Diario de León

La memoria de las manos

Tras la picadura de la serpiente, el Principito se cogió de una cometa de pájaros silvestres para regresar a su pequeño planeta. Sus manos le guiaron hasta su casa. Y es que las manos nos conectan con la energía del universo. Son la mejor herramienta para demostrar que existimos más allá de las trampas de la mente. Por eso, nadie puede engañar a sus propias manos; por eso, las manos son el crisol en el que se vierte todo lo que somos capaces de hacer, sentir y ser. Por eso, por las manos...

ARCHIVO AMANDO CASADO

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León

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Hay religiones en las que los fieles recogen sus manos hacia el pecho para orar, mientras que en otras, sin embargo, la comunicación con Dios se realiza con las manos abiertas, sin nada que impida el contacto con el universo. En yoga, por ejemplo, la práctica suele terminarse con la postura del muerto —sabasana—, en la que el cuerpo permanece en posición de aceptación y armonía con el mundo.

Las manos son parte fundamental en cualquier retrato —los protagonistas de La Capilla Sixtina no son tanto Dios y Adán como sus manos— y lo son porque no hay nada que haya influido tanto en la evolución como el órgano con el que ponemos nuestro alma en contacto con los demás. Las manos nos dan la medida de nuestras emociones y de todo lo que tratamos de que permanezca oculto. No hay nada más poderoso que el niño queda la mano a su padre, o las que se tapan el torrente del dolor cuando sabes que hay que contener el espíritu para que no se diluya en el sufrimiento.

Cary Grant agarraba al morir un trozo de hilo de bramante. La hemorragia cerebral que puso fin a su vida desveló que ese humilde hilo era lo único que le había acompañado durante toda su vida y su mano quiso que en el viaje final se sintiera protegido por él. Cuentan que siempre lo llevaba como recuerdo de los años de extrema pobreza de su niñez. Las manos son nuestro asidero en la vida y en el último instante que pasamos en ella. Reflejan lo que somos tanto como la mente que las hace hablar. Sin ellas, probablemente seríamos otros. Y es que las manos nos dan la certeza de que somos mucho más de lo que somos en la actualidad. Por eso hay autores que defienden que son seres proteicos, porque, como dijo Paul Valéry, «golpean y bendicen, dan y reciben, alimentan, prestan juramento, edifican la mesura, leen para el ciego, hablan para el mudo, se tienden hacia el amigo, se alzan contra el adversario, y se convierten en martillo, tenaza, alfabeto». Hay una gestualidad en las manos que tiene gran importancia y que, de alguna manera, nos significa con mucho más poder que las palabras. Puede que ese sea el secreto de la afirmación de Walter Benjamin, que decía que la mano es la acción humana entera, y su único medio para manifestarse.

El antropólogo José Luis Puerto lleva años observando imágenes prendidas del pasado, rescatando miradas y paisajes que forman parte de una parte de la memoria que un país de nuevos ricos ha querido olvidar. Y, en ese merodear por el mundo que nos devuelve nuestra propia identidad, descubrió que los pobladores de las fotografías agarraban su ‘aquí y ahora’ en el mundo con sus propias manos. Uno de los antropólogos.

Tres posturas

En estos instantes podemos ver a nuestros iguales en tres posiciones básicas: recogimiento, disponibilidad o entrega. Y todo ello, con un simple guiño de manos. El poeta ha dedicado media vida a recoger la memoria visual de los pobladores del campo, principalmente de La Alberca, con el fin de conferir importancia a lo que la sociedad postmoderna ha apartado por snobismo y que, sin embargo, nos revela con más verdad que muchos tratados de antropología. Puerto dedicó años a hacer el camino contrario que tradicionalmente hacen los fotógrafos. Él no captó las imágenes con su cámara sino que se aventuró a desenterrar las que los protagonistas de sus investigaciones guardaban en los arcanos de su vida. De esta manera, el también antropólogo logró que los hombres y mujeres olvidado abrieran los sobres apolillados y las cajas oxidadas y le entregaran la historia oculta de una cultura ancestral. Durante ese proceso, que se materializó en los volúmenes de la obra Memoria visual de La Alberca, con la que quiso resucitar a sus paisanos gracias a la rememoración a la que la contemplación fotográfica siempre lleva, Puerto se dio cuenta de que una constante eran las manos, su disposición, y reveló que no hay nada que separe o unifique tanto como las extremidades a través de las que la mente piensa y el corazón siente. Ni el género, ni el estatus, ni la edad... No hay nada que nos defina como la gestualidad de las manos. «Las fotografías desvelan detalles de gran importancia que la mayoría de las veces pasan inadvertidas», explica el poeta, que añade que hay tres grandes grupos de voluntad: la actitud de recogimiento, la de ofrenda y la de disponibilidad y entrega. «Esta mujer, por ejemplo, con las manos entrelazadas en el pecho demuestra una actitud de recogimiento; sin embargo, su marido tiene las manos hacia abajo y abiertas, lo que revela su entrega», destaca José Luis Puerto.

Y es que, las manos hablan y son capaces de contarnos historias que ni siquiera sus propietarios comprenden. Por eso decía Galeno que las manos son los órganos de la razón: «con ellas el hombre escribe sus leyes, erige altares a sus dioses, construye naves, esculpe estatuas, hace flautas, liras y todos los instrumentos de las artes y deja a la posteridad sus comentarios escritos a las especulaciones de los antiguos...»

Manos protectoras

Revela José Luis Puerto que la tercera expresión anímica que las manos comunican es la ofrenda. «Eso se ve muy bien en las fotografías de grupo, en las que hay personas que disponen las manos sobre las rodillas, abiertas». Destaca que el cuerpo puede distribuirse en cabeza (poder mental), torso, que acoge el corazón, y el pubis, que encierra la parte sexual. «Pues bien, en cada una de las imágenes de hoy y de siempre, las manos protegen alguno de estos órganos o ninguno lo que nos explica qué le ocurría en aquel momento. «Con las manos expresamos pudor, posesión, temor, solidaridad y vinculación de grupo y es una demostración de que siempre somos lo mismo».

Puerto muestra la imagen de un matrimonio en el que el hombre tiene una de sus manos sobre el hombro de su mujer y la otra en el bolsillo del pantalón, mientras que ella muestra las dos manos hacia abajo y con las palmas abiertas. «Él muestra actitud de dominio y ella de entrega. De hecho, tuvieron siete hijos», explica. «Es una mujer dadora, con confianza en el mundo exterior».

El escritor desvela que uno de los ejemplos más importantes del lenguaje de las manos se expresa en los grupos. «Hay una ritualidad antigua, una actitud humana ancestral en el que las posturas expresan en muchos casos el ofrecimiento al cosmos. Son fotos en las que se aprecia muy bien el aura del que hablaba Walter Benjamin».

Las manos son un elemento esencial para la gestualidad humana y ésta tiene significaciones que hay que encontrar. «¿Por qué crees que hay ratón en los ordenadores? La única razón es que el cerebro da sus órdenes a las manos. Las manos expresan todo el universo del ser humano», asegura.

El antropólogo defiende que se trata de arquetipos que tenemos como especie y que, por esa razón, no cambian en diferentes culturas y épocas. «Las manos no dejan de expresar cosas, Walter Benjamin decía que una de las tragedias de nuestro tiempo es que hemos perdido el aura. Sin embargo, en algunos seres humanos aún perdura. Estas imágenes albergan aura», explica Puerto. Añade que eso puede comprobarse incluso en las imágenes en las que los retratados tratan de ocultar su rostro. «Tienen miedo de que les quiten el alma, y eso ocurre aquí, y en África».

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