Diario de León

Cristina Sanz, novicia en Las Carbajalas de León: «Nunca imaginé que sería monja»

Después de nueve años sin nuevas vocaciones, tomó el hábito este domingo en el Monasterio de las Benedictinas de Santa María de Carbajal de León. Es la número 13 de la comunidad. 

La novicia Cristina Sanz tomó los hábitos este domingo. FERNANDO OTERO

La novicia Cristina Sanz tomó los hábitos este domingo. FERNANDO OTERO

León

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Tiene 35 años, es maestra, psicopedagoga y trabajadora social y ha llegado a León desde Guadalajara para convertirse en monja  de vida monástica de acuerdo con la regla de San Benito, del siglo VI. Cristina Sanz, la más joven de la comunidad, representa la continuidad de la vida monástica en el monasterio de las Carbajalas de León en pleno siglo XXI.

La novicia tomó los hábitos el domingo durante la oración de las vísperas, el sexto rezo de la jornada en la vida del cenobio, tras una conversación pública con la madre abadesa en la que se reafirmó en su vocación consolidada a lo largo de un año de convivencia con la comunidad.

Se trata de una vocación casi «caída del cielo» para el monasterio leonés a través de internet. «Conocí a las Carbajalas a través de la Escuela de Experiencia Religiosa que tienen en internet y después hice un curso presencial. Pasé aquí cinco días, me impactó su vida y volví a casa con una inquietud vocacional», explica la novicia.

Después se decidió a iniciar el periodo de discernimiento, que ha durado un año. «Me vine con la maleta y sin saber cuántos días iba a estar. Vi que este era mi sitio» y decidió iniciar el periodo de discernimiento. 

«Nunca me había imaginado ser monja», admite. Y menos aún de vida monástica. Cristina Sanz confiesa que «me ha apasionado la docencia» y que su vida está marcada por «una vocación de servicio». «He sido muy activa», apunta.

La joven deja atrás una ajetreada vida como maestra en diversas escuelas de Guadalajara y Madrid y se centra ahora en las labores artesanales en la tienda monástica que acaban de abrir para contribuir al sostenimiento del convento. 

Pasa de la vida «productiva» a otra que desde fuera se ve «aparentemente inactiva o inútil». La oración, el trabajo con los peregrinos y en la tienda de artesanía y la vida en comunidad marcan sus días en lugar del timbre de clase, las frenéticas épocas de examen y el contacto diario con niños y niñas.

«Hemos abierto una tienda de artesanía monástica, y disfruto con el arte y la repostería», apostilla. El monasterio suma a sus actividades e ingresos un obrador con pastas y un taller de iconos para vender, que también ofrece nacimientos y artículos de regalo artesanales. 

Un rincón especial también para los peregrinos, pues la comunidad atiende desde hace años uno de los albergues de referencia de la ciudad. En la comunidad, que dirige sor Ernestina como abadesa, cuenta ahora con trece hermanas de 35 a 90 años. «Cada una aporta en lo que puede y lo que le gusta».

Cristina Sanz asegura que no llega a la vida monástica movida por desengaños ni hartura. «No es una búsqueda de refugio o consuelo. Es una verdadera vocación», asegura. Ha sido un proceso mucho más pausado que tiene sus raíces en la infancia y que ha ido fraguando a lo largo de su vida. «Desde pequeña he sentido que Dios me ha llamado cerca de él. Cuando he llegado a los 30, saber que estás llamada a una plenitud y no encontrar, me inquietaba y he estado buscando», explica.  Después de un año en el convento ha tenido tiempo suficiente para reafirmarse.

«No echo nada en falta porque me siento plena», afirma al borde de un nuevo camino cuya duración dependerá de su evolución en la vida consagrada. «Vivo con las alegrías y dificultades de cada día, pero con ese fondo de felicidad de saber que estás en tu sitio», afirma.

Cristina Sanz, novicia en Las Carbajalas de León. FERNANDO OTERO

Cristina Sanz, novicia en Las Carbajalas de León. FERNANDO OTERO

La novicia quiere desterrar el estereotipo de que la vida de monja es vivir de espaldas a la realidad. «No estamos desconectadas, estamos muy conectadas para infundir esa energía que hace falta en el mundo», asegura. Las monjas benedictinas de León, aparte del contacto cotidiano con peregrinos de todo el mundo, están muy presentes en las redes sociales en sus perfiles de Facebook (Monasterio de Monjas Benedictinas de León),, Twitter (@benedictinas) e Instagram (monjasbenedictinasleon).

Personalmente, Cristina siente que «sigo viviendo en el mundo,  con la diferencia de que tengo la oportunidad de rezar más por todo el mundo y el privilegio de ser feliz con lo que he escogido». Su familia y sus amistades se sorprendieron de la decisión, aunque la han acogido con respeto y cariño. «Soy consciente de que es raro, en cuanto a infrecuente» que una joven de su edad se adentre en la vida de la clausura. «Yo misma soy la primera sorprendida de estar aquí», subraya pero la vocación no viene, es algo que te da Dios, un privilegio».

La novicia se inició en la nueva vida con un ritual en el que, tras  diálogo con la madre abadesa, y el compromiso manifiesto de seguir la vida monástica, cambió su ropa de calle por el hábito y recibió la bendición y el abrazo de la madre abadesa. La alegría fue compartida por familiares, amistades y por toda la comunidad que celebró el acto con la música del órgano que llena todas las vísperas en las Carbajalas.

 

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