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Opinión | maite rabanillo

Hablar de Maite Almanza es hablar de coraje. De entrega, de empeño, de integridad y de fuerza. Vivió su vida como abordaba su amada profesión, mirando al frente con la tenacidad propia de aquellos que saben pisar firme. Su curiosidad insaciable y un marcado afán por entender y dar a conocer hicieron de Maite una periodista de primera línea que dejó un legado en negro sobre blanco indispensable para descifrar los últimos quince años del devenir de Astorga, una ciudad de la que fue testigo directo y privilegiado y que llevaba profundamente anclada en su corazón. De Maite se pueden contar mil batallas propias de los reporteros de calle a los que nada les deja indiferente y que siempre intentan ir más allá de la pura apariencia de realidad. Han sido muchos los años de entrega y servicio a este periódico, cientos los artículos escritos en estas páginas, miles las horas dedicadas a un trabajo que adoraba y que desempeñó con absoluta lealtad a sí misma y al Diario de León. Los que trabajamos con ella sabemos bien de su empeño por contar y su talento para escuchar, de su capacidad para encajar los reveses y, sobre todo, de la dignidad con la que ejercía su profesión, una dignidad que enarboló también en su vida y en su despedida. Durante sus años como delegada del Diario en Astorga consiguió exprimir cada día la actualidad descubriendo noticias donde otros sólo hubieran visto la cotidianeidad. No era Maite una persona de grandes poses y aspavientos. Directa y clara, en sus artículos evitaba los rodeos y las palabras de más para ofrecer al lector una información sin fisuras, buscando siempre todas las versiones, todas las fuentes, imprimiendo en sus textos la coherencia necesaria en una periodista sin dobleces. Atrás deja una carrera plagada de cientos de agradecimientos y pocos reproches gracias a una forma de abordar la realidad sencilla y justa.

Su marcha, temprana y cruel, nos deja un amargo sentimiento de impotencia lejano de la resignación que seguro ella nos hubiera pedido. Hoy nos enfrentamos al drama de aceptar. Comienza una dolorosa etapa que abordamos con una lección bien aprendida, la que Maite nos enseñó con la entereza admirable con la que afrontó estos últimos meses. Con este ejemplo, y en su memoria, seguiremos adelante.

Desde estas líneas, todos los que hacemos cada día el Diario de León queremos ofrecer nuestro apoyo y nuestro abrazo más cariñoso a sus padres y a su familia; a sus amigos y especialmente a José y al pequeño Guillermo, el regalo más especial que Maite ha dejado a todos los que la queremos.

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