Diario de León

LM, del sueño industrial a la pesadilla

La fábrica de palas de Ponferrada ha viajado 11 años en una montaña rusa impredecible hasta estrellarse.

Un trabajador de LM, durante el traslado de una de las palas eólicas fabricadas en la factoría, en el mes de octubre del año 2001.

Un trabajador de LM, durante el traslado de una de las palas eólicas fabricadas en la factoría, en el mes de octubre del año 2001.

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r. arias | ponferrada
Ponferrada

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El 30 de septiembre del 2001 el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, inauguró la superplanta de la multinacional eólica danesa LM en Ponferrada. Aunque la compañía ya llevaba fabricando palas casi año y medio. Como si de un capricho se tratara, una década menos un día después de aquella inauguración, LM certificó el pasado jueves su desmantelamiento en la capital berciana. La compañía llegó con todas las alfombras rojas institucionales tendidas, como el sueño de una reindustrialización alternativa al monocultivo del carbón en las cuencas. De hecho, la factoría del polígono de La Llanada, se convirtió en ese instante en la mayor del orbe para la producción de aspas eólicas.

LM Glasfiber, como se denominaba entonces, puso en marcha la fabricación en febrero del 2001. Lo hizo con una plantilla de casi 200 trabajadores. Pero tanto el volumen del empleo como de las inversiones se precipitaron de manera vertiginosa. A los 14 millones de euros —2.400 millones de pesetas— que se destinaron a la construcción desde julio de 1999 de la planta de Santo Tomás, se añadió precisamente durante la visita de Herrera una inversión adicional de seis millones de euros para la ampliación de una segunda ala, que a mediados del 2003 ya estaba lista.

Cuando Herrera recorrió maravillado la factoría en compañía del director general de LM, Melchor Ruiz, un ejecutivo muy apegado a la comarca, y el entonces alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, la ocupación se había elevado hasta los 300 operarios. Desde ese instante, tanto los pedidos como la mano de obra, muy joven, se dispararon. Pero siempre, aunque ahora tras el anuncio de cierre parezca algo lejano, en una especie de loca montaña rusa. Entre el 2007 y el 2008 la multinacional llegó a ocupar a casi 1.200 trabajadores, convirtiéndose en la primera industria de la provincia de León en este apartado.

Ciclotimia desorientadora. Pero mucho antes de que en el 2009 comenzaran a sucederse los ajustes de empleo y las extinciones encadenadas de contratos, LM ya había dado signos de su comportamiento ciclotímico en sintonía con la inestabilidad del mercado de las renovables.

En septiembre del 2002 la dirección afrontó su primer gran ajuste. La cancelación eventual de un pedido abocó al paro a 80 eventuales de los 310 obreros que tenía en nómina. Aquello preocupó a pocos. Eran buenos tiempos. Nadie entendió que resultaría la señal primigenia de los constantes dientes de sierra en la fabricación y el empleo en la planta ponferradina, que en el 2009 se empezó a deslizar mortalmente hasta hoy, afrontando ajustes de entre cien y 300 operarios, bendecidos por la Junta.

La regulación central. El descalabro coincide con la crisis general y con una regulación del sector eólico del Gobierno central que en nada ha favorecido la promoción de parques. Ni en España, ni en el Sur de Europa, donde se han concentrado los clientes de la firma de Santo Tomás de las Ollas. Pero en cualquier caso, el comportamiento social de la multinacional danesa jamás ha sido ni transparente, ni correcto. El rostro amable y cercano de la compañía se perdió desde la salida del ejecutivo que capitaneó el desembarco, Melchor Ruiz, y toda la cúpula directiva se trasladó a Madrid.

Mentiras y un rastro de fugas. Frente a los presagios de desguace alentados por los recortes de empleo, la empresa siempre se ha despachado a través de su gabinete de comunicación con la falsa y reiterada aseveración del «carácter capital» de Ponferrada para el negocio global de LM. Incluso sólo una semana antes de presentar el certificado de defunción, con la rúbrica de su vicepresidente para Europa e India, Miguel Ángel Balbuena. Para allanar el terreno de la huida ha contado siempre con la división en el seno del comité y complicidades como la más postrera de la UGT. Tampoco ha dudado en mitigar la contestación social con una mina de oro para los obreros que solicitaran la baja voluntaria. Cada una de ellas le ha costado 65 días por año trabajado y mil euros más por cada uno de esos años.

La multinacional se va a Castellón. El movimiento de deslocalización sin dar la cara de LM tampoco es nuevo en España. Aunque ahora lo sufra el Bierzo, cuando la compañía eligió Ponferrada atraída por las múltiples ayudas y el plan eólico para la comunidad, al poco tiempo dejó tirados como trapos a decenas de trabajadores. Primero en la planta que poseía en Toledo, y luego a los que ocupaba en la de As Pontes.

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