Diario de León

TRIBUNA

De la asistencia social a la Renta Básica (sopa de tortuga)

Publicado por
RAMIRO PINTO CAÑÓN
León

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DESPUÉS de 25 años de desarrollo de derechos sociales, da la impresión de que queda mucho por hacer, con todo el esfuerzo que se ha realizado. Parece que es una labor al modo de Penélope, que teje de día y desteje de noche. La actuación del trabajador social, surge al amparo de una sensibilidad política hacia los problemas sociales y ante un determinado modelo económico que hace posible una política social. La economía y los problemas sociales han cambiado drásticamente y ni las políticas económicas ni los servicios sociales se adaptan hoy a la nueva situación. Han sucedido cambios generacionales, de socialización, de empleo, de mentalidad, de equilibrio de población, de consumo, de sostenibilidad y demás. Parece que ocurre como en la aporía de Aquiles y la tortuga, una cuestión que no tiene salida: Aquiles corre diez veces más que la tortuga. Al recorrer diez metros la tortuga recorre uno. Cuando Aquiles recorre un metro, la tortuga un decímetro. Cuando Aquiles se adelanta un decímetro más la tortuga lo hace un centímetro, Aquiles un centímetro y la tortuga un milímetro y así hasta el infinito, de manera que Aquiles nunca podrá coger a la tortuga. Algo que ocurre hoy con los servicios sociales, que avanzan y quieren avanzar más, pero no llegan a solucionar el problema. La solución a este enredo es analizar la realidad. Pues en lo real Aquiles cogería a la tortuga. La asistencia social ha pasado de ser un medio para ayudar a las personas con dificultades, a ser un fin, de ayudas por un lado y de propaganda institucional por otro. Es la eterna canción de hacer que se hace algo y finalmente no conseguir sus objetivos, realmente. El trabajador social se convierte en inspector de la pobreza y las instituciones responsables en las encargadas de definir quien necesita ayuda y quien no, bajo el pretexto de la prioridad de recursos. La primera quiebra de este modelo es que hay que ser pobre para acceder a las ayudas sociales. No hay una forma de prevención. Se anula actuar para que los s ujetos sociales no lleguen a ser pobres. Y este modelo desembocó en lo que se ha llamado «la trampa de la pobreza», por la que compensa más ser pobre con ayuda que trabajador en precario. Aquiles avanza, pero no coge a la tortuga. En ocasiones se condiciona cualquier ayuda económica a realizar trabajos públicos o cursos obligatoriamente, perdiendo su sentido los programas de academias que recogen las subvenciones para tales cursillos de formación, o se obliga a coger empleos de manera temporal en los que se paga la diferencia hasta el salario mínimo desde instancias municipales, de manera que se plantea la ayuda como un chantaje. Proponemos desde un planteamiento realista, para que Aquiles pueda coger la tortuga, establecer la Renta Básica, como derecho ciudadano. Consiste en dar una cantidad mensual a cada individuo, medido sobre el umbral de la pobreza. Como media de 421 euros / mes. Incondicional y para todas las personas, trabajen o no. No es a cambio hacer trabajos o cursos obligatorios (que, por cierto suelen ser un engaño y muchas veces, desde los mismos sindicatos y organizaciones empresariales se usan para apropiarse de los fondos europeos para este fin) Se propone como un derecho, no como una asistencia, pues la necesidad de asistencialismo económico quedaría resuelta. Derecho que económicamente es posible y es necesario, pues supone una adaptación a la nueva economía caracterizada por la globalización, la expansión e influencia de la economía financiera y el desarrollo de las tecnologías aplicadas a todo el modelo productivo , familiar y de consumo. La Renta Básica implica una reestructuración del modelo económico y social. Pensemos que de poco hubieran servido los antibióticos de no haberse universalizado la higiene en las ciudades, poner grifos en las casas, alcantarillado, barrer las calles. Lo cual supuso una reestructuración del modelo de ciudad. Parece obvio, pues lo mismo ocurre hoy, cuando es necesario aplicar la misma obviedad en el ámbito económico y social. Hoy el empleo es un fin, y hace que no se cumpla con el cacareado desarrollo sostenible, pues hay que mantener muchos puestos de trabajo inútiles y que perjudican gravemente la salud y la supervivencia de nuestro entorno. Para lo cual la ley medioambiental, la de riesgos laborales y otras sirven para muy poco. Además el modelo asistencial de la pobreza y del trabajo, llega a una saturación que hoy mismo es foco de conflictos irresolubles: minería, transportistas, pesca, agricultura, además de ajustes por despidos masivos en las grandes empresas. A lo más que se llega es a su aplazamiento. La Renta Básica permite un nuevo desarrollo que resuelve toda la burocracia asistencial. Hoy la distribución de la riqueza no sucede mediante el empleo, por lo que la asistencia social, deja de ser una ayuda transitoria y se hace estructural e ineficaz. Aunque se quiera reducir a un problema de cifras y gráficas estadísticas, en las que se demuestra fehacientemente que Aquiles avanza. París empezó a rebelarse ante la exclusión. Podemos extender las soluciones o el fuego. Podemos adelantarnos, para construir el modelo de economía social de mercado que se escribe con letras de oro, pero que se disfraza a la hora de su aplicación, pues lo social y la economía no pueden separarse. Pero cuando se hacen cómplices por caminos diferentes y todo queda en la retórica, se construye un espejismo que siempre se acaba rompiendo. Aquiles corre y es aplaudido por su velocidad, pero nunca cogerá a la tortuga. A no ser que pase de la medida numérica, a la realidad. En nuestro caso de la asistencia social a la Renta Básica.

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