Diario de León

La masonería leonesa

La masonería leonesa no fue demoníaca ni revolucionaria; ni tan siquiera exuberante. Aglutinó, eso sí, el descontento de una minoría que buscaba mejores horizontes sociales, políticos y espirituales en una España de caciques y oligarcas. Sus ta

La iconografía de las logias masónicas, en la sala para las tenidas del Archivo de Salamanca

La iconografía de las logias masónicas, en la sala para las tenidas del Archivo de Salamanca

Publicado por
PEDRO VÍCTOR FERNÁNDEZ
León

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La revolución de 1868 -La Gloriosa- creaba un nuevo marco político donde se ampliaban las libertades personales y colectivas en España, entre ellas la de asociación. Instituciones como la masonería disponían del derecho a organizarse. Al amparo de aquella legislación se vive la edad dorada de la masonería española, aflorando logias por muchas núcleos, constituyendo talleres, reglamentos, rituales, Obediencias, etc. La masonería de las logias, llamada masonería especulativa, era una escuela iniciática, de perfeccionamiento espiritual, de filosofía universal, un espacio discreto donde se intentaba tallar la piedra cúbica sobre un orbe lleno de imperfección. Se trata de una francmasonería (significa oficio de albañiles) que continúa la tradición de los canteros y constructores de catedrales, guardando en sus talleres los secretos de la construcción, los toques en la piedra, los ideales de la arquitectura, la mesura de la escuadra y del compás. La masonería especulativa, no rechaza el simbolismo mágico de aquellas leyendas o tradiciones, pero tampoco realiza tarea física, pues es escuela iniciática, con grados y signos, con símbolos y rituales, que arranca de la Ilustración (siglo XVIII) y acepta como sagrados principios los de la razón, la utilidad, el perfeccionamiento, la ciencia, el progreso, las luces; aquellos principios de actuación cuyos de códigos de conducta, encuentran su razón de ser en la Revolución Francesa, en concreto su triple divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Esta es la esencia de la masonería moderna. El resto sólo representa la plasmación de ese programa en cada ciudad o pueblo, dirigidos por los grandes mandiles de Madrid. No se trata de una institución compacta e indivisible, sino de múltiples formas de entender el ritual, el simbolismo, la aplicación práctica de los sagrados principios. En este sentido la masonería participa de todos las valores humanos, de sus virtudes y defectos, de sus desuniones y tiranteces, de contínuas escisiones, de interpretaciones personalistas y exhibiciones de poder. ¿Cómo llegan los masones a León? El aislamiento de la provincia, su acusado provincianismo, explica la ausencia de la Orden hasta el último cuarto del siglo XIX. Posiblemente la masonería llegó aquí en tren. Aquellos años se está trabajando en el tendido del ferrocarril en la provincia, por lo que varios masones, trabajadores especializados, llegan de otras tierras y aglutinan en torno a León y Astorga talleres masónicos. Su programa y actuaciones disentía del modelo canovista. La masonería leonesa defendió -más de palabra de que obra- la tolerancia, el laicismo, el librepensamiento, la educación integral, la ciencia, y combatió con la palabra y la pluma, con la acción y la consigna al dogmatismo clerical, al oscurantismo religioso, al jesuitismo, al caciquismo; aún así la masonería no logró subvertir el orden establecido ni desestabilizar el marco social y político de aquel León atrasado y provinciano. La masonería ha pasado a la Historia como sociedad secreta y conspiradora, incluso demoníaca. No fue tanto. Eso sí, supuso un lanza de dinamismo ideológico, una caja de resonancia donde difundir el republicanismo, el liberalismo democrático, el anticlericalismo; pero su fuerza colectiva resulta comedida, casi nimia; en realidad, sólo son un grupo de inquietos, de pensadores libres, de especuladores de una sociedad distinta. ¿Qué profesiones tenían estos hombres? En su inmensa mayoría eran empleados, maquinistas de FC, militares, comerciantes, pequeños industriales, sastres, maestros, negociantes, constructores, carpinteros, estudiantes, contratistas, mecánicos, zapateros, confiteros; también había algún notario, catedrático o registrador de hipotecas. En resumen, clase media, profesionales y pequeña burguesía. Junto al poder político convivía, en estrecha interrelación, la Iglesia, en un Estado oficialmente católico, donde la religión era el prisma a través del cual se protege al poder político y se impone quietud social. Aquella indiferencia de la Iglesia ante las abismales diferencias sociales, incluso su hostilidad dogmática imponiendo la resignación popular, separaba aún más la España real de la oficial, la de clérigos, casta militar, empresarios y oligarcas de un lado, y, de otro, obreros, Casas del Pueblo, trabajadores y miseria. Sólo en este encuadramiento histórico tienen sentido el asiento de la masonería en León, cuando el taller Legionenses de Apio Herdonio comienza su fugaz vida. Luego llegará la logia Luz de León. ¿Quienes eran sus miembros? ¿Qué pretendían? Sus nombres simbólicos -originalidad de la masonería hispana, debido a tantos años de clandestinidad- ofrecen una dimensión ideológica del taller. Se hicieron llamar de columnas adentro Castelar, Virgilio, Salmerón, Mendizábal, Fraternidad, Razón, Padilla, Pi y Margall, Roger de Flor, Víctor Hugo, Sócrates, Zorrilla, Riego, etc. Aquella actividad duró apenas una década. Ninguna de las logias consigue remontar la crisis finisecular de 1898, cuando la Orden comienza a ser perseguida e insultada. La masonería fue el chivo expiatorio al que se le cargó la culpabilidad de la pérdida de las colonias. En León, los masones no mantienen su mandil más allá de cinco o seis años. Si nos ciñéramos a la documentación interna de los talleres, incluso tendríamos que bajar el tiempo de su actividad: -Logia Legionenses de Apio Herdonio, en León (1886-1892) -Logia Luz de León, en León (1889-1894). Dentro de su seno obró el Capítulo Rosa Cruz Pelícano (1882-1892) -Logia Unión Fraternal, en León (1886-1890) -Logia Hijos de la Constancia, en Astorga (1889-1890) Todos los masones de la provincia podrían haber estado conviviendo en una sola logia, pero en León se reproducía el mapa de escisiones de los grandes mandatarios de la masonería. Éstas establecían sus fronteras ideológicas y físicas, aumentando la anemia de sus prosélitos. ¿En qué se basaban los trabajos masónicos los talleres de León? El hecho de que sólo estén ubicados en la capital y Astorga evidencia su debilidad. Estos hombres, que suman un total de más de cien miembros activos, tienden su mano a los necesitados, reparten óbolos de beneficencia, se afanan en practicar la fraternidad entre ellos y se colocan al lado de las instituciones y organismos que son contrarios al modelo canovista; es decir: republicanismo, justicia social, socialismo democrático, anticlericalismo. La masonería leonesa no era la tapadera de ninguna conspiración, ni trastienda de partido político, ni era religión; sólo era una escuela de perfeccionamiento humano, una institución para iniciados, un grupo beligerante en el campo de las libertades, con inquietudes humanas y espirituales, con ganas de saber e indagar¿ unos heterodoxos. De ahí que harán campaña en favor del republicanismo. Sin embargo, nunca protagonizaron ni abanderaron una oposición institucional; tampoco podían hacerlo. Primero porque sus estatutos prohibían discutir de política, segundo, porque el ciento de masones tienen esta condición en una media de dos o tres años, por lo que faltó continuidad a sus proyectos. La masonería leonesa no fue un poder dentro del poder. Tuvieron puntos en común con la Sociedad Económica de Amigos del País, con candidaturas republicanas, y con el krausismo. La masonería, en otro orden, si era beligerante. Su programa sigue vigente en muchos aspectos. Su librepensamiento universal incitaba a debatir la pugna entre enseñanza pública y privada, si bien en estos debates y en sus talleres la mujer estaba excluida, generalmente. Siempre se ha tachado el machismo de una Orden tan filantrópica. Eso no significaba la total ausencia de la mujer en los talleres. León formaría parte del sector que rompe el sagrado principio de masculinidad, pues se llegó a tener en la Logia Luz de León a cuatro mujeres, dos de las cuales ostentaban el grado 3º, de maestras masonas. La iniciativa partía de acoger mujeres en una tenida blanca (reunión donde participan en parte de la sesión profanos, es decir, no masones). ¿Se puede hablar de una afán de los masones leoneses por nutrir sus talleres de librepensadoras? En aquellas reuniones se explicó a varias mujeres cuáles eran los fines y organización de la Orden Masónica, y lo cierto es que consiguieron afiliaciones. En el seno de la logia Luz de León figuran, documentalmente, dos mujeres: Quintana Mangas, maestra de Instrucción Pública, casada, con el nombre simbólico de Libertad, y con el grado 3º. Y Palmira Menéndez, ama de casa, casada, con el simbólico Luz, también con el grado 3º de maestra masona. Todo aquel fervor masónico duró poco. En torno a 1895-1898 desaparece la documentación de los talleres y dispersados a sus miembros. Pasarían varios lustros hasta que su presencia en esta tierra volviera a resurgir. La estructura organizativa de la masonería del siglo XX descansó en una organización regional de Grandes Logias territoriales, en virtud de una autonomía que acordó el Gran Consejo Federal Simbólico. Los Grandes Maestres de las Regionales -seis en todo el territorio- adquirían cierto autonomismo simbólico. La Logia Regional del Noroeste asentaba su sede en Gijón. Posiblemente desde este núcleo asturiano se hacen regulares contactos para que fructifique un taller en León. En 1930, con el dictador Primo de Rivera desbancado del poder, la Regional del NO tenía bajo sus auspicios 9 logias y 6 triángulos, lo que arrojaba un total de 284 masones. Se evidenciaba una fuerte debilidad en la Orden, pues bajo la Regional había más de siete provincias; la dictadura primorriverista había reprimido la proliferación de la Orden. El momento de esplendor se da en torno a la proclamación de la II República: ministerios, despachos y asambleas de políticos se llenan de masones. En las Cortes Constituyentes de 1931, León está representada por 9 diputados, de los cuales 2 eran miembros de logias: Alfredo Nistal (PSOE) y Herminio de la Poza (Partido Radical). Sin embargo, la masonería había arraigado unos años antes en la capital. El 16 de enero de 1928, varios masones de diferentes lugares pedían sus respectivos permisos para constituir un centro en la ciudad: el triángulo Libertad: son Pío Álvarez, José Mollá, Eustasio García, y José Iglesias. Pronto fueron captando prosélitos y pudieron constituir la logia Emilio Menéndez Pallarés, en honor al republicano y masón de origen leonés. Son 11 miembros en total: varios empleados, 1 maestro de escuela, 1 industrial, 1 abogado, 1 inspector, 1 contable. La extracción social parece haber variado poco con respecto al siglo anterior, al igual que las consignas ideológicas. En Astorga, se implantan años más tarde. El 7 de julio de 1933 forman el triángulo Astúrica, «con un venerable maestro natural de Gijón y procedente de la logia Tetuán». El impulso exterior demostraba, una vez más, la debilidad masónica en la provincia. En los archivos de Historia se conservan 4 fichas de masones astorganos: Mateo Tagarro (industrial y afiliado a Izquierda Republicana), Moisés Panero (abogado y Director del Banco Mercantil de la ciudad), Juan José Pérez Matanzo (propietario) y Dámaso Cansado (cobrador del Banco Herrero y socialista), Más tarde, formarán parte del taller hombres como Miguel Carro o José Carro Verdejo (hermano del alcalde fusilado en 1936). Eran una minoría politizada, aunque sin formar frente único con ningún partido político. Los años 1936 y siguientes son sinónimos de franquismo, leyes de represión, informes policiales, tribunales y psicosis antimasónica. El propio Franco durante toda su vida creyó sentirse rodeado de masones que le espiaban. Este simplificó en la masonería todas las causas de la decadencia histórica y la degeneración de España. La Cruzada antimasónica se llenó de publicidad y mensajes donde se presentaba a la Orden como una gigantesca hidra. Muchas de las actitudes actuales sólo se explican desde cuarenta años de aplastante dogma antimasónico. Sólo así se entiende que existan 80.000 expedientes contra masones, cuando está probado documentalmente que no superaban los 10.000 en 1936. En León, la represión de la Orden se ejecuta al mismo tiempo que el exterminio de personalidades y líderes del Frente Popular. El control policial y de informes masónicos corrió a cargo de los Gobernadores Civil y Militar. Las tenidas (reuniones) de la logia Emilio Menéndez Pallarés se hacían en la biblioteca Azcárate de la capital; pues bien, fueron detenidos varios empleados de la institución. Pío Álvarez fue fusilado. Juan Fernández tuvo una pena de 12 años. Dámaso Canseco corrió la peor suerte. José Mollá fue depurado. Otros, tuvieron la oportunidad del exilio: Bernardino Crespo o Alfredo Nistal. Algunos adoptaron indumentaria e ideas del nuevo Estado, retractándose de la masonería. Fue le caso de Mateo Tagarro o José Iglesias; éste último vestiría con atuendo de falangista. Un grupo reducido, tal vez con influencias en la nueva España, fueron absueltos: Angel Arroyo, Julio Marcos o Moisés Panero. Terminaban así los últimos vestigios de una institución maldecida por los pilares de la dictadura. Fue brutalmente barrida por el acoso de las pasiones políticas, de la intransigencia religiosa.

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