Diario de León

Cachafeiro vuelve para siempre a las montañas de Santa Lucía de Gordón

El periodista fue despedido en la intimidad de los suyos, sumidos en un profundo dolor. El sábado, a las 20.00 horas en la Encina de Ponferrada, habrá misa en su memoria
Cachafeiro asciende el lazo

Una rosa blanca envuelta por un ejemplar de Diario de León sobre el féretro de Cachafeiro.

Una rosa blanca envuelta por un ejemplar de Diario de León sobre el féretro de Cachafeiro.ramiro

Manuel Félix López
Santa Lucía De Gordón

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Con un frío seco y aire limpio purificador para los pulmones; Con un sol y cielo azul que hizo cantar a los mirlos; En tierra de carbón y riscos calizos de la Montaña Central leonesa; Con las minas cerradas y chimeneas de central térmica dinamitada; Entre los silencios de aquel bullicio hoy acallado por los nuevos tiempos económicos de los pueblos, con el olor a limpio y rabioso verde alpino de los prados del valle, fue enterrado este miércoles Manuel C. Cachafeiro. Pura y simple belleza natural.

En la falda de la carretera Ruta de la Plata y junto a un recodo del río Bernesga, en Santa Lucía de Gordón, reposan ya los restos mortales del polifacético periodista de Diario de León, fallecido de imprevisto en la mañana del pasado lunes, en una Ponferrada y Bierzo que ya le extrañan, donde dirigía la delegación de este periódico.

Sabían en Santa Lucía que este fatídico 7 de mayo de 2025 enterraban a Cachafeiro —a «Manolín»— como comentaba el paisanaje a primera hora del día, apoyando el codo en la barra del bar para apurar un café de 1,60 euros y calentar de esa forma el pecho y manos.

Pasadas las diez del amanecer, dos funerarias procedentes del tanatorio de León llegaban al cementerio de Santa Lucía. En una de ellas, no cabían más coronas de flores y ramos, encargados por todo el reguero de gente que quería de verdad a Cachafeiro y que, de esa forma simbólica, quisieron agradecerle su paso por este mundo de humanos y otros seres vivos. En la otra funeraria llegaba el protagonista de esta triste historia del adiós.

Dentro del cementerio, esperando a los pies de la tumba de su también fallecido padre Manuel, se mantenía de pie su nonagenaria madre Amparo, con una entereza natural y emoción digna de una persona muy grande, que está viendo enterrar a su hijo. Junto a ella, también sus dos nietos y madre de los mellizos, Isaac y Cayetana, hijos a los que adoraba Cachafeiro.

Llegado el momento, Isaac —junto a compañeros de trabajo de su padre, amigos y familiares— también quiso arrimar el hombro debajo del féretro para llevar hasta el panteón al protagonista de una historia casi increíble que nadie quisiera escribir. Hubo lloros de varias mujeres que le querían. También de hombres. Y así, entre el responso del sacerdote, balbuceo de pájaros y los sollozos por el desgarrador desenlace de la despedida, dos fornidos operarios movieron la lápida bajo la que ya descansa para siempre un gran profesional y un hombre bueno.

La tierra que le vio nacer y crecer acogió sus restos mortales tras el fatídico desenlace el lunes en Ponferrada

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