Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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EN OTROS tiempos, no lejanos, en los pueblos del Bierzo solíamos decir que León era una ciudad señorial. Uno ha dejado de escuchar este simpático y a la vez ñoño adjetivo. Lo de señorial le queda a una ciudad como Dios porque en el fondo no añade nada sustancioso pero apantalla que es una maravilla. Si se mira bien, «señorial» es de una redundancia casi empalagosa. Como si cualquier aldea, villa o ciudad no fuera en esencia señorial pues quienes las habitan suelen ser señoras y señores, señoritas y señoritos, y mocines y mocinas en edad de merecer, amén de los chuchos y animales varios que pueblan cualquier zoo humano. Lo de señorial, aunque nos resulte cursilón, viste mucho, y le da a la ciudad un aire de superioridad sobre otras, un empaque altivo, un porte aristocrático que nos acaba hipnotizando. La clave está en dar buena apariencia. Cuando de León se decía que era señorial, Ponferrada, aunque fuera un pueblín minero, tenía el sambenito de capital del dólar. Como si la «capetal» del Bierzo fuera el Oeste americano, uno de esos desiertos negros por los que cabalgaran el bueno, el feo y el malo en busca de algún tesoro escondido. Entonces en Ponferrada corría el dinero negro por las barras de las cantinas, y algunos se lo jugaban a las chapas. Ahora la ciudad pimentera volverá a los dólares con La Ponferradina en segunda, lo que dará mucho juego. Y León seguirá siendo una ciudad de gente bien, que aspira a vivir sin sobresaltos, hecha de funcionarios y banqueros enfundados en traje, con la cartera en mano, paseando con tranquilidad por las calles, y tomando vinos y pinchos en horas de descanso en el Húmedo. Qué se lo pregunten a los alumnos extranjeros que vienen a la Universidad. Se lo pasan pipa. León es también una ciudad de jubilados que se sientan en los bancos de los parques para ver el tiempo pasar, ora contemplando la escarcha de las mañanas, ora viendo el dulce atardecer de los veranos, que son breves como un sueño real. Aunque hayan pasado los años León sigue siendo aquella ciudad distinguida, donde las señoras lucen abrigo de visón, original o sucedáneo, a su paso por Ordoño II, porque siempre ha aspirado a ser una ciudad de altos vuelos. Al menos hay un aeropuerto en La Virgen, algo impensable en el Bierzo. A uno, en verdad, le gusta esta ciudad elegante y solariega. A propósito, hace tiempo que no nos llegan los aromas a riñón asado que despedía Antibióticos, porque durante estos días froilaneros León se perfuma con morcilla, y chorizos entrecallados, según Pérez Chencho.

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