Diario de León

RUBÉN CARLOS GARCÍA SERVERT TENIENTE GENERAL aL MANDO DEL CAOC DE LA OTAN

«No somos los gendarmes del mundo»

Rubén Carlos García Servert, en su despacho del Caoc de la Otan, durante la entrevista. R. P. VIECO

Rubén Carlos García Servert, en su despacho del Caoc de la Otan, durante la entrevista. R. P. VIECO

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C. FIDALGO | PONFERRADA

El despacho del teniente general Servert es un espacio funcional, austero. Algún objeto familiar —un peluche y el dibujo de un niño— contrasta con las banderas oficiales, el azul intenso de la Otan en el centro, los armarios, archivadores, y el rincón con un sofá y una mesita donde tiene lugar la larga entrevista con Diario de León de la que se publican los extractos más interesantes. El que fuera general de división más joven del Ejército español confirma que su ascenso no supondrá un cambio de destino y continuará al frente del Caoc de la Alianza Atlántica.

«Lo mejor y lo más llamativo de lo que tenemos aquí es el grado de integración entre gente que procedemos de latitudes distintas. El personal que está aquí destinado no ejerce la bandera nacional. Somos todos de la Otan», dice el teniente general originario de Albares, convencido de que la globalización, «que también lo es de riesgos y amenazas», requiere una respuesta global de quienes comparten el mismo modelo de sociedad. En defensa y seguridad «caminamos hacia una mayor integración», vaticina. Y el ejemplo es la Otan. Cuando el periodista le pregunta por el momento de mayor tensión que ha vivido en su puesto tiene claro que la guerra de Siria es, ahora mismo, el mayor condicionante.

—Al otro lado de nuestra frontera sur en Turquía tenemos una guerra y nuestra misión es proteger el espacio aéreo. En momentos álgidos de ese conflicto que no ha terminado ha habido operaciones cerca de la frontera turca de gran tensión. También ha habido mucha actividad en la zona del mar Negro en determinados momentos para defender el espacio aéreo de nuestros socios rumanos, búlgaros y turcos. Y hay que ser conscientes de que tenemos un riesgo de vez en cuando; la posibilidad de que aviones civiles sean secuestrados. Todo eso crea una serie de procedimientos que se llevan a cabo parcialmente desde aquí, porque en realidad, en esos casos, hay un momento en que la misión se transfiere a las autoridades nacionales.

—Si secuestraran un avión y hubiera que derribarlo, ¿se daría desde aquí esa orden?

—Nosotros haríamos la primera coordinación, pero las decisiones en ese tipo de incidentes son decisiones nacionales, del país en el que se produjeran. Sería una decisión política de la autoridad que cada país tuviera designada. Es así dentro de este mundo tan extraño en el que nos ha tocado vivir y ya vimos las consecuencias de lo que ocurrió en las Torres Gemelas.

(Servert no entra a valorar el conflicto de Siria, no es su responsabilidad, dice, pero deja claro que «toda solución pasa por la cooperación internacional» de los países que comparten el modelo del estado de derecho. Al fin y al cabo, la Otan es un instrumento de esa cooperación).

—Lo que ha cambiado son los enemigos.

—Claro, por eso sigue existiendo, porque sigue habiendo retos. En el momento en el que nació la Otan, teníamos a la Unión Soviética y al Pacto de Varsovia. Ahora son otros, pero sigue habiendo retos (que amenazan) a la subsistencia de este modelo de derechos y libertades que representan nuestros países occidentales. Por eso ponemos en común riesgos y amenazas.

—¿Rusia es una amenaza para los intereses de la Otan?

—Las actuaciones de Rusia bajo la presidencia de Putin crean preocupación. Nosotros no estamos en el análisis político. Tenemos aviones rusos que llegan a nuestras cercanías y nuestra misión es proteger las fronteras de la Alianza. ¿Hasta que punto eso es una amenaza? No es a mí a quien le corresponde dar esa opinión.

—¿El derribo de un avión ruso en Turquía hace dos años ha dejado algún tipo de huella o la tensión ya ha bajado?

—Los lectores deben saber que aquel avión se derribó bajo cadena de mando turca. Fueron las autoridades turcas las que, en el uso de su soberanía, tomaron esa decisión. Y evidentemente una situación como esa crea en las semanas y meses sucesivos una tensión importante. Ahora no estamos en esa situación.

—¿Cómo se puede combatir el terrorismo yihadista?

—Lo que nos afecta aquí son los posibles secuestros aéreos. Y nos preocupa las posibles amenazas al tráfico aéreo de vuelos procedentes de zonas bajo el control de determinados grupos. Preocupa porque en el otro lado del Mediterráneo hay determinados grupos con una voluntad de hacer daño indiscriminado.

(Servert concluye que en cuestiones de seguridad, los ciudadanos «tienen que asumir sus propias responsabilidades» y la sociedad debe alcanzar un equilibrio en el debate entre libertad y seguridad. Después aborda su etapa en la misión internacional en Afganistán).

—Estuvo al frente del aeropuerto de Kabul. ¿Cómo ve la situación allí?

—La pregunta sería cuál es nuestra actitud en Occidente ante otras zonas del mundo que viven situaciones muy distintas. No podemos aplicar recetas occidentales a problemas no occidentales. Pero en un mundo globalizado tampoco cabe mirar para otro lado. Al final, como se demostró, el fermento de algo que se inicia en un lugar remoto del mundo acaba costando vidas en otro, como ocurrió en Nueva York. Este debate requeriría jornadas de expertos. Muchas veces se critica que, una vez que se interviene no somos capaces de hacer evolucionar a un país hacia unos parámetros occidentales, pero a lo mejor tampoco es ese el objetivo. Cuando estuve en Afganistán, nuestra postura fue razonable. Hemos apoyado a un Gobierno que está por el respeto al derecho internacional público y por permitir una convivencia pacífica frente a otros que tienen como objetivo la destrucción de lo que Occidente representa. El problema de Afganistán es en primer lugar de los afganos. Tuve una relación continúa con las autoridades afganas y no veo muchas veces en los titulares que los primeros que pagan el problema del radicalismo en vidas humanas y en violación de sus derechos humanos más elementales son sus poblaciones. Establecí verdadera amistad con afganos y me contaban sus experiencias, las vidas de sus familias y es un mensaje de agonía. Y en Siria también vemos que quienes están sufriendo la desolación son efectivamente los sirios; sirios musulmanes, sirios cristianos. Este es el momento de la historia donde estamos viendo más mártires por cuestiones de fe. Por un parte tenemos que defender a nuestros ciudadanos de las amenazas globales, y por otra, no podemos mirar para otro lado en un mundo globalizado. Ahí hay un debate profundo; hasta qué punto nos implicamos, porque tampoco somos los gendarmes del mundo.

—Al caer Mosul temerán un repunte del terrorismo.

—Visto con el más estricto sentido común, la caída del Estado Islámico es una buena noticia. La caída de esa expansión del irredentismo islámico, con esa interpretación tan rara que hace del Islam, que busca destruir a quién no lo comparte, incluso a costa del suicidio propio, es positiva. Imaginad la desolación del islamismo en su propio territorio. Ahora se está viendo con la caída de Mosul cómo ha actuado ese régimen con las poblaciones locales, tan musulmanas como ellos. Y es terrible. ¿Estamos en condiciones de extirpar semejante cáncer? Necesitamos tiempo y no hay solución sin que las poblaciones locales sean parte esencial. Lo que me contaron cuando estuve en Afganistán, la memoria viva de los tiempos de los talibanes, pone los pelos de punta.

—¿Qué le contaron?

—Asesinatos en masa. La eliminación de cualquier rasgo de derechos humanos. Y lo que estamos viendo en Siria y en Irak con el tema de los refugiados tiene un componente de eso. Gente que tiene que sacar a su familia de allí, no sólo por la guerra, sino por la imposibilidad de llevar una vida razonable con ese tipo de regímenes.

—¿Cómo nació ese cáncer?

—Ese es un tema complicado, que requiere el análisis de expertos. Se está haciendo un gran esfuerzo para explicar los fenómenos de radicalización, pero requiere el análisis de expertos que nos den respuestas y claves. Es un tema que se me escapa.

—Los refugiados también marcan nuestro tiempo.

—Con los refugiados todo pasa por tener la suficiente capacidad de ponerse en el lugar del padre de familia que tiene que salir con sus hijos de su país. Es difícil hacerlo, porque vienen de un lugar muy distinto. Pero una vez que se hace ese esfuerzo, las cosas quizá se vean de otra manera. Hay que hacer una labor de distinción sobre lo que es un refugiado y desde luego, dar una salida. El nuestro es un país donde en otros momentos históricos nuestra gente ha tenido que salvarse. Por eso digo que hoy por ti y mañana por mí.

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