Diario de León

"En León somos libres, aunque hay homófobos, las leyes nos protegen"

Alí e Isma escaparon de Azerbaiyán hace un año acompañados por la asociación canadiense Rainbow Railroad, que ayuda a personas homosexuales perseguidas en sus países. Viven en León refugiados y apoyados por la Fundación San Juan de Dios. Trabajan en hostelería y buscan su primer piso independiente.

Alí, sentado con camisa azul, e Isma, se abrazan para mostrar el amor que sienten el uno por el otro tras los tres años de miedo y rechazo vividos en Azerbaiyán. FERNANDO OTERO

Alí, sentado con camisa azul, e Isma, se abrazan para mostrar el amor que sienten el uno por el otro tras los tres años de miedo y rechazo vividos en Azerbaiyán. FERNANDO OTERO

León

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Redadas, palizas, insultos, despidos y menosprecio. Azerbaiyán no reconoce los derechos de las personas LGTBI. «La Constitución del país reconoce el derecho de las personas a vivir libremente con quien quieran y el derecho a cambiar de sexo, pero nada de eso es una realidad. No hay leyes que protejan los derechos de los homosexuales en nuestro país». Alí, de 24 años. e Isma, de 23, huyeron hace un año de Azerbaiyán acosados por una sociedad civil que no reconoce los derechos de las parejas ni de las familias homosexuales. Todavía hoy, a 5.500 kilómetros de distancia y en un país como España con una de las legislaciones más avanzadas en materia de igualdad de las personas LGTBI, la pareja tiene dudas sobre si aparecer con sus nombres reales y completos que les identifique en un rastreo por las redes sociales e internet. Inicialmente, Isma pone como condición aparecer en el reportaje con un nombre ficticio, pero tras casi una hora de entrevista decide salir con su nombre real, una opción por la que optó desde el primer momento su pareja, Alí. Sin embargo, de manera natural y voluntaria, posan para la fotografía abrazados y mostrando al mundo el amor que sienten el uno por el otro, que permanece intacto tras tres años de sufrimiento, menosprecios y rechazos en su país de origen. Y no sólo por la moral de una sociedad que juzga hasta la manera de caminar, sino también cuestionados por sus propias familias, de las que apenas quieren hablar en este encuentro con el Diario de León.

Alí e Isma viven en un piso protegidos por el programa de refugiados de la Fundación San Juan de Dios. Llevan un año en León. Trabajan los dos en el sector hostelero, uno como camarero y otro como cocinero. A finales de este mes tendrán que buscar una vivienda para independizarse porque el programa de protección ya ha cumplido parte de su función. «Tenemos trabajo y no esperamos encontrar ningún problema para alquilar un piso».

Aseguran que en León están felices, viven tranquilos y disfrutan de su amor sin miedo. «Nos conocimos el 12 de septiembre de 2019 y a los tres meses empezamos a vivir juntos. Alquilamos un piso con otros amigos LGTBI, pero el casero se enteró de que éramos gays y nos echó del piso. Vivimos dos días en la calle y dormimos en un parque».

Malta, Bélgica, Luxemburgo y Portugal son los países europeos que más respetan los derechos de las personas LGBTI, y Rusia, Armenia, Turquía y Azerbaiyán, los que menos, según el último informe anual de 2018 de ILGA Europa, la sección europea de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales, que denuncia que en el conjunto del continente hay muy pocos adelantos en los derechos del colectivo.

El colectivo LGTBI está perseguido en Azerbaiyán, no puedes caminar libremente por la calle, la policía y organizaciones como ‘Sangre limpia’ nos detienen y maltratan

Cada año, miles de solicitantes de asilo, tanto personas lesbianas, como gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) piden Protección Internacional en Europa. Alí e Isma recurrieron a la asociación canadiense Rainbow Railroad para que les ayudara a salir de Azerbaiyán.

«El casero de nuestra casa conocía a mi jefe. Yo era cocinero en un restaurante en Bakú, la capital, pero cuando el dueño se enteró de que era gay me despidió. Vivimos dos días en un parque, hasta que unos amigos nos acogieron en su casa, pero no teníamos ni trabajo ni dinero».

Los dos aseguran que han sufrido violencia. «En 2019 hubo una manifestación feministas en Bakú. Yo estaba en esa manifestación y me golpearon», recuerda Isma. «Trabajaba como camarero en un café donde se juntaban allí las mujeres feministas para hablar y después salir en manifestación. La policía cerró ese local».

Activistas locales denuncian desde hace años la represión y la detección de personas LGTBI en el país. El informe anual de ILGA Europa recoge que en el año 2017 se produjeron arrestos en la calle ordenadas por el ministerio del Interior y la Fiscalía General como una medida para evitar la propagación del VIH. Los acusados se enfrentaban a penas de cárcel sin derecho a una defensa judicial.

Delatores

«En Azerbaiyán hay muchos policías en la calle y a todas las personas que les parecen LGTBI las detienen sin más y la maltratan. Sólo por caminar por la calle y ellos crean que eres gay por tu manera de andar y tu forma de comportarte te pueden detener y acusarte de que estás alterando el orden público. A las mujeres trans les cortan el pelo. Lo que quieren es limpiar la calle de homosexuales y personas trans. A los detenidos los maltrataban y les obligaban a delatar a otras tres personas y los amenazaban con mantenerlos detenidos. Yo siempre vivía con miedo de que en cualquier momento se presentaran a buscarme a mi casa porque alguien me hubiera delatado», recuerda Isma.

La complicada situación de la comunidad LGTBI en el país movilizó al Parlamento Europeo, que aprobó una resolución en el año 2015 en la que, entre otras cosas, pedía al Gobierno de Azerbaiyán «que deje de oprimir e intimidar a los defensores de los derechos humanos que trabajan por los derechos de las personas LGBTI». La Eurocámara condenaba «enérgicamente los discursos de odio, procedentes de los más altos niveles políticos, contra las personas LGBTI».

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Alí e Isma no aguantaron más la presión. «Cada día me levantaba pensando que ese era el día en que vendrían a por mí». Isma estudiaba ingeniería mecánica en la universidad. «Cuando los profesores se enteraron de que era gay me expulsaron. Nadie quiere dar trabajo ni relacionarse con las personas LGTBI, por eso muchos lo ocultan». Esa fue la experiencia de Alí, que prefiere no tener relación con sus padres antes de hablar con ellos y comunicarles su orientación sexual. «No puedo, es imposible que ellos lo entiendan. Nunca les he dicho que soy gay porque sé perfectamente lo que piensan de los homosexuales. El pueblo en el que nací es muy pequeño, con gente con una cultura y una mentalidad que no acepta la homosexualidad. Antes de conocer a Isma yo era un chico muy tímido, no tenía amigos, a mi familia no le gustan los homosexuales y yo tenía miedo de que se enteraran de que yo lo soy. Para ellos, un hombre tiene que ser fuerte y no mostrar ningún comportamiento que se interprete como femenino».

Ante la ausencia de leyes que protejan a la comunidad LGTBI en el país, las organizaciones homófobas actúan con total impunidad. «Hay una organización que se hace llamar ‘Sangre limpia’. Piensan que nosotros, por ser gays, tenemos la sangre sucia, y se organizan para salir y ‘limpiar’ la calle de homosexuales. Una vez, al salir del trabajo, dos personas me siguieron hasta casa. Sentí tanto miedo que pensé que querían matarme. Se ponen en contacto por internet y las redes sociales. Ahora sabemos que lo están organizando otra vez».

Y ese miedo no es infundado. «En enero de este año, el periodista y activista LGTBI Avaz Hafizli fue mutilado y asesinado por su propio primo. Eso pasa muchas veces. Es la propia familia la que te delata o te maltrata».

En Azerbaiyán es obligatorio el servicio militar y Alí tuvo que enfrentarse durante un año y medio a la vida en un cuartel «que fue un sufrimiento para mí, una pesadilla. Todos se burlaban de mí, los mandos y los compañeros. Lo pasé muy mal. Mi familia pensaba que pasar por la mili me convertiría en un hombre de verdad, como ellos piensan, pero sufrí mucho».

Por eso, tres meses antes de que Isma tuviese que incorporarse a filas, escaparon del país. «Nos habíamos puesto en contacto con la asociación Rainbow Railroad en 2018, pero como llegó la pandemia toda la tramitación se paralizó. Temíamos no poder salir a tiempo porque en Azarbaiyán tres meses antes de ir a la mili bloquean toda la posibilidad de que puedas salir del país, para que no puedas librarte de hacer la mili. Así que hace justo un año, en mayo de 2021, salieron de Turquía y llegaron a masdir  con el apoyo de  Rainbow Railroad. Nos aconsejaron que una vez que el avión aterrizara en Madrid solicitásemos refugio. Así lo hicimos. Estuvimos tres días sin poder salir del aeropuerto».

En España estaban otros compatriotas gays, amigos suyos que salieron del país antes que ellos. «Nosotros no conocíamos nada de España, pero nuestros amigos nos hablaron de este país, de sus leyes y de sus costumbres. El 24 de abril de 2021 aterrizamos en el aeropuerto de Madrid y el 27 de ese mes nos trasladaron a un hotel en Vallecas donde había más refugiados como nosotros de otros países. Allí estaba Cruz Roja, que nos ofreció la primera asistencia, y más tarde, después de dos semanas, se hizo cargo de nosotros San Juan de Dios, que nos trasladó a León, donde llegamos el 12 de mayo del año pasado. Somos refugiados y tenemos que esperar un año más para tener todos los papeles para la residencia».

En España ha descubierto una vida más tranquila. «Aquí celebramos por primera vez el primer Orgullo de nuestra vida. Somos libres, tenemos amigos. Aunque también hay personas que son homófobas no pueden tocarnos ni insultarnos porque hay leyes que nos protegen. Eso no lo hemos vivido en Azerbaiyán porque la gente puede insultarte por la calle, llamarte ‘marica’ o golpearte si quieren y nadie hace nada por evitarlo».

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