Diario de León

LA GAVETA | CÉSAR GAVELA

Guadalbierzo

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CÉSAR GAVELA
León

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HACE MUCHOS años vinieron al Bierzo las gentes del sur. La ciudad crecía a lo loco, y toda su periferia era de barrizal y olvido. Ponferrada, unos 25.000 habitantes, tenía tres escenarios. La zona alta era una villa digna, severa y monumental. La Puebla era un ensanche modesto, de almacenes y dentistas; y con el escritor Juan Benet tomando nota de todo sin tomarla; porque la mirada basta y sobra. Y la voz que suena. De la gente.

El tercer escenario eran las zonas entonces rurales de Cuatrovientos, La Placa y Flores del Sil. Allí se instalaron los andaluces. Dos mil personas, casi todas ellas de Jaén, de sus comarcas orientales, tan pobres entonces, tan bellas. Porque la provincia de Jaén es un lugar extraordinario, con sierras de cuento y con ciudades fascinadoras como Úbeda o Baeza. Una Andalucía fronteriza, casi manchega, y es la patria del gran Joaquín Sabina, o de Antonio Muñoz Molina, uno de los intelectuales más lúcidos de España, y tan libre, algo insólito en esta tierra de etiquetas. En fin, de Jaén era el guitarrista Andrés Segovia y lo es Baltasar Garzón, muy ilustre y polémico magistrado.

Y de Jaén eran aquellas familias que llegaban a la estación de la Renfe con sus maletas de cartón y con su calor del sur, que se perdía bajo las nieblas del Sil y del Boeza. Niñas con coletas, muchas con ojos azules. Porque Jaén fue repoblado por alemanes en el siglo XVIII. La zona de La Carolina, al sur de Sierra Morena.

Jaén, los olivares y el jienense Juanito Valderrama que, como él recordaba a menudo, compuso en Ponferrada su canción más famosa: El emigrante. Emigrantes de Jaén en el Bierzo, aquellas masas de andaluces que abarrotaban el cine Morán de Ponferrada cuando venía Manolo Escobar. O Paquito Jerez. Y la nostalgia, y las lágrimas de las mujeres y los hombres del sur. Ponferrada andaluza, aquellas gentes pusieron gracia y justicia en la ciudad. Las chicas servían por las casas; eran simpáticas, optimistas, cantarinas. Nada de nubes ni tristezas. Ellos se iban a los tajos eléctricos o carboneros; a las obras de los embalses.

Pasaron muchos años y en Ponferrada hay Casa de Andalucía. Porque la ciudad también es andaluza. Y pocos dudan ya de que el futuro es mestizo. Es mezcla, es fusión, es suma. El Bierzo no solo es de los mitos celtas, de San Fructuoso, o de las cosas templarias. El Bierzo también es de los inmigrantes que aquí viven, de los que llegaron del extranjero. Y de los andaluces, gran caudal de esfuerzo y vida. Ellos saben muy bien que, cuánto más andaluces sean, más bercianos serán.

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