Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

Camellos agotadosy regalos pochos

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León

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Cuando los camellos logran arribar a su destino, tras esfuerzos sobreanimales y travesías larguísimas y agotadoras, los regalitos ya presentan un aspecto como de segunda mano, como si hubieran estado expuestos a la intemperie, bajo un sol abrasador. Y esto es lo que ocurre con las drogas ilegales que algunos dromedarios venden en León. Hasta los camellos se transforman en dromedarios. Todo sufre transformaciones. Sabido es que la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Gran negocio el de los estupefacientes. Y encima los traficantes se descojonan de los pardillos, que en vez de cocaína, éxtasis o heroína, lo que les hacen tomar es polvo de ladrillo, harina y leche materna. Cuánto han cambiado los tiempos. Ahora, en vez de darte gato por libre, que no deja de ser una gran tomadura de pelo, te dan harinas de varios costales. A cada cual peor. Como para fiarte de la burra y los camellos en el desierto de las desventuras y los achicharramientos. Cuando el rapacín pijo y/o la nenita no menos aturdida en la noche de los muertos vivientes cree estar metiéndose unas rayitas de coca, lo que en realidad está tragando es la harina con que el panadero de enfrente, su tío, hace el pan cada madrugada, mezclada eso sí con unos polvitos y la leche de una mamá, tal vez arrepentida por haber traído al mundo a semejantes tontuelos. Te la dan con leche, chavalín, y no te enteras del baile de vampiros. No, si fue un camello el que me la pasó. Pues ve y dile a tu camellero que no se pase de listín y que no te empaquete polvos de talco, que se nota y encima no coloca nada. No sé si coloca, pero estoy hecho polvo, una mierda, o sea. Te está subiendo la fiebre de tanto darle al polvo ese de mierda. Y el corazón te va a reventar. No te fíes ni un pelo de estos joputas camelleros. Sólo aspiran a ganar el pan con el sudor de tus fiebres. ¡Vaya si te han engañado! La próxima vez, si lo que quieres es chutarte, no esperes a que te vendan cualquier cosa. Hazte un «colacao» con harina de trigo, maizena y leche de burra. Ya verás cómo te sube el colocón anfetamínico y lisérgico. No te olvides de ponerle unas gotinas de orujo. Y va el rapaciño y lo hace y comprueba que tiene asegurado el viaje. Joder, nunca hubiera imaginado, ni siquiera en el mejor de los mundos posibles, que tuviera un vuelo tan guay. Se tomó no sé cuántos vasos, ahora se dice copas, y bailó bakalao como un poseso durante toda la noche. En tu próxima correría, acuérdate, además de la leche de burra ponte leche de camella. Está como para que te subas por las paredes.

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