Diario de León

El despilfarro de un país multilingüe

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A excepción de las reservas étnicas de las tribus amazónicas, africanas y de algunos pueblos asiáticos, en el mundo civilizado no hay ningún país que hable tantas lenguas como en España. Con la particularidad, de que nuestra lengua materna cada vez la hablamos peor y, en los últimos tiempos, le estamos dando tales patadas que regresaremos a las cavernas de nuestros primitivos pobladores. Ni siquiera acudiremos al habla de los juglares ni por supuesto a la de Gonzalo de Berceo. Ya quisieran los políticos conocer a nuestros primeros poetas y hablar como ellos. Es tal el esperpento que, al más indocto, el nuevo lenguaje le resulta repugnante y maloliente. Este nuevo lenguaje y a estos políticos políglotas les debemos la distorsión lingüística. Sin detrimento del sistema educativo que impulsa tales desmanes.

Viajar por España, ya plantea ciertas dificultades de comprensión. Los españoles de antes, la única lengua, que conocíamos, hablábamos y nos enseñaban en las escuelas, colegios, era el castellano. La segunda lengua que incorporamos fue el francés y, con nuestra primera industria, el turismo, nos vimos obligados a incorporar la lengua universal: el inglés. Hoy nos hemos internacionalizado y el vehículo de entendimiento con todos los países del mundo no cabe duda de que es el inglés. Tanto americanos como ingleses han convertido el idioma en la primera potencia mundial. Para entenderse con cualquier ciudadano del mundo basta saber inglés. Se te abren todas las puertas.

Mi intención es hablar de nuestras lenguas. Si viajamos en avión al extranjero nos encontrábamos en los aeropuertos en los indicadores dos lenguas, la propia del país en el que nos encontremos, más el inglés. En España, en nuestro país, hemos convertido nuestro territorio en multilingüe. En los aeropuertos españoles, al menos tres lenguas: al inglés, castellano, dependiendo en qué aeropuerto te encuentres, aparecerá: el gallego, el catalán, el valenciano, el mallorquín, el euskera y, últimamente, el asturianu o bable. Si vamos por las carreteras nos ocurre otro tanto. Las dificultades son mayores si vamos al país vasco, esa lengua que, no hay dios quien la entienda, nos puede llevar a craso error. Los que tengan que repostar en carretera que se fijen en el letrero «Erregai Geltokia», porque no es un pueblo, parece ser que es una gasolinera. Con este maremágnum lingüístico no solo hemos convertido este país en una torre de Babel sino en pérdida de nuestra identidad y no digamos el despilfarro económico que este supone. Letreros en: carreteras, calles, hospitales, aeropuertos, todos los edificios públicos etc. ¿Cuánto ha costado y cuesta esto al erario público? Miles de millones de euros.

Tenemos unos políticos que, en este aspecto lingüístico, dudo de que tengan unas facultades normales. Yo creo que hay un desvío hacia lo absurdo. Lo grotesco es que imponen sus desvaríos

Cada vez más pienso que estamos viviendo en un país de continuos milagros. Creo que somos multimillonarios: viajamos, nos divertimos, compramos piso, acudimos a los restaurantes, etcétera. De todas formas, seguimos pensando que este país es de traca. No cabe duda de que hacemos patria con aquel slogan de typical tpanish . Sí, somos distintos.

¿Qué ocurriría si en Estados Unidos cada estado intentara recuperar las lenguas de las 570 tribus nativas americanas reconocidas a nivel federal viven dentro de los Estados Unidos o en cualquier país hispanoamericano intentara recuperar las primitivas lenguas de los amerindios? Con esto no quiero eliminar las costumbres tradiciones o el habla de nuestras diversas regiones y pueblos. El gallego, el bable, siempre se habló en las aldeas y se siguen hablando hoy día.

Lo lamentable es que las nuevas generaciones deserten del idioma patrio y conozcan mejor otras lenguas que la materna. No digamos las patadas al diccionario que están dando los políticos de turno desde aquella primera expresión de miembra, alumbrada por la ínclita exministra Bibiana Aído, hasta el esperpento de Irene Montero con la palabra hijes o de matria de Yolanda Díaz. Lo ridículo, lo absurdo, lo asumimos y quizás pretendamos incorporarlo al diccionario como un nuevo descubrimiento que aporta riqueza a nuestra lengua.

Tenemos unos políticos que, en este aspecto lingüístico, dudo de que tengan unas facultades normales. Yo creo que hay un desvío hacia lo absurdo. Lo grotesco es que imponen sus desvaríos. No nos has de extrañar que cada vez utilicemos peor nuestra lengua. Nuestro petróleo lingüístico pierda fuerza en el mundo.

Me he topado fuera de España en un Congreso con dos personas afincadas en Cataluña, pero de orígenes de esa España profunda, los charnegos, me decían: los que vengan a Cataluña deben conocer el catalán y el inglés. Es decir, el castellano le den… No nos extrañe que, con la nueva ley de Educación, dentro de unos años, territorios como Cataluña, Baleares, Valencia e inclusive Galicia, el castellano sea marginal y se incorpore al sistema de estudios las nuevas lenguas territoriales en detrimento de nuestra lengua materna. Pero este disparate multilingüe tiene culpables. Primero, los padres constitucionales que consensuaron la Constitución bajo el principio de café para todos. Después, los mal llamados políticos, que se les permite los mayores ataques al castellano, marginando la lengua de Cervantes.

Necesitamos una reforma constitucional que dignifique y ponga en su sitio nuestra lengua. Hay que reformar el artículo 3 y donde dice El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Debería decir: que las demás lenguas no deben ser oficiales. Deben ser voluntarias y nunca en detrimento de la lengua oficial del estado. Por otra parte, a nadie se le puede discriminar por no conocer las lenguas de otros territorios y me refiero al principio de igualdad en el empleo público no debe ser impedimento para acceso a ningún español. Es decir, las oposiciones que se convoquen en Cataluña, Baleares, Galicia, País vasco, etc. no deben ser exclusivas para los propios deben tener acceso cualquier ciudadano español. Esto es discriminatorio, pero mientras tengamos gobiernos que dependen de los independentistas esto no tiene solución.

Ni tampoco tendrá solución el despilfarro económico informativo que se produce en todo el territorio plurilingüe, gracias a unos políticos trepadores que pretende medrar abusando de la economía pública. Aquí también estamos confabulados los que los votamos. Esto lo permitimos los españoles, luego, no nos quejemos: No hay presupuesto para crear empleo, ni servicios, ni mejorar la educación, la sanidad, las comunicaciones, pero sí tenemos presupuesto para convertir este país en una torre de Babel. Esto es España. No tenemos solución.

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