Diario de León

CULTURA

El molino harinero y el palomar cuadrado que derrotan al tiempo en Espanillo

Arganza solicitará fondos al Instituto de Leonés de Cultura para convertir dos edificios de su patrimonio rural que ha resistido a la ruina en atractivos turísticos

El alcalde de Arganza, Javier Ovalle, y el pedáneo de Espanillo, el exminero de la MSP Alfredo Lago, en el interior del molino harinero del pueblo. L. DE LA MATA

Ponferrada

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El último molino harinero de Arganza, y posiblemente de buena parte del Bierzo también, funcionó en un recodo de la carretera junto al río Cúa en el pueblo de Espanillo hasta el año 2012. Fue el anterior pedáneo. Regino Díez, el último vecino que usó la piedra y el rodezno movido por la fuerza limpia del agua para triturar el grano o las castañas.

Los engranajes están intactos. La madera del cajón y del embudo apenas necesitan un lijado y una capa de barniz. El techo está en su sitio. Los muros de piedra también. Incluso el rodezno de acero inoxidable es nuevo. «Lo encargaron en 2012 en Ponferrada», cuenta el alcalde de Arganza, Javier Ovalle, mientras enseña al periodista el interior del mecanismo junto al pedáneo actual de Espanillo, el exminero asturiano de la MSP Alfredo Lago Ancares, que perdió un brazo por la caída de un costero en 1993 y poco después se retiraba a uno de los pueblos más apartados del Bierzo para vivir allí con su familia.

El molino que ha resistido a la ruina y que apenas se ha deteriorado después de doce años sin uso —la pedanía le instaló una puerta nueva con los 500 euros del tercer premio de restauración del patrimonio rural que le concedió la Fundación Prada A Tope por recuperar uno de los lavaderos del pueblo— es uno de los tesoros que esconde Espanillo; pueblo de paredes de piedra y no más de veinte vecinos en invierno, que aún conserva una cantina y donde son habituales las segundas residencias de nativos que viven lejos, pero han arreglado sus casas para volver cada verano. El otro tesoro, en la ladera donde un desprendimiento de roca parece haber dejado marcada la cara de un Cristo —o el menos eso dicen los más devotos— es un palomar cuadrado. Y esas líneas rectas, en una de las laderas de un pueblo donde el bodeguero Gregory Pérez ha plantados sus vides en fincas de lo que los enólogos llaman viticultura heróica, por la altitud del terreno, es lo que convierten al edificio en singular.

Ya no hay palomas en el palomar. Pero el habitáculo que ocupaban también está relativamente bien conservado. Y si el Instituto Leonés de Cultura les concede la ayuda que solicitará el Ayuntamiento de Arganza para poner a los dos edificios en valor, el alcalde ya se los imagina como un reclamo turístico. Dos lugares donde enseñar a los escolares de los colegios cómo se vivía en los pueblos antes de que la civilización rural se viniera abajo. «Nos gustaría que los dos edificios fueran visitables y que vinieron a verlos desde los colegios», explica Ovalle. Formarían así parte de la ruta de los cortines —las fortificaciones de los colmenares para evitar la voracidad de los osos—que promueven Arganza y Sancedo.

A diferencia de los molinos que a duras penas han resistido en un lugar como fue la aldea borrada del mapa de Santibáñez de Montes, en Torre del Bierzo, amenazados por la ruina, en Espanillo, el agua, la piedra y el rodiezno han funcionado hasta hace pocos años. Y Ovalle sabe que es un lujo que todo el mecanismo pueda funcionar en cualquier momento con la fuerza del agua.

Porque el agua está presente entre la piedra y el verde de Espanillo a poco que uno dedique unos minutos a dar un paseo por el pueblo. La Junta Vecinal ha restaurado dos de los lavaderos . Y en el que premio la Fundación Prada a Tope es bien visible un cartel que prohíbe lavar en él, aunque parezca un contrasentido. «No le puedes echar jabón al reguero», recuerda Alfredo, la manga izquierda vacía, el pelo blanco. Y fluye el agua por un arroyo limpio que deja pequeñas cascadas en la ladera de un pueblo donde los nombres son lo de menos.

—¿Cómo se llama ese arroyo donde ya no se lava? -le pregunta el periodista.

—La Cuesta del Agua.

El pedáneo de Espanillo, el exminero de la MSP Alfredo Lago, y el alcalde de Arganza, Javier Ovalle, en el exterior del molino harinero del pueblo. L. de la mata

El alcalde de Arganza, Javier Ovalle, junto al palomar cuadrado. L. de la mata

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