Diario de León

La huella que dejó la luna en los hombres

Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, tres figuras, tres héroes, tres nombres para la historia que hicieron de la Luna su santuario hace ahora 50 años. Pero el satélite también dejó en cada uno de ellos, y de forma diferente, una marca que no se ha borrado.

Neil Armstrong en el momento histórico de pisar por primera vez la Luna.  Los tres astronautas en una foto oficial de la Nasa tras su regreso del viaje espacial.

Neil Armstrong en el momento histórico de pisar por primera vez la Luna. Los tres astronautas en una foto oficial de la Nasa tras su regreso del viaje espacial.

Publicado por
Miguel Á. Hernández Morán
León

Creado:

Actualizado:

Y ahora qué? ¿Qué hace una persona cuando ha logrado el sueño de su carrera?¿Qué hace un hombre a los 39 años tras haber caminado sobre la Luna?. Estas cuestiones abrumaban la mente del segundo hombre que pisó el satélite, Edwin ‘Buzz’ Aldrin, tras regresar de su histórica odisea.

La honestidad de Aldrin, sus luces y sus sombras, y la angustia existencial postlunar que encierran estas preguntas se compilan en la autobiografía ‘Magnífica Desolación’. Su título corresponde a los términos exactos con los que el astronauta estadounidense definió el paraje lunar aquel 20 de julio del 1969, cuando el Eagle hundió sus patas en la polvorienta superficie del Mar de la Tranquilidad.

De los tres astronautas embarcados en la misión Apolo XI, sólo Armstrong y Aldrin pisaron la Luna, mientras su compañero Collins vagaba indefinidamente por la órbita del satélite en la nave Columbia.

Armstrong, comandante de la misión, fue el primero en descender la escalinata del Eagle para, acto seguido, sellar en el imaginario colectivo la frase «un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad».

BUZZ ALDRIN: UNA DESOLACIÓN NO TAN MAGNÍFICA

Para Aldrin, competitivo por deformación profesional militar, siempre fue una losa ser recordado como ‘el segundo’ hombre que pisó el satélite.

La falta de capacidad de Buzz para asimilar su regreso a la Tierra, la desatención psicológica del Gobierno de Estados Unidos y unos antecedentes familiares truculentos provocaron en este astronauta su hundimiento en un alcoholismo depresivo que destrozó su matrimonio, su economía y su salud. Él había dejado su huella en la Luna y la Luna había dejado huella en él.

Su madre, cuyo nombre era curiosamente Marion Moon (Luna), se había suicidado en 1968. Su abuelo también se había suicidado años atrás y Aldrin siempre asumió su depresión como una herencia genética inevitable.

Regresó a la Tierra como quien despierta de un sueño para volver a la realidad. Sólo fue capaz de asimilar su vieja nueva vida recurriendo al alcohol, lo que le sumió en continuos episodios depresivos.

En la década de los años 70, tras volver a la Fuerzas Aérea de EEUU y formar parte de varios proyectos de investigación aeroespacial, trató de mantener su economía vendiendo automóviles Cadillacs en Beverly Hills. Se divorció de su primera esposa después de casi 20 años de matrimonio, y recurrió al alcohol siempre que las cosas no iban como esperaba.

Durante esa década se materializaron las consecuencias de sus excesos: las organizaciones para las que trabajaba como consultor dejaron de confiar en él, rompió con su segunda esposa, tuvo un accidente de coche y fue arrestado por conducir ebrio.

«Regresar a la Tierra fue demasiado estimulante. Era una especie de celebridad sobre un pedestal», declaró a en una entrevista a la revista ‘Time’.

Finalmente, decidió enfrentarse a su depresión, su alcoholismo y sus traumas recurriendo a un equipo de psiquiatras que le ayudaron a poner los pies en la Tierra de forma definitiva.

En las reuniones de Alcohólicos Anónimos se concienció de que no todo le iba salir bien en la vida. No era un héroe como le habían hecho creer tras su aventura en el Apolo XI, sino un ser humano con los mismos problemas que sus compañeros de adicción.

Dejó de beber definitivamente en 1978 y su vida se estabilizó. Se volvió casar y comenzó a desarrollar varios proyectos aeroespaciales con el fin de alentar a los gobiernos y a la Nasa a no abandonar la investigación espacial y seguir viajando a la Luna y Marte.

Con este propósito ideó el proyecto Aldrin Cycler, una nave con capacidad para 50 astronautas que funcionaría como transporte periódico entre la Tierra y Marte, pero la Nasa nunca llegó a concretar la idea de Aldrin.

Su último episodio escabroso tuvo que ver con la extendida creencia de que la misión Apolo XI fue todo un montaje. En 2002, el cineasta Bart Sibrel, conocido defensor y promulgador de esta hipótesis, se acercó inquisitivamente a Aldrin en un hotel para instarle a reconocer la teoría del montaje. Tras aguantar estoico ante las insistentes preguntas de Sibrel, el astronauta se terminó hartando y le propinó un puñetazo en la mandíbula, zanjando así el encontronazo.

COLLINS: EL HOMBRE ORGULLOSO

La vida de Michael Collins, piloto de la misión Apolo XI, podría definirse como la antítesis de Aldrin.

Recordado como el hombre que se quedó pululando por la órbita lunar mientras sus compañeros completaban uno de los mayores hitos de la historia de la humanidad, muchos lo habrían asimilado con impotencia, como «nadar para morir en la orilla».

Sin embargo, Collins siempre se sintió afortunado por su proeza, siempre valoró su función en la misión y lo que hizo y nunca le atormentó lo que dejó de hacer.

En una entrevista concedida al diario argentino ‘La Nación’ comentó algunos años después: «Siempre me consideré afortunado, alguien a quien dieron la oportunidad justa en el momento justo. Había treinta astronautas esperando para ocupar mi asiento pero me eligieron a mí ¿Crees que además necesito caminar sobre la Luna para sentirme feliz?».

La vida de Collins tras la misión nada tiene que ver con la intensa historia de Aldrin, más bien fue todo lo normal que puede ser una vida después de haber estado a más de 300.000 kilómetros de la Tierra.

El piloto del Columbia se mantuvo alejado de los focos y, a pesar de su relevancia histórica, siempre llevó una vida discreta. A diferencia de sus dos compañeros de expedición que terminaron divorciándose, Collins sigue casado con su mujer, Patricia, desde 1958, con la que tuvo tres hijos.

Su figura, y el hecho de haber estado solo en la nave Columbia mientras sus compañeros paseaban por la Luna durante 21 horas y 31 minutos, no ha pasado inadvertido en el mundo de la música. Varios grupos han recurrido a Collins durante las últimas décadas para personificar cierto sentimiento de impotencia y soledad.

tracking