente influencia del Mediterráneo». Lo expuso Manuel Fraga junto a Juan José Lucas, que entonces llevaba la voz del territorio leonés, en ese empeño incipiente de sacar la cabeza por encima del tópico de cruce de caminos, anterior a la época visigoda.

Fraga y Lucas garantizaron la valía de la primera conclusión, el propósito, avalado por el ministro francés de Comercio, entonces Jean Pierre Raffarin, que presidía el Arco Atlántico, y luego llegó a ser primer ministro francés.

Al inventario del cónclave no le faltaron referencias sobre la apetencia del noroeste de ganar cuerpo, de igualarse con el muro levantino, de medirse a su alter ego en la sección de avances de las regiones europeas; así que comenzaron a desgranarse términos que aún hoy son recursos de primer orden en las propuestas políticas para el flanco periférico; las infraestructuras de comunicaciones, las transferencia de tecnología punta desde las zonas más avanzadas económica y socialmente, la aportación y el respaldo financiero de la UE para lograr ese objetivo.

El desarrollo sostenible que iba a venir por mantener la calidad del medio ambiente y la suma de las nuevas tendencias de posición económica. El cambio de Arco por Corredor traslada la situación al momento presente, con los colectivos económicos y sociales y algunos políticos del noroeste, de León. Galicia y Asturias, herederos universales de aquel banquete precoz de reivindicación que puso, aquel fin de semana de mediados de abril de 1996, sin que sirviera de precedente para nuevos episodios, a León a la altura de Poitiers.

Aquella cumbre atlántica de León fue la espoleta de una cascada de aspiraciones de desarrollo que retumba en todo el ideario posterior, siempre que se trate de abordar cuestiones que atañen al futuro de esta zona peninsular.

Fraga fue optimista en torno al resultado de esta empresa territorial, y vaticinó que el Atlántico está recuperando (1996) su importancia geopolítica, en un momento de desplazamiento de intereses de Europa hacia el este del continente, lo que obliga a regiones como Galicia y Castilla y León a defenderse».

Lucas, soriano que presidía la Junta de Castilla y León, sentenció que «el fortalecimiento del eje Atlántico es necesario como grupo de presión en Europa, frente a la creciente influencia Mediterránea».

Luego, sobre las conclusiones definitivas a las conclusiones iniciales, se matizó el indudable compromiso de Lucas y Fraga para hacer de León el paso obligado de las infraestructuras y comunicaciones entre Galicia y el norte de Portugal con el resto del continente, y su rápida definición.

Las sucesivas cumbres del Arco Atlántico no encontraron el resplandor de las propuestas que consiguió aquella referencia del abril de hace veinticinco años en la capital leonesa; acaso se matizaron asuntos relativos a la estrategia con el tren de la Alta Velocidad, que tenía que llagar a toda a costa a Valladolid; Madrid, Valladolid, Vitoria, Dax que en 1999 se distinguía en los documentos oficiales de la Unión Europea como proyecto 3 en el compendio del Eje Ferroviario Transeuropeo Atlántico; y agilidad para el proyecto 8, que comprendía la fusión intermodal, una conexión que a finales del siglo pasado se definía tal que multifuncional, un compendio de ferrocarril y autopista entre Portugal, España y Europa Central.

Toda esa letra de trasladó de inmediato a mapas estratégicos que todavía hace tres años exhibían los políticos con la fuerza que otorgan los objetivos logrados, con líneas gruesas que remarcaban la profundidad del corredor Atlántico, del que fue excluido León y todo el noroeste.

Veinticinco abriles después, el Corredor Atlántico sigue sin asomarse por el noroeste a la fachada marítima de la que toma el nombre. Y la periferia del norte y el oeste del país no ha podido dejar de lado aquella reivindicación frente al poder del Mediterráneo, a la que se aferra como un mantra que puede resumir el último cuarto de siglo de una zona en declive.

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