Diario de León

FERIA DE SAN ISIDRO

Éxito de Luis Bolívar

Luis Bolívar tiene que apartarse tras recibir a porta gayola a su novillo

Luis Bolívar tiene que apartarse tras recibir a porta gayola a su novillo

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Barquerito - MADRID.
León

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Sorpresa para quien no lo hubiera visto nunca: Luis Bolívar, un novillero colombiano, de Cali, preparado en la Escuela Taurina de Madrid. Triunfador en su única salida de San Isidro con dos novillos muy exigentes. Condiciones, ambición, fondo, valor. Puede ser el novillero que mande este año. Hay demanda de novilleros con raza. Ahí va disparado uno. Astifino, zancudo y flacote, el novillo de Sorando que abrió tuvo más clase que poder. Javier Solís se hizo en plaza con dos faroles de rodillas revolados e hilvanados con lances a pies juntos o de medio compás por los dos pitones y el broche de dos largas y una revolera. Mucha cuerda. De torero y toro. Dos puyazos. Sobró el segundo. Bondadoso, con la fuerza contada, el toro se derrumbó al tercer muletazo. Solís le cambio terrenos, le dio sitio y se lo trajo con temple y aplomo en dos primeras tandas en redondo. Impronta de un torero calmado y de buen oficio. Fría la gente. Al cuarto, voluminoso, también le soltó Solís carrete: cuatro faroles de rodillas, en el tercio y las rayas, y media y revolera mirando al tendido. Quiso el toro de Sorando con alegre nobleza. Se picó lo imprescindible. De un picotazo primero se escupió; del segundo se repuchó. Pronto en banderillas. Así que brindis al gentío. Ideas claras y ambición: cites de largo para dos primeras tandas en redondo, limpias y ampulosas, algo en línea, y abrochadas con el cambiado. Embalado todo de pronto pero de pronto parado todo. Nubladas las ideas primeras. Cuajadito, el segundo descolgó de salida, se empleó con temple en el capote -y Reyes Ramón le hizo muchas cosas-, se tambaleó, tomó dos varas, se derrumbó y fue devuelto. El sobrero, en apariencia de la parte Domecq de José Vázquez, con muchos pechos, se movió de salida, pero echando las manos por delante; protestó en el caballo pero se dejó pegar. La cara arriba, un pelo andarín, mirón y pegajosillo, sin dejar de ser toro manejable, le vino grande a Reyes Ramón. Descarado, muy serio por delante, el quinto de Sorando, que fue toro berreón, tomó las telas humilladamente, con buen son. Por delante, Reyes Ramón lo lidió corriéndolo para atrás. Exceso de lances. Pegado en el caballo, el toro perdió las manos. Fue protestado. Pero tuvo calidad. Se vio sorprendido Reyes, que dibujó suelto algún apunte. Tuvo buen aire desde que asomó el tercero: galope, temple humillado, por ejemplo. Pero fue devuelto, y salió otro sobrero, entonces, de José Vázquez. Pero de la parte Santa Coloma de la ganadería. Con cuajo. Y cara. Otra vez vibrante Bolívar con el capote. Bravos, ceñidos lances y un enganchado recorte. Fijo y guerrero en dos varas, el novillo, entero, cogió a Solís cuando remataba por el pitón izquierdo un ajustado quite y lo buscó en el suelo. Sin herirlo. Una sacudida de emoción. Por la cogida. Ganas de ser. Papeleta resuelta muy aceptablemente. Redondo el triunfo luego. Por la calidad del toro debió haber sido de dos orejas. Pero valió todo lo que valió: mucho. Porque ningún novillero y muy pocos matadores de alternativa habían estado en la feria con tanta autoridad delante de un toro. Y porque, a pesar de sus ingenuidades -los barrigazos al torear al natural, el mal norte de la faena, que perdió gas por irse de tiempo y sitio- fue trasteo de muy grandes logros: soltura, intuición, soberbia ligazón, temple en el toreo por abajo, garbo en la media altura, ceñimiento. Casi todo. Y fe en una estocada a morir. Mérito secreto: arrollado en el saludo a porta gayola a ese sexto, y tocado por la paliza del sobrero que mató por delante, Bolívar estaba medio cojo. Lo hizo volar la fe.

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