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David Fernández, de Zamora, vence por segundo año consecutivo los juegos célticos

Los romanos y los astures rompen su tregua con el fin de las fiestas

La partida del César a la capital del imperio marca el final de una intensa jornada Los primeros pobladores d

El deportista, Manuel Martínez, fue uno de los asistentes destacados

Publicado por
Maite Almanza - astorga
León

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David Fernández, de Fuentes de Ropel (Zamora) es desde ayer, y por segundo año consecutivo, el poblador más forzudo de los territorios astures tras ganar los juegos que enfrentaron a 63 competidores. La vencedora en la categoría femenina fue Martina de la Puente, campeona de lanzamiento de peso de España, que recibió, al igual que su compañero, una réplica del Torques de Astorga como premio. Todos los aspirantes tuvieron que demostrar su fuerza, potencia y agilidad en pruebas como lanzamiento de mazo y de disco, puja de caballitos, pugilato con mazas de espuma sobre un tablón de madera, o carrera y arrastre de cadenas. En algunas de ellas los concursantes tuvieron que soportar hasta cuarenta kilos de peso, pero fue finalmente la prueba del carro chillón -consistente en localizar, con los ojos vendados, un carro dotado de percusión- la que dió la victoria a Fernández, mientras de la Puente alcanzó la gloria cuando su contrincante se retiró por una lesión. Fueron las mujeres, por su desigual esfuerzo, las que arrancaron más ovaciones y aplausos a un público entregado, que jaleó incluso a toques de tambor a los participantes, mientras en las pausas entre pruebas sonaba música de gaitas desde las gradas astures. Ricardo Pomar, que sufrió una grave lesión en la edición del 2005 y que también compitió ayer, recibió un premio por su constancia, mientras los ganadores de algunos de los retos fueron obsequiados con pepitas de oro y de plata, o lotes de Cecina de Léon, Mantecadas de Astorga u hojaldres. Terminados los juegos, los vencedores de éstos y de los Ludis Apollinares del sábado desfilaron por la ciudad antes de que el César Josefus Orologius I y el Caudillo astur Sebius apagasen el fuego que ha presidido los festejos, en señal del final de la frágil tregua entre ambos pueblos y de la vuelta a la mutua rivalidad. El momento, que estuvo plagado de simbolismo y aderezado con fuegos de artificio, marcó el regreso a Roma del César, que dejó a los romanos ahogando su pena con una degustación de sopas de ajo.

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