Diario de León

Ponferrada pone techo a castilla y León

La torre de los mil escalones

El arquictecto que lo diseñó lo comparó con un gran tronco de árbol con dos mochilas, tan alto como un faro en busca del mar. Es la torre de La rosaleda, está en ponferrada y con 107 metros y 30 plantas es el rascacielos más elevado de castilla y León

La torre preside el barrio de La Rosaleda, cerca del centro comercial y es visible desde prácticamente todo el Bierzo Bajo.

La torre preside el barrio de La Rosaleda, cerca del centro comercial y es visible desde prácticamente todo el Bierzo Bajo.

Ponferrada

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Dos escaleras conducen a la azotea del edificio más alto de Ponferrada, de Castilla y León y uno de los cincuenta más elevados de toda España. Son 1.056 escalones que ofrecen dos salidas independientes en caso de que un incendio interrumpa el funcionamiento de sus cuatro ascensores y el edificio, con 107 metros de altura, 30 plantas y 106 viviendas se asemeja a «un gran tronco de árbol» con diez kilómetros de tuberías en su interior.

El hombre que lo diseñó y lo comparó con un tronco, el arquitecto asturiano Juan Francisco Álvarez Quirós, murió este verano en Oviedo, pero mientras la Torre de La Rosaleda se mantenga en pie al final del Bulevar Juan Carlos I de Ponferrada —y el presidente de su comunidad de vecinos, Daniel Espada, piensa que «hay edificio para doscientos años»— su nombre no se perderá del todo. Soñado en una época donde todo parecía posible, el rascacielos que en el año 2009 desbancó al edificio Duque de Lerma —88 metros y 21 plantas construidas en Valladolid— como la edificación de viviendas más alta de la comunidad, se eleva hoy en Ponferrada como un superviviente; un enorme gigante de ladrillo y hormigón, autosuficiente, anclado en un suelo húmedo por 56 pilotes enterrados a 10 metros de profundidad bajó el tercer sótano; finalmente, un faro desde donde tratar de otear el final de la crisis económica que ya comenzaba a acechar en los últimos meses de obras y que hoy hubiera convertido en una verdadera quimera su construcción.

Promovida por el Grupo Mall de Inversiones y levantada por la constructora Begar, la construcción de la Torre de la Rosaleda, —con una superficie de casi 30.000 metros cuadrados, más otros 8.000 metros del hotel de cuatro estrellas anexo y un coste aproximado de 28 millones de euros, según fuentes oficiosas— duró cuatro años. La primera palada de arena la echó en el foso de los cimientos, un 3 de diciembre del año 2004, el locutor Luis del Olmo, que había comprado sobre plano las dos últimas medias plantas en la azotea para trasladar allí la emisora de Onda Bierzo. Hoy, la crisis ha aplazado la mudanza de la radio, y aunque sólo hay un diez por ciento de oficinas ocupadas y ningún local comercial abierto en el inmueble de las primeras plantas, según datos de la comunidad de vecinos, el hotel Celuisma del edificio anexo aloja huéspedes desde hace un año con 111 habitaciones, convertido en el más grande de Ponferrada por delante del Temple y el ACS. Y la mitad de los 106 pisos de la torre están vendidos y las 27 plantas de viviendas semiocupadas por propietarios e inquilinos que comienzan a organizarse para pagar los gatos de mantenimiento mensual de un símbolo. «Vivir aquí es como tener un Ferrari. Y un Ferrari hay que cuidarlo», asegura el presidente de la comunidad, que ocupa uno de los dos pisos con terraza de la torre y es uno de los propietarios que más defienden el edificio. «Tenemos torre para que la hereden nuestros hijos y nuestros nietos», añade.

Diez kilómetros de tuberías

No en vano, la torre de La Rosaleda —que en el año 2008 estuvo entre los desarrollos inmobiliarios reconocidos con el premio European Property Awards— está diseñada para que no les falte de nada a sus residentes. Daniel Espada compara los diez kilómetros de tuberías que recorren el edificio para completar el sistema de calefacción de suelo radiante con las arterias de un cuerpo. El agua caliente sanitaria y el aire acondicionado en verano también están centralizados, dosificados a través de un sistema informático y con salas de calderas y de refrigeración en la planta 27 bis. Allí funcionan tres calderas con una potencia de 1.410.000 calorías y dos plantas enfriadoras de 894.000 frigorías que ya quisieran para sí muchos hoteles. Y en caso de fallo en el suministro eléctrico, la Torre de La Rosaleda no se apagaría. Tres grupos electrógenos garantizarían al edificio la energía de emergencia.

El portal de viviendas cuenta con cuatro ascensores, uno de ellos directo a la azotea y reservado para uso exclusivo de la futura emisora de radio. Cada uno de los tres ascensores restantes se eleva a una velocidad de dos metros y medio por segundo, de forma que se tarda poco más de medio minuto en subir desde el nivel del suelo hasta la planta 27, la última destinada a viviendas. «Al principio, te crea un cosquilleo», reconocía una de las vecinas del edificio durante la visita que días atrás realizó este periódico al edificio. De momento, y mientras el número de residentes no aumente, funciona uno para ahorrar energía. Otros dos ascensores, sin contar los del Hotel Celuisma, conducen al ala de oficinas.

La torre cuenta con un sistema de videovigilancia y dos sótanos con 250 plazas de garaje Y en la azotea, llama la atención la góndola instalada sobre un carril rectangular y diseñada, como en los grandes rascacielos del mundo, para limpiar los cristales de la parte superior del inmueble, donde se encuentra la fachada ventilada que es una de las señas de identidad del edificio. La góndola no se ha estrenado todavía pero se trata de un aparato difícil de encontrar en edificios de menos de cien metros de altura. El de la torre, cuenta Espada, costó unos 60.000 euros.

Simulacro de evacuación

El edificio, con su propio sistema de detención y extinción de incendios y dos grandes depósitos de agua de 162.000 litros, dispone de una planta diáfana en el piso número 20 para que sirva de cortafuegos natural. Un edificio de más de cien metros de altura se puede convertir además en una enorme chimenea ventilada que favorezca la propagación de las llamas en caso de incendio si las puertas se quedan abiertas. Por eso, la torre cuenta con puertas cortafuegos en el todo el inmueble, dotadas con un cierre automático mediante retenedores electromagnéticos que se activan en caso de que suene la alarma de incendios. Y las dos escaleras de más de quinientos escalones cada uno, son espacios presurizados para expulsar al exterior los humos y renovar el aire en caso de incendio.

La alarma también activa en todo el edificio, sin contar el hotel, hasta 2.627 rociadores automáticos, pero sólo en aquellas estancias donde se haya detectado el incendio. Y es que el fuego, quizá el mayor enemigo de los edificios altos en zonas como Ponferrada donde no hay actividad sísmica, también obligará a partir de ahora a poner en marcha anualmente un simulacro de evacuación del inmueble coordinado por los servicios de Bomberos, Protección Civil y Policía Municipal. La normativa obliga además a que en cada planta, una persona organice la evacuación.

Visible desde toda la comarca, comparada con una pieza gigante de tetris, admirada y cuestionada a la vez por su impacto visual, no cabe duda de que la Torre de la Rosaleda, levantada en un entorno de solares vacíos y edificios de doce plantas, ya es un emblema de Ponferrada, que para bien o para mal puede presumir de contar con su propio skyline, y con un techo más alto que todas las ciudades de Castilla y León.

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