Diario de León

Alfonso VI, cuatro reinas, un infante y un perro

Sahagún renueva el sepulcro del Emperador de las Españas

El sueño de varias décadas de las monjas benedictinas que custodian los restos regios es una obra de Amancio financiada con fondos municipales y una subvención de la Junta de Castilla y León

Sor Anuncia, la abadesa del monasterio de Santa Cruz de Sahagún que ha visto cumplir el sueño de la comunidad religiosa con el nuevo panteón. JESÚS F. SALVADORES

Sor Anuncia, la abadesa del monasterio de Santa Cruz de Sahagún que ha visto cumplir el sueño de la comunidad religiosa con el nuevo panteón. JESÚS F. SALVADORES

León

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«Sahagún no se entendería sin el monasterio de San Benito y sin Alfonso VI». Las palabras son de sor Anuncia, abadesa del convento de Santa Cruz, que custodia los restos del monarca leonés y de cuatro de sus esposas: Inés, Constanza, Berta y Zaida, así como del infante Sancho y hasta un perro. «Somos las humildes continuadoras de esa gran monasterio y estamos muy orgullosas de custodiar estos restos», afirma sor Anuncia.

Las nueve monjas que integran la comunidad viven de la venta de dulces que elaboran en su obrador y de las entradas del museo que alberga joyas como la divina peregrina obra de Luisa Roldán, la Roldana, quien fuera la escultora de cabecera de los reyes Carlos II y Felipe V.

Amancio, escultor leonés con abundante obra en la provincia y en numerosos países, recogió el encargo del Ayuntamiento de Sahagún para renovar los sepulcros regios y dar cumplimiento a una vieja aspiración del convento. «Ha sido el gran sueño. Toda mi ilusión era hacerle un hermoso mausoleo, dentro de las limitaciones del espacio. Por aquí pasan muchos peregrinos y al ver el sepulcro nos decían: ¿Es posible que esté aquí Alfonso VI?», relata sor Anuncia.

Herencia regia
En los sepulcros se guardan los restos del rey Alfonso VI, cuatro reinas, un infante y un perro

Con la instalación de la iluminación, a primeros de agosto, los nuevos sepulcros relucen ya en la iglesia de las Benedictinas como una joya más de Sahagún, que el ayuntamiento tendrá que añadir a sus guía turística digital de la que hasta ahora está ausente. La obra empezó el verano pasado; el Covid-19 ha retrasado su finalización. Se cumple así un compromiso que el Ayuntamiento de Sahagún había adquirido con las monjas nada menos que en 1949.

Alfonso VI, el Bravo, fue el segundo hijo de Fernando I el Santo y de doña Sancha de León. Se cree que nació hacia 1040, pero no hay constancia fehaciente de la fecha del natalicio. Subió al trono de León en 1065, a la muerte de su padre, que repartió los otros reinos entre García (Galicia) y Sancho (Castilla).

La carretera nacional 120 se diseñó en su día para que pasara por debajo del Arco de San Benito, uno de los últimos vestigios del monasterio por el que Alfonso VI tuvo tal predilección que enterró allí a sus esposas y mandó que sus restos, muriera donde murieran, fueran a parar a Sahagún.

Desde Toledo, donde falleció en el mes de junio de 1109, fue trasladado por su hija Urraca, ya reina de León, tal y como lo dejó escrito el ‘Emperador de las Españas’. Rompía Alfonso VI la tradición del linaje regio de enterrarse en San Isidoro de León con el expreso deseo de «engrandecer la venerable casa de los santos Facundo y Primitivo».

Legado de San Facundo
​Las monjas benedictinas se encargan de su custodia desde 1835, tras la desamortización

Alfonso VI, recuerda sor Anuncia, fue un gran benefactor del monasterio Domnos Sanctos, la abadía más poderosa del reino de la que llegaron a depender un centenar de cenobios. «Era dueña de las tierras que iban desde el Mar Cantábrico hasta el río Duero y fue el centro cultural más importante de la España cristiana desde el siglo XI al XII», señala Enriqueta López Morán en el libro Alfonso VI y sus mujeres. Ubicación de los restos editado por el Monasterio de las MM. Benedictinas de la Santa Cruz.

Su segunda esposa, Constanza de Borgoña aportó a la corte costumbres francesas y una decisiva influencia sobre el rey para favorecer a la orden de Cluny.

Entre el reinado de Alfonso VI y los posteriores a su muerte, el abad don Diego, el primero español del monasterio cluniaciense, manda levantar la muralla de Sahagún y en 1116 la villa acuña monedas de vellón, aleación de bronce y plata. El enclave, situado en la mitad del Camino de Santiago entre Roncesvalles y Compostela, ha dado nuevo sepulcro al rey y a las cuatro reinas —parte de sus esposas y amantes— que descansan en la iglesia del convento de Santa Cruz, residencia de las madres benedictinas. Las benedictinas son custodias de este legado del gran monasterio de Sahagún desde 1835 debido a la desamortización de Mendizábal.

Ángel hecho con láser sobre metal. JESÚS F. SALVADORES

Cuentan que el abad Fray Bernabé Álvarez trasladó los restos en secreto en una noche y encargó a la abadesa, sor Manuela Sargado la custodia de las dos cajas. El secreto fue transmitido de monja a monja, hasta que en 1908 fueron descubiertos en un rincón de la sacristía por el profesor Rodrigo Fernández Núñez y el capellán Pedro Pérez. En 1954 se expusieron públicamente.

Las tumbas regias, asentadas sobre cuatro leones de piedra que se inspiran en los que tiene la fachada de San Isidoro de León, miran al retablo barroco de los hermanos Churriguera que se trajo del cercano monasterio dominico de Trianos. Una obra en la que no cabe ni aguja. «El autor debía tener pánico al vacío». comenta el guía del museo.

El retablo que protege las cabezas de las esculturas que reposan sobre los sarcófagos tiene a sus pies la primera parte de la obra de Amancio. A modo de moderna lápida, sobre una pared de ladrillo visto de 110 cm. de altura se han colocado unas planchas de hierro oxidado y tratado que recogen la silueta de dos ángeles, copia de los realizados en la propia localidad de Sahagún para la tapa del sarcófago del Conde de Ansúrez hoy en el Museo Arqueológico Nacional. Los ángeles escoltan una cruz románica que recuerda a la sencilla cruz de madera que remataba el panteón real según las crónicas de la época.

Sor Marta González, la juniora ‘youtuber’. JESÚS F. SALVADORES

Los sarcófagos están colocados en paralelo, pero ligeramente en diagonal para que no miren de frente al altar, tal y como manda la tradición. El escultor de Villahibiera ha rodeado de motivos románicos los sepulcros, como un guiño al tiempo que vivió el monarca.

El rostro de Alfonso VI, rey de León y de Castilla, está tomado de una lámina de un libro que custodia la Catedral de Santiago, el Tumbo A. La barba y el toque del carácter recio leonés, con el ceño algo fruncido, imprimen la personalidad pétrea al monarca. Es la parte de la obra para la que reservó más creatividad.

La corona, con camafeos romanos y rematada con almenas de castillos, está inspirada en la que llevó Sancho IV, rey de Castilla, doscientos años después. «No sabemos cómo fue en realidad y es la más cercana a la época de la que tenemos constancia», asegura. Una elección que ha enfadado a los sectores leonesistas que siguen en las redes al artista. Tildan el diseño de anacrónico e incluso de insulto a la corona leonesa.

El escultor asegura que la indumentaria del rey fue uno de los mayores problemas que encontró a la hora de realizar el sepulcro, aparte de las limitaciones del espacio que impide que la obra se contemple en toda su dimensión.

En cuanto al sepulcro que guarda los restos de las cuatro reinas, se mantiene la efigie de una mujer, que también tenía la anterior sepultura. Amancio ha colocado cuatro rosas de piedra sobre su vientre para simbolizar la presencia de la cuatro mujeres.

La primera en ser enterrada en Sahagún fue Inés, esposa que fue repudiada por el rey y que posteriormente contrajo otro matrimonio según algunas fuentes. Sin embargo, en el tumbo negro de Compostela consta que doña Inés fallece el 6 de julio de 1078 y es enterrada en el monasterio de San Facundo de Sahagún. Existe una inscripción con su nombre que guardan las benedictinas en su museo.

Constanza, madre de Urraca, futura reina de León, falleció en el año 1093 y también hay tradición de su enterramiento en el monasterio. De hecho, se sabe que el rey donó a los monjes, a la muerte de Constanza, la iglesia de Santa María Magdalena y otras posesiones construidas al lado del monasterio por encargo de la reina.

Con Berta, la tercera esposa, oriunda de Toscana, Lombardía o Gascuña, no tuvo descendencia. Se sabe que aún vivía en 1099, pero en 1100 su esposo entrega el monasterio de San Salvador de Villaverde a San Facundo para que los monjes rueguen por su alma. Existe en el monasterio de Santa Cruz una inscripción con el nombre de Berta en una lápida.

La reina Zaida, de origen almoravide, es la última de las esposas en ser enterrada. La tradición cuenta que esta reina fue primero concubina y luego esposa tras convertirse al cristianismo. Dio a luz al único hijo varón de Alfonso VI, Sancho, que habría de ser su heredero de no haber sido por su muerte prematura en la batalla de Uclés. Zaida, que murió de parto, habría sido la sexta esposa de Alfonso VI. La cuarta fue Isabel, una princesa nacida en Francia, madre de Sancha y Elvira. Al contrario que las otras esposas del monarca, Isabel estaría enterrada en San Isidoro de León aunque hay autores que defienden que está en Sahagún. Beatriz fue la quinta esposa de Alfonso VI. No tuvo descendencia y a la muerte del rey en 1109 regresó a Francia.

El rey habría tenido otras amantes, como Jimena Muñiz, oriunda del Bierzo, tenente de la fortaleza de Ulver (posteriormente castillo de Cornatel) y de toda su jurisdicción, la única mujer que ostentó tal cargo. Está enterrada en el monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda.

En Sahagún las benedictinas se aferran a la tradición al tiempo que abren la puerta a la era digital. Sor Marta González, la juniora de 24 años, la más joven de esta comunidad con nueve hermanas es una monja ‘youtuber’ que cuenta con más de 5.000 seguidores y participa en simposios internacionales. Sor Anuncia es la única leonesa del convento. Hay dos gallegas y cuatro nigerianas que han venido a Sahagún a ayudar a sostener el convento. La apertura del museo y el estreno de la iluminación del sepulcro son una luz para esta comunidad que se libró de la pandemia pero no de sus efectos económicos. «Las ventas de dulces quedaron a cero. Al principio ni por internet...», lamentan.

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